LUZ DE LUNA

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¡Holis de nuevo! Siento no haber subido el capítulo de ayer, tuve problemas técnicos y no pude usar mi portátil, así que he subido el capítulo de ayer y de hoy. Espero lo disfruten mucho, os leo en comentarios. Besis.


¿Preparados para lo que viene?

Porque lo que se viene...

TOMEN AGUA... (guiño guiño)


Rainer no se fue de la lengua en la cena, pero no cesó en lanzarme mensajes silenciosos que podía escuchar sin que abriera la boca. "Cuidado cómo me tratas que sé tu sucio secreto" o "a partir de ahora, me harás las tareas de casa, si sabes bien lo que te conviene", en resumen, el maldito estaba disfrutando a mi costa. Aquella actitud, más que alertar a los padres de Rainer, hizo que su madre se alegrara profundamente porque ambos comenzásemos una amistad.

Nada más lejos de la realidad: deseaba no verle más y dejar de recibir ese trato desagradable. Aunque lo mejor era que ella pensara eso, porque entonces no levantaría sospechas en cuanto a marcharme sin decir nada. No iba a ser estúpida y todo esto lo informaría a mi hermano.

Porque, aunque ellos me buscaran más tarde, el territorio de mi comunidad se consideraba una tierra sagrada, dónde nadie entraba sin el permiso de la matriarca. No sabía cómo, pero nadie lograba penetrar el lugar, el cual no tenía ni una sola vaya alta o muro de piedra. Incluso estando rodeados de bosques predilectos por senderistas y aventureros, nadie logró encontrarnos nunca. A no ser que la abuela lo quisiera.

Y si quería tener una alternativa, por si las cosas no salían bien, debía encontrar un lugar seguro donde no ser escuchada. Tras la cena, les dije a todos que saldría de paseo para bajar un poco la comida que había sido demasiado copiosa para lo que yo estaba acostumbrada. Aquello no les hizo demasiada gracia, porque, aunque la ciudad era bastante segura, no apreciaban el que me fuese sola.

―No os preocupéis, no iré lejos. Tampoco tardaré mucho en volver―les contesté con una enorme sonrisa. Si ellos supieran todo lo que había visto en los bosques, no me verían como la princesa frágil que parecía. Porque esa era la imagen que dábamos todas las pertenecientes a mi Comunidad. La gran realidad era bien distinta: éramos las mejores a la hora de sobrevivir en un bosque, independientemente de los peligros o condiciones meteorológicas que hubiese.

Desde pequeños, todos éramos sometidos a pruebas periódicas en las que éramos abandonados en diferentes puntos de diferentes bosques de nuestra zona. En ocasiones, éramos dormidos con plantas para que no tuviésemos idea de dónde nos encontrábamos para no tener pista alguna sobre posibles lugares donde encontrar comida o refugiarse.

Y si querías escapar, no tenías alternativa, ya que muchos de los nuestros estaban escondidos en las copas de los árboles día y noche, controlando todos nuestros movimientos. Si cometíamos un error al punto de ponernos en peligro de muerte, éramos castigados cuando volvíamos a casa. El castigo era desde trabajos pesados como no poder asistir a fiestas importantes o bien, estar encerrados en casa durante mucho tiempo.

Y eso era lo peor, ya que permanecíamos más tiempo en el exterior que dentro de cualquier edificio. Quizás éramos los humanos que más nos asemejábamos a los animales salvajes y eso me hacía feliz. Por desgracia no éramos completamente libres, era una burda ilusión pintada de oro. Desde fuera, éramos una especie de tribu hermosa que convivía en armonía con la naturaleza y entre los nuestros. La verdad era otra bien distinta, y no es que lo supiera precisamente por la boca de mi abuela.

¿A dónde iban aquellas mujeres que se negaban a enlazarse o a elegir a otro hombre no destinado? ¿era cierto lo que decía mi abuela, que la misma diosa castigaba con la misma muerte? Las habladurías eran muchas, incluso se comentaba la existencia de un grupo de mujeres nómadas que pertenecieron a nuestra comunidad y que fueron desterradas por la matriarca de su tiempo. En concreto, fue mi hermano Tidus el que me contó todo aquello, una tarde que volvía a casa con el corazón en un puño. Por suerte, sólo estábamos los dos.

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora