PERVERSA CRIATURA

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Nada se comparaba a ese momento, a ese poder que sobresalía en forma de tentáculos malignos que se deslizaban en mi dirección; no necesitaba ver en la oscuridad para saber que se trataba de Rainer.

Reconocí esas orejas de elfo y sus tatuajes de color negro que reptaban con vida propia por sus antebrazos. Incluso en la noche, su oscuridad era más espesa y su aura tan abrumadora que me encogía el pecho. Si tuviera que compararlo con algo, tan sólo podía tratarse de un ángel caído que me tendía la mano para arrastrarme con él en el fuego del infierno.

Dios mío, era demasiado hermoso y cruel para mi vista.

Sus pasos eran seguros, pero se tomaba su tiempo, como si disfrutara de mi anhelo de tenerle, de ver su rostro por fin después de lo que parecía haber sido demasiado tiempo. Por desgracia, a veces se me nublaba la vista a causa de la sangre que no cesaba de drenarme la vida.

Para cuando la luz de la luna golpeó contra su monumental cuerpo, la sorpresa se apoderó de mí. Su rostro estaba cubierto de sangre al igual que parte de su torso desnudo y sus colmillos sobresalían de su boca parcialmente abierta. Un lado de mí se sentía aterrorizada y con la necesidad de preguntarle qué había sucedido, pero no era estúpida y sabía perfectamente que era un vampiro y de lo que se alimentaba.

De hecho, ni siquiera pude decirle algo; me tomó en brazos, colocándome a horcajadas en sus caderas. Sus manos se colocaron bajo mi trasero, estrujándolo con una necesidad oscura, tan oscura como él mismo. Lo que leí en sus ojos antes de que su boca estallara sobre la mía, me dejó sin aliento. Aquello no era un beso, era una sentencia de muerte, de perdición. Su gemido demente rivalizaba con los míos cada vez que sus caderas golpeaban las mías y me dejaba claro lo que estaba dispuesto a hacerme esta noche.

Una de sus manos fue a parar a mi pelo, hundiendo las garras entre las hebras de mi moño. Lo veía tentado de soltar mi cabello, pero con una ligera sonrisa pegada a mis labios me prometió en silencio que no lo haría, de momento.

El hambre no hizo más que aumentar entre los dos; ahora no daba tregua a mi cuello, lamiéndolo desde la base hasta el lóbulo de mis orejas. Mis uñas se clavaron en sus hombros y un terrible miedo de ser descubierta se anudó en mi estómago.

Me había olvidado de preguntarle cómo me había encontrado, de su él y su familia estaba bien: todo se había esfumado de mi mente en cuanto el dijo mi nombre con su voz seductora. Y ahora me abandonaba a él sin pensar en nada más, sin temer lo que pudiera hacerme porque estaba segura que me dejaría el alma y el cuerpo temblando.

―Voy a enterrar cada parte de mí dentro de ti, Portia. No sabrás donde empiezas tú o donde acabo yo...te aseguro―me pellizcó el pecho por encima del vestido, arrancándome un grito de sorpresa. Aquello le hizo sonreír de nuevo―te aseguro que voy a robar tu mente a base de embestidas. Te haré delirar, subir hasta lo más alto para que luego pruebes la oscuridad. Haré que la desees y que la abraces y que hagas el amor con ella junto conmigo.

Sus garras rompieron la cremallera del vestido, haciéndolo caer hasta mi cintura. Me obligó a ponerme en pie para dejarlo caer hasta el suelo, dejándome sólo en ropa interior. Su calor se hizo más intenso junto con el mío.

―No sabes las veces que mi cabeza me deleitó con la imagen de tu cuerpo esa noche en tu bañera. No sé cómo demonios no perdí la cabeza en esos momentos, pero he de confesarte...he de confesarte que ya la perdí. Y que ahora que te tengo delante, temo no volver a recuperarla.

―Rainer...por dios...―gemí en cuando una de sus garras se introdujo en mis bragas para rozarme esa piel que se había convertido en fuego líquido. Volvió a besarme mientras me acariciaba suavemente los labios de mi vagina, mordiendo mi labio con cada uno de mis gemidos, alimentándose de mis sonidos lascivos. Tuvo que agarrarme de la cintura para evitar que cayera al suelo.

Kupari Lanka y los hilos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora