Me levanto tan rápido que pierdo el equilibrio por tener el pantalón enrollado en los talones, pero Masón me sujeta por la cintura. Entiendo la orden que me da al verme y asiento. Enseguida me suelta y subo mi pantalón, ajustando todo tal cual y guardando la balita rosa dentro del bolso sin limpiarla, siquiera.
Masón regresa con un trapo y, justo cuando se arrodilla para limpiar mis jugos del suelo, me coge con una mano por la nalga y lleva su rostro a mi coño, aspirando por fuera del pantalón. Contengo el aliento.
—Disfrutaré devorarte con mi boca, bombón —dice en una promesa que le creo.
A este hombre le creería si me dice que es Jesús.
Muerdo mi labio inferior y reacciono al volver a escucharse golpes en la puerta.
—¿Qué hago? —musito. Se levanta.
—Siéntate en mi mesa y ponte a llorar. No lo sé, fingiremos una crisis —suelta. Arrugo mucho el rostro, demasiado.
Está loco, nos van a descubrir.
No me da tiempo de refutarle algo porque se regresa a la otra puerta por donde salió hace un momento, supongo que sea un baño. Temblando, obedezco y me siento frente a la mesa que señaló. Y justo cuando escucho cómo le explican a un vigilante la situación, todo estalla en mi mente y comienzo a llorar como si hubiese muerto alguien.
Apenas la puerta se abre que escucho todo el alboroto, de repente todo cesa, supongo que al deparar en mí.
—¿Dulce? —pregunta una voz bastante sorprendida. La profesora de gimnasia. Me giro en mi asiento, aún sin poder dejar de llorar.
No quiero ponerme a pensar en todo lo que está trayendo mi mente para llorar de esta forma, porque de hacerlo, entraría en una crisis nerviosa.
—Oh, al fin llegan —dice mi tío, saliendo del baño con un vaso de agua en la mano.
—¿Qué pasó? —pregunta la misma profesora, sin dejar de verme. Y yo sin poder dejar de llorar.
—La encontré fuera del baño de damas, no para de llorar —miente mi tío. En otras circunstancias, esto me diera risa, pero no es el caso. La profesora se acerca a mí, arrodillándose para tomar mis manos temblorosas sobre mis piernas.
—¿Estás bien, querida? ¿Pasó algo malo? —musita como una madre lo haría. Paso saliva, elevando la mirada para verlos a todos menos a Masón porque lo que diré es cierto y no debería de seguir doliendo.
—Ellos hacen lo mismo que nosotros —susurro entre hipos por el llanto. La profesora suspira y mira hacia atrás, a donde sus compañeros se encuentran y también suspiran.
—¿El joven Foster y la señorita Smith? —pregunta el profesor de cálculos.
Bajo la mirada, asintiendo levemente. Cuando mi espalda comienza a agitarse de nuevo por el llanto, no puedo creer que esté llorando así de violento frente a tantos, por algo que empezó como un juego, pero terminó explotándome en la cara.
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La Reputa-ción de Dulce
RomanceLa reputación de Dulce se resume a las primeras seis letras de esa palabra. Desde que baila en un tubo cada fin de semana y se lo disfruta, todos en su universidad la tachan de zorra. Para Dulce eso no es problema. Al contrario, se disfruta su títu...