CRUCE DE MIRADAS

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Lenni Suominen era el típico hombre de familia que suele salir en las series de televisión. De aspecto afable, pero con una vena temperamental que sabe esconder bien a las visitas y una apariencia adecentada de pies a cabeza. Se disculpó en nombre de su esposa, ya que se había quedado en casa para asegurarse de que todos se encontraban en el lugar para cuando yo llegara.

Agradecí enormemente el detalle de haberme comprado un zumo y algo para picar de camino a mi nueva estancia. Apenas había articulado palabra y no es que fuera precisamente tímida, pero es que era la primera vez que saltaba de mi pequeño pueblo a otro lugar más grande.

No mucho más poblado que el mío, pero, en comparación, me daba miedo. Aunque suponía que era mejor que haber acabado en una gran ciudad como Nueva York o Tokio.

En ese caso, hubiera tenido que hacer acopio de bastantes tranquilizantes para que me durasen todo el tiempo de mi visita. Por lo menos, si lo deseaba, podría encontrar lugares poco transitados de gente y respirar en paz. Con la vista en la ventanilla, la voz profunda del señor Suominen me produjo un pequeño respingo.

―Somos unos cuantos, en casa, pero no te preocupes por ello. Selenia me avisó con tiempo de que venías y saben comportarse adecuadamente.

―Sí, sé que ya acogiste a alguna de las nuestras. Todo este asunto parece muy secreto por lo que veo, porque mi abuela no me dijo a dónde iba―le comenté un tanto curiosa.

Aquello provocó que Lenni riera de buena gana. Yo sonreí sin saber la broma que había hecho, pero al parecer, había sido muy ocurrente. Él casi parecía feliz de que estuviera allí y era algo inesperado ya que no me conocía de nada. Con la mirada ahora puesta en él, me respondió:

―Oh, eres incluso más graciosa de lo que tu abuela me dijo. Y no querida, no es un secreto, pero debes saber que algunas personas como nosotros se ofrecen a que unos, digamos, "forasteros peculiares" vengan por un tiempo de visita. No todos comprenden costumbres tan diferentes y antiguas así que tu abuela tiene unos cuantos como nosotros que considera de confianza.

Lo comprendí perfectamente; ella estaría lejos y no podría protegernos de cualquier cosa que nos sucediera. No sabía con exactitud como se gestionaban este tipo de cosas, pero, desgraciadamente, dentro de no mucho comenzaría a saber más. Era mi destino, ya estaba escrito me gustase o no.

Lenni quizás sintió mi melancolía, porque cambió de tema repentinamente para hacer más ameno el viaje. Me preguntó un poco por mi vida ya que mi abuela no había dicho gran cosa de mí. Le dije que estaba en segundo año de universidad, que adoraba las plantas y que suelo ser amigable a no ser que me molesten. No quería mentir acerca de mí, y eso lo agradeció ya que él me dijo que en su familia la lealtad y la verdad eran muy valoradas.

Si todos los miembros eran como él, estaba segura que mi tiempo aquí no sería tan horrible. Quizás no encontraba a quién estaba destinada, quedando todo esto como un viaje anecdótico. No me quejaría en absoluto y aprovecharía mi tiempo en investigar la flora del lugar y así amplificar mis conocimientos.

Con una sonrisa, Lenni anunció que ya habíamos llegado. Para mí, aquello me provocó una mezcla de sensaciones contradictorias que no lograba descifrar. Y todo explotó cuando abrí la puerta del copiloto y mis piernas fallaron haciéndome caer al suelo. Me raspé las rodillas, sangrando ligeramente, lo que hizo que Lenni se alertara más de lo que esperaba.

―No es nada, de verdad―le dije observando su aterrorizada mirada puesta en mi herida supurante. Supuse que era un poco aprensivo y no le di más importancia. Casi parecía desmayarse.

―No digas eso Portia, espera que te cure en un segundo―me dijo mientras me obligaba a sentarme de nuevo en el asiento con la puerta abierta. Rebuscó en el maletero, encontrando una pequeña caja en cuyo interior guardaba todo tipo de elementos para curar cualquier herida superficial. Al comprobar que me quedé mirándolo curiosa, él me respondió:

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora