UN NUEVO FRÍO

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—¡Portia, notificación al buzón! —gritó mi hermano mientras que estaba enfrascada entre mis cientos de apuntes. Había sido admitida en la Universidad de botánica el año pasado, así que pasaba las horas muertas estudiando como si más que una obligación, fuera un hobby.

Por las fechas en las que nos encontrábamos, temía que la dichosa notificación supusiera marcharme del pueblo, por lo que intenté posponer el infierno que parecía desear abrirse bajo mis pies. Tomé rápidamente mis auriculares y me hice la desentendida. Pero no, mi hermano no iba a ceder ante mi rápida evasión de la realidad.

Con un placaje, me tiró de la silla mostrando una sonrisa fiera; parecía disfrutar el que yo me pudiera ir lejos. De un empujón, lo eché a un lado y me puse de pie, esperando la maldita carta con la palma de la mano abierta.

—Toda tuya, querida hermana. Déjame saber cuán lejos te vas y cuando va a ser para montar una fiesta de despedida.

—¿Y cómo sabes que es eso que dices o una simple carta? —le pregunté molesta. Pero él parecía demasiado seguro de lo que decía, aunque no había sido abierta aún. Suspiré entendiéndolo todo.

—La trajo la abuela, ¿Verdad? —y sí, el imbécil asintió sin borrar la sonrisa de la cara. Mi abuela se encargaba precisamente de toda la gestión de la comunidad, así que ella determinaba el destino de cada una de las jóvenes que salíamos al mundo exterior. Según ella, les pide a los elementos una señal para saber dónde tenemos que buscar cada una de nosotras. En mi caso, yo sería la siguiente que se encargaría de la gestión de la comunidad, por lo que ella centró todos sus esfuerzos en que yo consiguiera por fin tener hijos. Pero no, no tenía demasiadas ganas de ello.

Ni siquiera podía mirar a un hombre a la cara sin sentir una oleada de calurosa vergüenza. Pero claro, el intentar hacerle entender a mi abuela que no me encontraba lista para zambullirme en la gran aventura de enlazar mi vida a la de alguien, era tarea imposible.

Tidus no esperó a mi contestación; corrió como el viento para sacar mi maleta del armario. Con la boca abierta y un sinfín de retahílas de insultos que morían en el fondo de mi garganta, le observé en silencio con el cuerpo entumecido y la carta aun sin abrir en una de mis manos.

Atiné a sentarme antes de desplomarme y me puse a leer.

Querida nieta.

Has sido elegida para partir este año en busca de tu otra mitad. La Luna me ha hablado y me ha dicho que es tu momento, que alguien te espera entre las sombras para poder pasar la eternidad contigo. Me rompe el alma a la par que me emociona tu marcha, pues sé las razones por las que te ausentarás. La dicha se hace más grande al pensar que en el festival de las flores vendrás acompañada. Mucha suerte, mi niña, yo misma iré a visitarte a la casa a dónde vas. Sabes que muchos ofrecen su hogar para que otras personas de fuera tengan la oportunidad de conocer tierras extranjeras. Sé feliz, sé buena y sigue estudiando.

Posdata: Tidus te acompañará al ferry, ya que yo me encuentro tremendamente ocupada por cuestiones de la comunidad. Te amo con el alma.

Tu abuela Selenia.

—¡Ya leíste hermanita! Soy el afortunado que se encargará de que vueles bien lejos de aquí.

—¡Qué feliz te veo! Espero verte igual cuando te toque irte bien lejos para unirte a tu mujer destinada—le dije de mala manera mientras le arrebataba mi maleta y la ponía sobre la cama. Le pedí que se marchara para prepararlo todo, ya que el tiempo que pasaría lejos de mi hogar era indeterminado. Incluso con ello, si mi otra pareja no atendía a razones, incluso podría verme obligada a quedarme en su lugar de origen.

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora