―Creo que hemos empezado con mal pie. Quizás soy demasiado protector con Portia, pero es mi deber como hermano mayor. Nunca estuve de acuerdo con todo esto de que ella se marchara de viaje, pero son nuestras costumbres, nos pese a quien nos pese. Por fortuna para mí, yo aún no he sido llamado por la Diosa Luna, así que no tengo que encontrar a mi compañera. También se supone que soy demasiado joven. ―Comenzó a explicarnos. Todos nos encontrábamos sentados a su alrededor en el comedor; unos en el suelo y otros en el sofá. Incluso Markus lo observaba silencioso mientras estrujaba su osito de peluche. Los engranajes de su cerebro podían escucharse desde aquí.
Puse los ojos sobre mi madre; le temblaban las manos y miraba al suelo como si fuera la cosa más interesante del mundo. Aquella mirada la conocía bien; estaba a punto de perder los nervios. Mi padre la sentía por el vínculo que compartían, por lo que no cesó en atenciones silenciosas. Por su parte, Ákseli nos analizaba a todos como si fuésemos su experimento, con un rostro pétreo que demostraba su profunda animadversión hacia Tidus.
Por una vez en la maldita vida, estaba de acuerdo con él.
―He de decirte que no nos diste demasiada opción para comenzar con buen pie, Tidus―dijo mi padre con suavidad. Su autoridad se encontraba en el fondo de sus palabras; tan sólo había que echarle un vistazo a su postura para darse cuenta que estaba preparado para atacar si las cosas se ponían feas. Y yo iría detrás si hacía falta.
El tipo sonrió haciendo una reverencia a modo de disculpa. Yo toqueteaba mi coleta, completamente prendido de lo que iba a decir; estaba harto de tanto secretismo.
―Creo que es hora de que hables, muchacho. Quiero saber qué le pasa a Portia y quiero la verdad.
―Está bien―exhaló cerrando los ojos. Tras una pausa, prosiguió― como he dicho, yo aún no he sido llamado por la Diosa Luna. Es una deidad que mi pueblo venera desde generaciones muy antiguas. Se dice en nuestras escrituras que, en el lago adyacente a nuestro hogar, fue donde nació nuestra diosa y que nada más poner un pie en la tierra, todo floreció alrededor y que los primeros humanos que crearon fueron nuestros antepasados directos. Desde entonces, ella nos ha proveído de todo lo que necesitábamos, desde comida a protección y por ello, le rezamos y veneramos desde nuestro nacimiento.
― ¿Cómo surgió todo eso del cabello? ¿por qué tenéis que llevarlo recogido? ―pregunté. aquello lo enmudeció un poco, contestándome con cierta pena en su voz.
―La Diosa Luna se enamoró una sola vez en su vida, pero era un simple mortal así que sabía perfectamente que tarde o temprano, moriría sin remedio. Incluso con sus poderes de diosa, no podía burlar a la muerte, ya que ella gobierna incluso por encima de los propios dioses. Fue entonces cuando, al aparecer la muerte, hizo un pacto con ella; su eternidad a cambio del alma de su amado, para que cuando muriese, él ascendiera al mundo de donde ella provenía antes de nacer en la tierra. Se dice que es como un paraíso y sólo pueden vivir los dioses y diosas que han vivido en la tierra y que deciden descansar. El problema era que tendría que infringir las reglas y que eso le costaría pagar un precio. Ese precio debíamos de pagarlo los humanos, los descendientes de ella en concreto, a cambio de que pudiera reuniera con su amado en la tierra de los dioses. Nosotros, agradecidos por todo lo que nos dio, aceptamos el castigo que la muerte quiso para que el trato fuera hecho: todos y cada uno de nosotros, solo sería capaz de amar una vez en la vida, al igual que la Diosa Luna. Y cada cierto tiempo, nacería un descendiente capaz de hablar con ella y ver con ello las uniones escritas en los hilos del destino. Mi familia, todos y cada uno de sus descendientes, han sido capaces de ello.
― ¿Por qué el cabello? ¿Qué tiene que ver en el trato? ―preguntó Ákseli.
―La Diosa Luna nos dio el don del amor a través de las hebras de nuestro cabello. Desde bebés, ella fue cargando en brazos a nuestros ancestros, les trenzaba el cabello y les daba virtudes para que su vida fuera fructífera. El amor está vinculado a nuestro pelo y una vez que decidimos el trato con la muerte, fue el momento en el que tuvimos que hacerlo. Para que nuestro amor, nuestros pensamientos, se liberasen en el momento en que encontrásemos a quién amábamos.
― ¿Cómo sabéis que es el indicado? Por lo que has contado, no hay errores posibles.
Tidus miró a mi padre, asintiendo. Me estaba guardando la pregunta cuya respuesta más temía, ¿qué demonios eran ellos? Porque seguía mencionando que eran humanos, cosa que sabía perfectamente que era mentira. Me sosegué siguiendo el relato atentamente.
―Cuando entramos en celo, es ese momento en el que sentimos la presencia de nuestro complemento, nuestro igual. Nuestro cuerpo humano comienza a desquebrajarse, liberando nuestra forma final, la real, la que guardamos a la vista de todos. Desgraciadamente...no sé si puedo contaros más―puso las manos sobre las sienes, respirando con nerviosismo. Los adornos de su pelo comenzaron a titilar y brillar en la penumbra. Por primera vez, mi madre habló con una calma completamente inesperada.
―Tidus, no es la primera vez que hemos actuado con gran cortesía hacia los vuestros. Ya ha habido algunas ocasiones en las que hemos acogido a vuestra comunidad con los brazos abiertos y sin ningún tipo de pregunta. Es ahora cuando he descubierto que aquellos que consideraba humanos, quizás no lo eran y que pueden suponer una amenaza para mi familia. He de pedirte que, si tienes algún tipo de gratitud en tu alma, nos cuentes qué está sucediendo.
En sus ojos podía verse con claridad su lucha interna; las palabras de mi madre lo habían conmovido lo suficiente como para sentarse y reflexionar en silencio. No quería pasar más tiempo del necesario aquí sabiendo que Portia se encontraba en un estado que aún no comprendía bien. Al borde de las lágrimas, Tidus respondió con voz temblorosa:
―Portia ha entrado en celo, ha encontrado a su compañero. Si no se enlaza a él, morirá en cuestión de días. He podido...he podido atrasar los síntomas gracias a una medicina, pero sé que es cuestión de tiempo que su cuerpo no lo soporte.
― ¿Quién es? ¿Cómo sabemos quién es para traerlo aquí? ―preguntó mi padre. Tidus negó la cabeza, completamente confundido.
―Eso lo saben las dos partes. Ambos reconocen el olor del otro, sienten una atracción extrema e incontrolable. Incluso antes de la unión, son capaces de sentir el tacto del otro, es decir, si uno se acaricia el brazo, el otro lo siente como el suyo propio. Además, antes de la transformación final que ocurre tras la unión de ambos, siempre ocurren algunas transformaciones en épocas de mayor poder lunar. Y siempre ocurre en presencia o cercanía de la pareja.
Aquello casi me hace caer al suelo; todo lo que decía, palabra por palabra, era lo que justo me sucedía con Portia. Mi pulso se disparó mirando las escaleras con temor, pensando en las pocas posibilidades que me quedaban. Pero quería saber más, quería saberlo todo, porque sin pretenderlo, ya estaba dentro de la ecuación.
― ¿cómo ocurre esa unión y qué pasa después? Dijiste que Portia podía soportar unos días, ¿Cuántos días más?
―Ella...quizás dos semanas si...si su cuerpo es lo suficientemente fuerte. La unión se realiza durante el acto sexual, el primer acto de su vida. En ese momento, se rompe el caparazón y se libera el verdadero cuerpo de ella. Entonces...entonces...―hizo una pausa mirándonos a todos. Casi parecía que iba a echar a correr, pero prosiguió dirigiendo su mirada directamente a mí―entonces el vampiro tiene que beber su sangre, marcarla con su oscuridad y ella beber de la suya.
Aquello nos dejó a todos atónitos. Tidus se puso en pie, dando varios pasos hacia la escalera; iba a verla, su preocupación podía paladearse sin necesidad de mirarle a la cara. De espaldas a nosotros, se disculpó de nuevo por todo y nos dijo antes de marcharse:
―Dije vampiros porque los nuestros siempre se enlazan a ellos. Los requieren para vivir, para existir...y para amar.
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Kupari Lanka y los hilos del destino
FantasyADVERTENCIA: Este libro puede contener escenas sexuales altamente explícitas además de escenas de gran crueldad. No recomendable para menores de 18 años o personas impresionables. Como medida de no desaparecer, cada año, algunas de nosotras, queram...