Epílogo 👯

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Por ahí dicen: año nuevo, vida nueva

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Por ahí dicen: año nuevo, vida nueva. Pero yo no quiero eso. Quiero seguir viviendo mañana justo lo que estoy viviendo hoy... De preferencia que mi padre siga sin hablarme sobre lo que le confesé en el vídeo de mi trabajo.

No sé porqué no me ha dicho nada con respecto a eso, pero estamos mejor así, supongo. En esta semana que llevamos juntos, le ha caído de maravilla Cili, ha reconocido que está igual de loca que como la describí siempre y participó en una videollamada con Ryan y el señor Rafael, presentándose y agradeciéndole por haberme adoptado en New York.

En realidad, siento como si estuviera dentro de una película porque todo ha sido demasiado bueno como para que sea la vida real, pero doy gracias a Dios por recordar que no soy atea y ayudarme con todo esto.

En fin, estoy muy sensible estos días. Supongo que el tener a mi familia completa, incluyendo a Cili, me ha hecho sentir tan amada y agradecida que eso me tiene con el corazón chiquitito mientras veo a todos sentados en los otros sofás, con nuestros buzos iguales de navidad y riendo por alguna tontería de mi padre contándoles sobre mí de pequeña.

Específicamente les está contando cuando perdí un diente andando en bicicleta y jugó conmigo diciendo que nunca más me crecería. Eso los tiene riendo sin parar. De pronto, mis ojos se conectan con los de Masón y él sonríe de oreja a oreja.

Seguimos durmiendo juntos cada noche después de navidad, pero también seguimos sin mencionar lo nuestro a los abuelos. Mi padre está durmiendo en el sofá aquí en la sala, Cili en su habitación y yo con Masón.

Mi corazón se acelera cuando se levanta de su asiento, pasando por delante de todos y llega a mi lado, arrodillándose y apoyando sus codos en el reposabrazos para verme de cerca. Paso saliva, intercambiando mi mirada de sus ojos a sus labios. Sonríe cuando lo nota.

—¿Qué? —pregunto en un susurro, escuchando de fondo la conversación que mantiene el resto, pero no sabiendo si nos miran.

—¿Vivirías conmigo, bombón? —pregunta también en un susurro. Mis ojos se abren de par en par y veo toda la estancia, notando que sí nos están viendo.

¿Habrán escuchado eso?

Creo que mi corazón no está bombeando sangre y mi sistema respiratorio olvidó cómo hacer su tarea, por lo que, me va a dar un paro respiratorio en cualquier momento y moriré.

—¿Y la señora Graciela? —suelto porque es lo único que se me ocurre. Masón ríe suave.

—De todas las respuestas que he formulado en mi mente desde que lo pensé, esa no estaba —confiesa. Río bajito, viendo de nuevo a los demás, ya no nos miran. Bueno, solo Cili de reojo y mi padre.

—No puedo dejarla sola. He sido su huésped por más de tres años, si me voy, ella tendría que meter a alguien más y no podría vivir creyendo que esa persona puede lastimarla como a. —Callo cuando me doy cuenta de lo que estoy diciendo. Masón sonríe.

La Reputa-ción de DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora