NECESIDAD

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Me quedé sentado en la cama mientras que Tidus se encargaba del cabello de su hermana. Ella no cesaba en moverse en todo momento, así que la tarea era imposible de realizar. Ella sólo deseaba ir conmigo, por lo que no pude evitar sonreír ligeramente.

Al darse cuenta de nuestras miradas, él bufó y se puso en pie para hablar conmigo. Portia estaba sentada en la banqueta del baño con un albornoz puesto y una sábana atada en sus tobillos para que no escapara.

―Tienes que ayudarme, pero tiene que ser bajo mis condiciones.

― ¿Esa es forma de pedir un favor a una de las personas que te acogió incluso cuando te presentaste en plena noche? Podría mandarte a la mierda, pero se trata de ella así que mejor me guardo lo que pienso de ti hasta que se encuentre bien y pueda romperte la mandíbula de un puñetazo. ―le gruñí sin importar que Portia me miraba ensimismada. No quería que ella se sintiera mal por toda esta pelea, pero no me dejaban opción. Le sonreí ligeramente.

Ni siquiera escuché sus malditas peticiones; entré al baño y me senté en el suelo al lado de Portia. Sus ojos centellearon de alegría en cuanto supo lo que iba a hacer. La coloqué en mi regazo con cuidado para sujetarla y que Tidus terminara esa maldita tarea que me ponía de los nervios. Estaba cabreado, pero no podía negar que me necesitaba. La cabeza de Portia se puso encima de mi hombro, muy peligrosamente cerca de mi cuello.

―Rainer...―susurró restregándose contra mi pecho. Me costaba controlarme porque el olor y el calor que emanaba de su cuerpo estaba en completa sintonía con el mío. Me abrasaba, pero lo que más dolía era tener que aguantarme y no ceder a lo que deseaba hacer. Me estaba matando. Su hermano echaba rayos por los ojos.

―No la mires, se supone que no puede verla nadie así hasta que se enamore. Es nuestra tradición y la hemos roto...justo ahora. No puedo imaginar...las consecuencias.

― ¿Justo ahora que qué? ―pregunté. Él se limitó a terminar su trabajo mientras que ella ronroneaba en mis brazos con intenciones de tocarme más allá de una simple caricia. Estaba a punto de mandar al demonio todo, patear a Tidus por la ventana y cerrar todo, aunque tuviera que clavar tablones a cada una de las salidas de la habitación. Él carraspeó a mis espaldas.

―Contrólala, ella no está en sus cabales ahora mismo.

―Quiero que me expliques eso y sin evasivas. Estás en clara desventaja y lo sabes―le gruñí mostrando mis colmillos con una gran sonrisa. Sus dedos temblaron ligeramente, pero se recompuso para terminar cuanto antes y darle la dichosa medicina.

Eso era lo que más me cabreaba, que por mucho que le amenacé, se negó a hacerlo antes de recogerle el maldito pelo. Con cada instante que tardara, la ansiedad más se expandía por su pecho. Pero ese tipo, me costara lo que me costara iba a hablar.

En cuanto vio que ya todo estaba en su lugar, me obligó a detenerme; amarró sus pequeñas campanillas en torno a algunas trenzas y mechones, coronando el gran moño con una cinta de terciopelo rojo que siempre llevaba. Más que una actividad normal, todo ello parecía ser una ceremonia extraña.

Él se puso en pie para tomarla en brazos.

―Me llevo a mi hermana a la cama, tengo que medicarla.

Asentí y le seguí de cerca sin perderle de vista. Del bolsillo de su blusa, sacó un vial de color blanco del que sentí una energía abrumadora, similar a la noche en la que ella se transformó. Su cuerpo se convulsionaba y sudaba muchísimo; estaba agonizando por alguna especie de dolor.

―Dime qué demonios le pasa, ¿cómo es posible que le duela tanto lo que sea que le duela? Joder―le toqué la frente―si parece que está fundiéndose.

En cuanto mis manos se pusieron en su frente, me tomó de la muñeca para rozar su cabeza con el dorso de mi mano. Suspiraba y gemía ligeramente mientras que se revolvía entre las sábanas queriendo ir hacia mí. Tidus la miraba con ojos desorbitados.

Si las cosas seguían así, iban a descontrolarse.

― ¡Hermana, mírame! Él no es tuyo, no puedes tocarlo, ¿me escuchas?

Ella sonrió ampliamente mientras que él intentaba sujetarla por un tobillo para que se quedara dónde estaba. Su voz, idéntica a la de esa noche, le dijo antes de saltar sobre mí:

―Mira cómo lo hago Tidus, no me importa si tengo público. No me vas a impedir hacer lo que quiera.

Me tumbó en el suelo sentándose a horcajadas de mí. Su boca fue directa a la mía, pero Tidus me la quitó de encima, aplastándola con su peso contra el suelo. Intentó arañarle la cara, vociferando que lo mataría, que le sacaría las tripas si no la dejaba libre.

―Esto me duele hermana, porque sé que vas a sufrir―y entonces, le clavó algo en el estómago; el vial de color blanco. Ese líquido comenzó a circular por su sangre, iluminando sus venas hasta llegar al corazón. Cayó dormida en unos pocos segundos, volviendo a la normalidad casi instantáneamente.

―Desgraciadamente, ésta es una medida temporal―me dijo sin mirarme. Tomó a Portia para tumbarla en la cama de nuevo y cubrirla con la manta. Ahora no sudaba, pero su cansancio era evidente por su rostro contraído, quizás por pesadillas o los dolores que ni siquiera la dejaban en paz entre sus sueños. En silencio esperé que siguiera hablando.

Asintió levemente sentándose al lado de ella, pidiéndome que me alejara un poco porque podía sentirme si me encontraba muy próximo. Eso podía despertarla y que siguiera con ese dolor inmenso que padecía o que intentara hacerme ciertas cosas que a su hermano no le hacían demasiada gracia. Tomó la mano de su hermana antes de hablarme:

―Le duele porque su cuerpo se está desquebrajando. Su coraza humana no puede soportarse más y se está fracturando. Lo que le he inyectado es rocío de luna de un estanque del bosque aledaño a nuestro territorio. Se dice que allí fue donde la diosa Luna nació.

― ¿Por qué se rompe esa coraza y qué va a pasarle cuando se rompa del todo?

El rubor cubrió el rostro de Tidus. Nos estábamos adentrando en una conversación más personal; podía verlo titubear, o frotarse las manos con nerviosismo. Su seguridad se perdía a cada instante.

―Ella se convertirá en lo que siempre fue. Se está rompiendo porque...está entrando en celo y, para su transformación, ella necesita algo.

Quedó en silencio no queriendo contarme más, pero le sujeté del cuello abriendo la ventana para sacarlo al exterior. Con medio cuerpo dentro del dormitorio, utilicé mi poder para hacerle hablar, pero algo estaba bloqueando mi capacidad. Incluso con ella cuando se transformó, pude utilizar mis habilidades para que se calmara y fuera más dócil. Pero con su hermano, era completamente imposible hacer nada más.

De un empujón, lo tiré al suelo, colocándome sobre su espalda para agarrarlo del pelo con fuerza. Gruñó intentando apartarme; por lo menos, mi fuerza podía con él.

―Ya puedes ir contándome qué está pasando con ella. Quizás algunos miembros de la familia lleguen a ser benevolentes contigo, pero Markus o yo...podemos llegar a ser demasiado...bruscos si la visita es una completa maleducada como lo estás siendo tú.

Observó a su hermana intentando apartarme de un golpe: como dije, no tuve piedad y seguí tirando de él como si quisiera arrancarle el cuero cabelludo. Los gritos comenzaron a resonar por la habitación, haciendo que Portia se moviera ligeramente.

Le rompería la nariz si ella despertaba y comenzaba a sufrir. Y no, no importaría que luego me odiara por ello.

― ¡Está bien, joder!¡Te lo contaré! Malditos seáis todos. Os juro que si la tocáis no seré yo el único que iré a por vosotros―hizo una pausa para comenzar a reírse suavemente. Su voz cambió ligeramente, volviendo a la normalidad cuando continuó hablando― deberías temernos, Rainer, aunque quizás aún no nos hemos presentado. Pero no te preocupes, siempre hay tiempo.

Lo dejé ponerse en pie, sacudiéndose la ropa como si le hubiera asqueado que lo hubiera tocado. Con un gesto torcido de profundo rencor, me contestó con severidad.

―Llama a tu familia, es hora de hablar.

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora