Masón se cansa de que yo no diga nada y me baja despacio para después salir de la ducha, dejándome sola. Se detiene en la puerta y me mira por encima de su hombro, cogiendo el paño.
—Estaré en la cocina, esperando para llevarte al club —informa. No asiento, no nada, espero que salga para girarme y dejar que las lágrimas corran libremente por mis mejillas.
¿Qué es lo que estamos haciendo?
¿Por qué moría de ganas de aceptar?
¿Por qué creo que nunca van a proponerme algo tan bueno como eso?
Me restriego el rostro con frustración.
—Es imposible, Dulce. Sabías que era imposible. Es tu tío, joder. ¿Cómo vas a explicarle al mundo, a tu padre, que te enamoraste de tu tío? Imposible hacerlo —zanjo en voz alta.
Salgo de la ducha luego de limpiarme por completo. Tomo la ropa que dejamos en el suelo y la coloco en el lavado de manos para luego de vestirme, meterla a lavar.
A esto me refiero. Esta facilidad con la que puedo andar de un lugar a otro en este sitio. Con el que me siento en la libertad de lavar, cocinar, limpiar a mi antojo. A esto me refiero con que, no debería, joder.
No debería sentirse tan bien el convivir con él.
Pero lo hace. Sí se siente bien.
Nada con él se siente mal o incorrecto hasta que viene a mi mente la realidad de lo que somos.
Busco es la ropa que traje el viernes y me coloco un vestido de cuero hasta medio muslo y unos botines de tacón de látex que me hace ver como si fuese un conjunto erótico. Sonrío mientras me veo en el espejo.
Me peinó todo el cabello hacia atrás porque está empapado y no tengo tiempo para secarlo, así que hoy me toca usar peluca en el trabajo.
Sin querer maquillarme, solo me aplico manteca de cacao en los labios para hidratarlos y encima un gloss nude. Guardo toda mi ropa en el bolso y lo cojo porque hoy no quiero dormir aquí.
Necesito espacio luego de eso.
Lo encuentro en la cocina, con un vaso lleno de lo que supongo es whisky. Lo deja a mitad de camino de su boca al verme, me recorre con su vista por completo, instalando una necesita incesante en mi coño de volver a sentirlo. Muerdo mi labio con fuerza al llegar a mis ojos y descubrir los suyos negros, deseosos, peligrosos...
—¿Tu idea es que no te deje salir de aquí hoy? —pregunta y rodea la barra aun con el vaso de whisky en su mano y se acerca a mí—. De ser esa, elegiste bien, porque ya te quiero desnuda de nuevo —admite, liberando con su mano libre la tortura de mis dientes en mi labio inferior. La otra mano la guía, ofreciéndome whisky.
No me opongo. Recibo el trago sin despegar nuestras miradas. Sin embargo, por más que estoy bebiendo un trago fuerte, siento la garganta seca, deseando ser mojada con algo más que licor.
Joder.
Sonríe, sabiendo ya lo que pienso por cómo me mira de forma divertida.
—Vamos —dice y toma mi mano. Obedezco, caminando a su lado y, sin que lo pida, sé cuál es mi deber antes de salir, así que al llegar a la puerta, extiendo la mano libre para apagar las luces del apartamento y luego salir, cerrando detrás de mí. Él echa llave y seguimos de largo al ascensor.
Hacemos todo como en automático. Son tres semanas conviviendo casi todos los días, es suficiente para sabernos juntos.
Nadie dice nada en el camino, vamos en silencio, escuchando las canciones de la emisora. Y yo, por mi parte, voy viendo la ventana sin querer sumergirme en un pozo sin fondo por lo que se viene.
Cuando llegamos al club, casi estaba empezando a entrar en pánico por no querer pensar, así que cojo aire, pero antes de entrar, Masón estrella mi espalda contra la pared del fondo y se apodera de mi boca, subiendo de forma brusca mi vestido hasta enrollarlo en mi cintura para, con el mismo desespero, subir mi pierna derecha y llevar su mano directo a mi coño, haciendo que deba soltar un momento sus labios para coger aire.
Me mira con el mismo hambre que debo tener en los míos, así que vuelvo al ataque de su boca al dejar de tocarme por encima de la tanga para introducirlos por dentro y tocar con toda libertad mi coño. Me penetra de golpe con tres dedos.
—Oh, joder, sí —chillo, lanzando la cabeza hacia atrás, jadeando a lo loco y siguiendo con mis caderas los movimientos de sus dedos. Masón esconde su rostro en mi cuello, chupando a su antojo.
Sé que me está dejando una marca cuando chupa con fuerza, pero mi mente está gris, solo enfocada en lo que Masón hace con sus dedos en mi coño. Me aferro a sus hombros al sentir tan cerca el orgasmo.
—Vamos, zorrita, dale a tu tío Masón el orgasmo que tanto quieres darle —ordena con la voz más ronca de lo normal, arrastrando sus dientes hasta clavarlos en mi barbilla. Me estremezco entre sus brazos y cojo su rostro para girarlo y poder ahogar en su boca, los gritos que quiero soltar con su nombre al correrme con violencia sobre sus dedos.
—¿Dulce? —cuestiona una voz conocida. Miro hacia un lado aterrada, viéndolo con el mismo desconcierto con el que él me mira.
Nos mira, mejor dicho.
Ay, joder. Señor, tú sabes que yo no soy atea, por favor, sácanos de esta.
—¿Y ese quién es? —insiste al ver que yo no respondo. Es más, creo que ni estoy respirando.
Masón me hace verlo, cogiendo mi rostro de nuevo para, sin precio aviso, besarme duro, fuerte, posesivo.
No puedo rechazar su beso por más que hemos sido descubiertos, pero cuando vuelve a insistir con la mención de mi nombre, me alejo de mala gana de Masón para bajar la pierna y darle frente.
¿Por qué estoy tan nerviosa, joder?
Claro, ya sé, Masón.
¿Y ahora?
Tú sabes que yo no soy atea, Señor, una revolcada como la de anoche es lo único que te pido siempre, jaajajaja.
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La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...