Todo el camino a casa con Axel es vergonzoso. Voy sollozando, ignorando su mirada mientras me concentro en la ventana y en cómo llueve fuera del auto.
—¿Fue él? ¿Te hizo algo? —pregunta de pronto al detenernos en un semáforo. Estamos cerca de mi casa, y agradezco que el trayecto no haya durado más de lo necesario.
—No quisiera hablar de eso, Axel —musito no queriendo ser una perra, pero tampoco queriendo abrirme con él. Suspira.
—Te quiero, Dulce. Fuera de que seas mi empleada, me importas. Quiero que si tienes algún problema o no estás bien, sepas que puedes contar conmigo —zanja, tomando una de mis manos para que lo vea. Lo hago y lo que encuentro en sus ojos es bueno, no hay nada de amor ni lastima, solo estima. Sonrío.
—Sé que puedo contar contigo, Axel. Esto se me pasará para mañana y el viernes estaré lista para trabajar —prometo. Sonríe y me suelta para volver a colocar el auto en marcha.
—Sí necesitas esta semana, puedes tomarla —asegura. Niego con la cabeza.
—Mi padre pasará Navidad en la ciudad —le cuento de una vez. Me mira brevemente y yo callo hasta que llegamos a mi casa y estaciona enfrente—. No creo que pueda trabajar esas dos semanas, Axel. Sé que serán las mejores, pero mi padre sigue sin saber a lo que me dedico —explico, aprovechando que está en modo comprensivo. Asiente lentamente y no dice nada. Abro la puerta para salir, pero baja la ventanilla al hacerlo y me ve desde adentro.
—No importa que no trabajes esos días, Dulce, pero no olvides que él eligió cómo vivir su vida. Tú debes hacer lo mismo con la tuya sin avergonzarte por eso—zanja y vuelve a subir la ventanilla para después arrancar, dejándome pensativa.
Estoy metiendo la llave en la puerta cuando escucho una voz que me hace contener el aliento.
—¿Ahora vas a huir de mí? —pregunta y no suena ni molesto ni contengo. Creo que suena agotado.
—Mason —musito, pero me corta, girandome para que lo vea.
—Escúchame, Dulce. Somos adultos y todo este tiempo me has demostrado que lo eres, así que no necesito de esto. No quiero más de ti llorando, pero más que eso, no quiero que vuelvas a huir de mí. ¿Puedes follarme, pero no llorar conmigo? —cuestiona, viéndome mal. Paso saliva y vuelvo a girarme de nuevo, abriendo la puerta para que entremos porque no quiero hablar aquí afuera.
Creo que la verdad es que, ni hablar quiero. No sobre esto.
Sé que la señora Graciela ya debe estar durmiendo, así que sigo derecho hasta mi habitación, escuchando las pisadas de Mason detrás de mí y mi corazón palpitar con fuerza por lo que estoy haciendo, por el lugar al que lo estoy llevando.
¿Qué estoy haciendo?
¿Por qué lo estoy llevando a mi habitación?
Abro la puerta y así la dejo, invitándolo a entrar, pero no lo hace. Me asomo después de lanzar el bolso a la cama, sigue recostado en la pared de enfrente. Cojo aire.
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La Reputa-ción de Dulce
Roman d'amourLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...