LOS PASOS QUE ME LLEVAN HACIA TÍ

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Hola chicos y chicas, siento haber tardado tanto, pero llevo un ritmo de vida últimamente que no veo forma de sentarme a escribir. Para colmo, el teclado de mi portátil va un poco regular así que también se me complicaron las cosas. Para que sepáis un poco mi horario, el día 17 de este mes ya acabaría mis exámenes, por lo que podré subir contenido mucho más a menudo. De nuevo, agradeceros la confianza  y paciencia que me tenéis, se os quiere mucho. Espero disfrutéis el capítulo, el siguiente ya está en marcha^^.

El mundo se había desplegado ante mí con unos colores y sonidos que nunca antes había presenciado. Voces se arremolinaban en mi mente y, en ocasiones, me hacían tambalear por causa del agotamiento al intentar descifrar lo que me decían.

Desde que aquel colgante tocó mi pecho, las cosas comenzaron a cobrar vida a mi alrededor; el salón, en el que tan sólo se escuchaba el crepitar del fuego y las brasas, ahora parecía ser una reunión de mucha gente que, no sólo hablaba, sino que vociferaba como si algo le molestara. Voces masculinas, femeninas, adultas y jóvenes, todas ellas no daban lugar a mi cerebro por un descanso.

"Confía en los cuervos", recordaba una y otra vez las palabras de la carta desgastada que se encontraba en la caja que Leo me había dado cuando había ido de visita a su tienda. No era una hora muy propicia para hacer acto de presencia, así que, desgraciadamente, no podía ir a preguntarle acerca de la procedencia de dicho artefacto. Por lo que sabía, aquello le había sido dado a esperas de dársela a alguien, por lo que la persona que se lo dio probablemente me conocía o al menos sabía de mi existencia. La cuestión es si yo conocía a ese sujeto misterioso que parecía ser una mujer.

Un calor me hizo sisear; la pluma que llevaba en el bolsillo se había vuelto a iluminar, diciendo de nuevo "llévame". Esa voz era mucho más nítida y sobresalía de entre el resto, con una claridad e imperiosidad que provocaba que mis pies se movieran inconscientemente. Estaba obedeciendo a alguien sin saber nada más, sin plantearme la posibilidad de ser una trampa, ¡incluso la misma carta podría serlo! Quizás alguien la había colocado a modo de cebo para ponerme en manos de alguien peligroso.

Y aunque una parte de mi cerebro desconfiaba, mi subconsciente era el que mandaba sobre mí, ignorando el camino que había tomado o la hora en la que estaba caminando sola. No me había puesto la capucha ni tampoco había escondido mis alas: si alguien daba un paseo en este preciso momento por el parque que cruzaba, me vería y pensaría que había perdido el juicio.

Y estábamos en plena madrugada, con el silencio absoluto y un frío que dolían en los huesos. Estaba loca saliendo de la casa de los Suominen, sin decirles nada y sabiendo que, a la mañana siguiente, Mallow la recogería para volver a Goldenclove, pero en mi mente no cesaba la idea de que quizás todo esto me llevaría a Rainer.

Su sola mención en mi mente hizo crujir mi pecho. Cesé mi paso decidido para agarrarme el pecho y bajar la mirada hacia la nieve que cubría mis botas. El recuerdo del parque, donde se comportó como un imbécil, ahora dibujaba en mis labios una sonrisa cubierta de lágrimas.

Te encontraré―susurré mientras secaba mis lágrimas furiosamente. Nadie iba a impedir que ambos nos reencontrásemos y que, quizás, pudiéramos averiguar qué demonios había entre los dos. Porque ni siquiera me comprendía yo misma y todo este hatajo de sentimientos comenzaba a desesperarme. Podía ser causado por mi transformación ya que ahora las cosas las sentía más...cómo decirlo...intensas. Una leve brizna de interés podía convertirse en un huracán que me quemaba el bajo vientre y esto, desgraciadamente, me ocurría con los dos.

Pero en la vida hay que elegir...no se puede tener todo.

Sacudí la cabeza para aclararme las ideas sin soltar aquella pluma que guiaba mis pasos con facilidad. Había atravesado el parque y ahora estaba caminando por el asfalto en dirección al paseo marítimo. Al levantar la vista, vi el gran reloj colgante en la fachada de la juguetería de los Toivonen, cuyas ventanas estaban cerradas y desprovistas de luz procedente del interior. No había señal alguna de que tanto el señor como su hija se encontrasen trabajando a altas horas de la noche: lo cierto es que no había mucho sentido en hacerlo. No tenía idea de si era suficiente con vender algunas baratijas de vez en cuando, pero por el aspecto del dueño de la tienda, dinero precisamente no les faltaba.

Otro misterio que añadir a la lista.

Aun a pesar de mis dudas punzantes, la luna se reflejaba hermosa esa noche, casi como si el universo deseara darme algo con lo que no salir corriendo. Me detuve unos instantes, mirando su reflejo en unas aguas tranquilas, además del faro, cuya luz guiaba a los valientes que ahora se encontraban en alta mar. Yo me encontraba tan perdida...tan solitaria a veces y no había encontrado mi propio faro, mi propia luz que seguir.

No comprendí la razón, pero aquella visión me hizo llorar. Pero no de una forma silenciosa, sino con intensidad, con el crujir del pecho y una falta de aire como si la vida se deslizara por tu garganta y quisiera salir. Un tirón de tu alma que casi hace doblar las rodillas y caer al suelo. Quizás estaba siendo ridícula, pero me amparaban los claroscuros de la noche al igual que las solitarias calles cuya presencia sólo era yo misma.

Me había detenido por demasiado tiempo; la pluma que llevaba agarrada contra mi pecho, había comenzado a susurrar de nuevo, imperiosa e implacable, así que no tuve más remedio que continuar con mis pasos. Bordeé el paseo marítimo, observando las barcas flotantes que llevaban algunas cajas de madera que conservaban el olor a pescado además de unas mantas que cubrían unos bultos que probablemente tenían que ver con el oficio de la pesca. Mis ojos se entrecerraron en cuanto vi hacia dónde me dirigía: el camino que iba directo al faro. La enorme verja estaba cerrada y diversos carteles indicaban que sólo podía entrar personal autorizado, por lo que, por mucho que me gritase la pluma, nada más podía hacer a partir de aquí.

Di varios pasos hacia atrás en busca de alguna apertura por la que pudiera colarme, pero no había nada que pudiera hacerme pasar. Los susurros comenzaron a ser gritos, obligándome a cogerme las sienes y a soltar la pluma. Incluso sin ella en las manos, era capaz de escucharla, no con la misma intensidad, pero sí que seguía siendo molesta. Completamente enajenada, le grité como si se tratara de una persona:

― ¿¡Qué demonios quieres que haga!?¡Está la maldita verja cerrada! ―pero, aun así, los gritos inconexos no cesaron en darme la paliza. Levanté el pie haciendo el amago de pisar la pluma, por si había alguna forma de desconectarla, pero antes de que siquiera pudiera mover un músculo, una voz se escuchó a mis espaldas.

―Demonios... ¿Cómo es posible que tengas la pluma de uno de los nuestros? ¿Quién coño te envía?

Para cuando me giré, la figura de un hombre desconocido me analizaba como si fuera su próxima víctima. Lo que más me llamó la atención no fueron sus enormes ojos amarillos, sino el lateral rapado de su cabeza junto con un tatuaje que parecía brillar en la oscuridad.

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora