Mason sonríe cuando abre la puerta para mí y yo le entrego la bandeja con la comida. La coloca sobre el techo del auto y vuelve a extenderme su mano. Sonrío y la tomo para salir. Apenas lo hago, suelta mi mano y acuna mi rostro con ambas, estampando, por fin, sus labios contra los míos.
Jadeo cuando muerde suavemente mi labio inferior y me aferro a su espalda, clavando mis uñas en ella, acoplandome enseguida a lo experto que son sus movimientos en mi boca. Nos separamos por falta de aire, pero apoya su frente contra la mía. Sus siguientes palabras me hacen estremecer de deseo:
—Vas a acabar conmigo, bombón —promete con la voz más ronca que de costumbre. Muerdo mi labio inferior, manteniendo mis ojos cerrados.
—Y eso que todavía no empiezo a intentarlo —me burlo. Ríe bajo, separándose para verme mejor.
—Vuelve a tenerme en tu boca y no tendrás ni que intentarlo, ya lo habrás logrado —admite, guiñándome un ojo cuando me sonrojo.
Coge con una mano la bandeja, la otra la enrolla con la mía, lo que me sorprende, pero no me quejo. Necesito el equilibrio para mantenerme en pie después de ese beso y esas palabras suyas.
Entramos al edificio, donde saluda al hombre en recepción y seguimos de largo hasta el elevador. Dentro, vuelve a pegarme contra la pared y así, sin soltar la bandeja o mi mano, me besa de nuevo. Me aferro a su cabello como si mi vida dependiera de eso porque he descubierto que podría morir besándolo y morir feliz.
Nos separamos con el sonido metálico del ascensor al llegar a nuestro piso.
—Así, con las mejillas del color de tus labios, estos hinchados y tus ojos mirándome con deseo, así te ves más preciosa todavía, bombón —promete, tirando de nuestras manos unidas, depositando una sonrisa estúpida en mis labios.
Sí, sería tan fácil enamorarme de él, joder.
Muerdo mi labio inferior con ese pensamiento y sigo de largo por el pasillo. Me mira y ríe bajo al verme verlo igual de ansiosa cuando se detiene frente a una puerta. Suelta mi mano para poder sacar las llaves de su bolsillo y abrir. Lo hace y extiende la misma mano, invitándome a entrar primero. Cojo aire y lo hago, detallando todo.
Lo primero que veo es una chimenea eléctrica que ocupa gran espacio de la sala de estar, encima de esta hay un Tv plasma de, al menos, unas cincuenta pulgadas. La pared es de relieve de piedra, creo. Y es blanca, lo que le da un aire de casa de campo, por más que estamos en un piso 19 en una ciudad bastante grande. Paso de la pared para detallar el resto. Mason pasa riendo junto a mí con rumbo a no sé dónde.
Sonrío, admitiendo en mi interior que me gusta la combinación de colores de su hogar: gris con rojo vino. El sofá en forma de L es blanco y los cojines sobre él son de los colores anteriores, pero con diseños en negro.
—Ven, ya podrás familiarizarte con todo luego. Todavía no cambio nada de la decoración —reconoce.
Giro mi rostro para verlo apoyado de manera informal sobre un marco que supongo da con la cocina. Noto que no es de concepto abierto, eso es algo que me gusta. No me gusta la idea de que los invitados puedan ver lo que estoy cocinando. Por la sencilla razón que ni cocinar sé, pero bueno.
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La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...