Hay días en los que amo ser yo y otros, como este, en el que no quisiera tener que pasar por lo que estoy pasando.
¿Qué diablos hace Ryan ahí sentado, viéndome bailar?
Peor todavía, ¿cómo es que Mason no se ha dado cuenta de él y está tan tranquilo en su puesto de siempre, viéndome con más que deseo de terminar de desnudarme?
No lo entiendo.
Si salgo de aquí sin que ninguno de los dos se vean, me declararé la mujer con la mejor suerte del mundo, definitivamente.
Intento ver un momento a Mason y hacerle señas con la mirada de que Ryan está a solo dos mesas detrás de él, pero no lo entiende, solo sonríe de lado, llevando el trago a sus labios y luciendo condenadamente irresistible como siempre.
Me concentro entonces en Ryan, no queriendo que note que estoy viendo en otra dirección porque entre él y Mason, el inmaduro no es Mason, claro está. Él sí haría todo un show.
Show que no quiero presenciar, obviamente.
Sonríe cuando me deslizo por el tubo, sin romper el contacto visual con él. Después, la que sonríe soy yo al verlo sacar su lengua para pasearla por sus labios antes de terminar clavando sus dientes en el inferior al dar una vuelta completa en el tubo, tocandome un poco con mis manos y moviendo mis caderas al ritmo de la canción, ganándome más billetes sobre la tarima.
Detrás del antifaz soy quien me dé la gana de ser. Soy la puta, la zorra, la perra que cualquier mujer desea ser, pero que pocas se atreven a reconocer.
Decido dejar de pensar en los dos hombres que resaltan en este club y cierro los ojos para disfrutar de mi baile. Este es mi momento. Esta es mi hora para lucirme como siempre, así que, lo que se venga después, quedará para después.
Me deleito tanto mientras bailo que si no es porque uno de los guardias toca mi pierna para que abra los ojos, no me doy cuenta de que ya es hora de bajar. Doy una vuelta final, arrastrando la punta del largo tacón para despedirme lanzando besos mientras que dos hombres me escoltan y otros dos recogen los billetes que me gané como extra.
Como siempre, Axel me recibe con los brazos abiertos del otro lado. Recibo su abrazo y los dos besos que deja en mis mejillas antes de reír bajito con sus palabras:
—¿Cuándo vas a dejar que tenga una sesión privada de tu cuerpo bailando sobre el mío? —pregunta. Me separo, riendo.
—Creí que las sesiones privadas no se ofrecían en este club —me burlo. Ríe mientras me señala y espera que la otra chica pase por nuestro lado para salir a hacer su show.
—Soy el jefe, sería más como una excepción. Además, no solo bailarías, también tendrías mi polla en tu interior mientras lo haces —admite, oscureciendo su mirada al decirlo. Cojo aire sin dejar de sonreír.
ESTÁS LEYENDO
La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...