ELEGY

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Mallow casi tiraba de nosotros colina abajo para llegar cuanto antes a Goldenclove. Era extraño su mutismo; casi estaba acostumbrada a sus constantes tira y afloja con Eilam que, la mayoría de veces, me provocaba más molestia que diversión. Sus actitudes no eran lo único que me hacía sentirme alerta; ese temblor fue hecho por algo relacionado con magia, no era algo natural.

Para cuando quise preguntar, su mirada se clavó en la mía con la misma agresividad con la que tiraba de mi brazo. Estaba cansada que esa actitud de tirana, por la que frené en seco y tiré de ella para poder liberarme. Casi la hice caer de espaldas; con la boca semi abierta, se giró en mi dirección completamente ofuscada y con las aletas de la nariz tan dilatadas que casi se le salían las ideas por allí. Quise reírme, pero Eilam se aclaró la garganta para darme un pequeño aviso discreto. Mallow se sacudió el vestido, estirándolo como si fuera una especie de tesoro.

Quizás se estaba dando tiempo para calmarse y que todo no se nos descontrolara. Y quizás eran mis ganas de liberar tensión, que no me importaba iniciar un combate en la hierba.

―No seáis imprudentes en vuestras palabras, ellas pueden llegar a ser muy fieras y más con aquellos que no conocen―dijo Mallow como si me leyera las intenciones. Chasqueé la lengua conteniendo mis ganas de empujarla de nuevo, ¿cómo podía ser tan cínica? Se cruzó de brazos, alzando la barbilla―no me seas cría Portia, que estés molesta con la situación no debe ser el detonante de que no te comportes en situaciones críticas.

― ¿Y me lo dices tú precisamente? ―le contesté con una media sonrisa. Ella se giró instantáneamente con cara de pocos amigos. Levantó la mano para subirme el cuello del jersey hasta taparme la boca. Entrecerró los ojos.

―Yo no soy tú, te dije que no soy una simple niña, que ya sabrías mi verdadero nombre. ―con otro gesto, me descubrió de nuevo la boca, obligando a mi cuerpo a dar varios pasos hasta llegar a ella. En sus ojos brillaban la rabia y la diversión― ni siquiera yo sería capaz de evitar un enfrentamiento entre tú y una de ellas, menos si se trata de la comandante. Si tuvieras la mitad de agallas que ella, te iría mucho mejor.

El cuerpo de Eilam se puso entre ambas, intentando poner distancia entre nosotras. Nunca me llevaría bien con ese sucedáneo de cría malcriada y caprichosa que se creía más que los demás. No había nadie que contribuyera a que me quedara aquí. Y pensar que me quejaba de Rainer.

Dios Rainer, ¿dónde demonios estás? ―ese pensamiento comenzó a obsesionarme ahora que volvía a tener la percepción de estar despierta de nuevo. Todo había sido tan caótico y extraño que la noche que estuvimos juntos casi parecía más un sueño que una realidad.

Pero ahora...ahora quería una respuesta. Y no tenía la excusa de tener un taladro entre los ojos que me estuviera matando de dolor como la noche anterior. Era una maldita roca y nadie me iba a convertir en gravilla.

― ¿Dónde está Rainer?

Una brisa incómoda junto con el silencio más amargo, revoloteó entre nosotros dejándome la piel de gallina. Mi voz retumbó en el pecho al igual que mi corazón cada vez más desbocado por el silencio que ninguno de los dos lograba romper. Apreté los puños, observando la espalda de ambos y el sube y baja de sus músculos; ambos no tenían idea de cómo contestarme para darme la respuesta que necesitaba. Quizás, demasiado dolorosa y por ello querían encajar las piezas antes de soltarla por la boca.

Al ver que ambos ni siquiera me dedicaban una mirada de disculpa, di varios pasos para ponerme en frente de ellos. Al acercarme al acantilado, la vista descendió hacia Goldenclove, donde podía verse una aglomeración de gente en la plaza de la ciudad; debían de ser las descendientes de las que hablaba Mallow.

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora