Mi cabeza estaba en otro sitio, incluso entre el gentío emocionado y sonriente y los puestos colocados exquisitamente, mi preocupación no me abandonaba.
Varias personas me detuvieron para pedirme consejo sobre qué flores poner o cómo colocar esta u otra cosa; respondía con una pequeña sonrisa intentando que mi ansiedad no traspasara al resto. Aunque por mucho que me esforzara, algunos apretaron mi hombro en señal de comprensión y apoyo.
Se me hacía muy difícil no acercarme a ella cuando deseaba abrazarla y decirle que todo iría bien. Aunque pertenecía a una especie diferente, con el paso de los años había visto a muchos de ellos llegar a su conversión final y el dolor podría llegar a matar si no se soportaba.
Portia era fuerte; confiaba ciegamente en que lo lograría. Sería el primer paso de tomar las riendas de su vida y su destino, así que todo insulto o desplante me merecía la pena. Hacía media hora que la dejé en casa de Sunna y ya la echaba de menos.
― ¡Cabeza de chorlito!¡hora de dejar de soñar despierto y ayúdame a servir las mesas! ―me gritó Mallow agitando una servilleta de tela frente mi nariz. La fiesta había llegado en buen momento, ya que aprovecharíamos y le daríamos la bienvenida a Portia. Seguramente no reaccionaría demasiado bien porque aun no confiaba en nosotros, cosa que comprendía bien, pero las tornas podían cambiar con el paso del tiempo y el esfuerzo.
Se lo contaría todo, poco a poco, aunque solo las partes que me incumbían a mí. Sunna debía encargarse de contarle su historia por muy dolorosa que fuera y trabajar duro para que Portia la aceptase en su vida.
No quería que su cuerpo se resintiera con tanta información o que hiciera alguna estupidez antes de esta noche. Tenía claro que tarde o temprano necesitaría de mí y que, lo más probable, es que fuera la única vez que me permitiera tocarla; mientras que ella estuviera viva, estaba dispuesto a sacrificarme.
Tomando varias mesas apiladas con gran facilidad, las llevé a la plaza para colocarlas unas junto a las otras. Algunas mujeres comenzaban a colocar los manteles cuyas flores habían sido bordadas con gran cariño y siempre eran usados en noches como ésta. Las niñas repartían cestos con pétalos de flores para tirarlos por doquier mientras pedíamos deseos cuando cayera la noche; nuestro cielo se cubría de elfos alados con la piel brillante, danzando y cantando por las buenas cosechas y la fertilidad de las nuevas generaciones.
Los dracontes no disfrutábamos de ese privilegio puesto que los nacimientos eran muy raros y no siempre el bebé sobrevivía. Yo fui uno de los muchos intentos de mis padres que, finalmente salió bien. Con ello, cientos de responsabilidades cayeron a mis espaldas al ser el único heredero que tomaría las riendas de mi raza cuando mi padre relegara de su puesto, que, según él, sería cuando encontrase a mi compañera.
Un nudo se aferró a mi estómago; no estaba seguro si Portia me aceptaría o aceptaría el lazo, pero si la genética se imponía, ella elegiría a otro que no sea su compañero al igual que hizo su madre. Me aterraba la posibilidad de admirarla desde lejos como había hecho los últimos años, pero al menos ahora podía protegerla sin esconderme. Un mensaje llegó a mi teléfono.
―Las cosas se están torciendo por aquí. La matriarca sigue durmiendo, pero está comenzando a dar señales de movimiento. Quizás despierte próximamente.
Maldije en voz baja; no era el mejor momento de enfrentarnos a su ira. Además, tarde o temprano, se enteraría que su querida nieta no estaba en la isla. Y no quería exponer a más gente en un momento en el que ella podría encolerizar y dejarse llevar por decisiones drásticas.
―Creo que Mallow no usó suficiente tónico para ella. El problema es que la maldita flor no se consigue fácil y no creo que sea prudente volver al paraíso de los Dioses. Si algún dios se entera de lo que hemos hecho, las consecuencias podrán llegar a ser horrorosas.
― ¿Eso que detecto en las letras que me escribes es miedo, viejo amigo? ¿o simplemente no soportas que mi hermana te dé largas?
Aquel estúpido siempre bromeaba cuando aparecían los momentos críticos. Le ignoré por completo, pensando en que debíamos de relevarnos dentro de no mucho tiempo por si ella despertaba. No iba a permitir que Tidus se enfrentara a ella solo.
Alguien tocó mi hombro, girándome esperando que Portia se hubiera preparado, pero era Mallow que me miraba con cierta picardía en su rostro. Puso ojos de cordero degollado haciéndose la ofendida. Adoraba ser el centro de atención.
―Ya sé que Portia es hermosa, pero también me viene bien que me admires a mí también. Ya sabes que si me cabreo puedo lanzarte rayos al culo, Eilam. O bien hacer que crezcan ortigas alrededor de tu cama para que te pique hasta el escroto.
― ¿Te atreverías a faltarle al respeto a siguiente señor de los dracontes?
Aquello la hizo reír tanto que la guirnalda de flores de su pelo se calló al suelo. Todos los presentes nos observaban divertidos sin cesar en los últimos retoques de la fiesta. Mallow se puso seria antes de contestarme.
―No olvides quién soy Escamitas. Podría reducirte a polvo con sólo pestañear. Da gracias a qué decidí ponerme de tu lado, pero aquí la pregunta más importante es, ¿Te ayudaré a que Portia se ponga de tu lado o del mío? Soy una niña caprichosa, tú mismo lo dijiste a veces y quizás lo que hoy me parece bien, mañana no lo sea. ―dio varios pasos hacia mí, observándome con sus enormes ojos casi blancos; siempre lograba ponerme la piel de gallina―No olvides que he descuidado a mi pueblo por luchar a favor de tu causa, de la injusticia que los tuyos sufren desde hace años. Pero si te soy sincera, no voy a darle pie a Portia de que te acepte o confíe en ti. Lo siento, no soy de esas, soy de las que prefiere dar las herramientas para que el buscador encuentre la verdad.
―No pretendo que lo hagas y no olvido la gratitud que siento hacia ti. Nunca será suficiente todo el agradecimiento que pueda ofrecerte en toda mi eternidad―le respondí solemne. Ella sonrió satisfecha, bajando un poco la intensidad de sus gestos.
― ¿Era difícil decirme algo bonito, Escamitas? A veces una chica necesita algo que la suba la autoestima. A veces puedes llegar a ser como un témpano.
―No creo que pueda hacer crecer aun más la autoestima que ya tienes. Si no fuera porque no eres humana, te habrías pulverizado los huesos cada vez que te caes de tu pedestal.
Ambos bromeamos por un tiempo, ayudando a todos a completar la cena. Todo estaba servido y listo para darle la bienvenida a una de las noches más especiales del año. La bruma comenzaba a salir del suelo, creando suaves nubes esponjosas con las que los niños adoraban jugar y saltar e incluso intentar comer. La magia vibraba por cada poro de nuestra piel, resonaba en las flores que comenzaban a iluminarse al contacto de esas volutas de energía que levitaban entre nosotros. Era lo más parecido que vi en la vida a las luciérnagas.
Goldenclove se había vestido de gala, de la gala que los bosques tapizan de vida cada roca y parcela de tierra. Las danzas comenzaban siempre en el suelo, pero pronto, cuando el punto más alto de energía se elevara en el cielo, todos volaríamos felices sin preocuparnos de nada más. Precisamente, eso era lo hermoso de esta noche, que no existían guerras ni odio ni rencores, tan sólo la magia. La magia que todo limpia y que todo sana.
Pero la naturaleza no solo trae vida. También la muerte la acompaña de la mano como su fiel amiga que nunca abandona. Ese grito que desgarró la noche parecía haber salido del infierno, de un alma atormentada que sufría una agonía.
Portia portaba la voz de la muerte en sus cuerdas vocales y yo nunca en mi vida tuve más miedo que esa noche.
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Kupari Lanka y los hilos del destino
FantasyADVERTENCIA: Este libro puede contener escenas sexuales altamente explícitas además de escenas de gran crueldad. No recomendable para menores de 18 años o personas impresionables. Como medida de no desaparecer, cada año, algunas de nosotras, queram...