Ex Novio 🌼 YM

Busan 2

Podía sentir cada latido veloz que recorría su cuerpo con intensidad al paso de los segundos. De repente se le secó la garganta, dejó de escuchar. El lloriqueo de su hermano sobre sabrá Buda qué cosa pasó a segundo plano cuando su mirada se encontró con la de su madre quien les veía a una distancia prudente con la misma expresión en blanco que probablemente Jimin también tenía en el rostro.

Quería huir cuanto antes. ¿Por qué demonios había tomado la precipitada decisión de hacer un viaje a Busan como si quien se hubiese muerto fuera alguien importante para él? Estaba tan asustado, tan herido aún. La mirada de la mujer se endureció tan pronto reaccionó y Jimin sólo pudo sentirse cada vez más pequeño conforme esos ojos finos le escudriñaron.

El abrazo de Jihyun le asfixió, el calor de su cuerpo le picó sobre la ropa. La necesidad de deshacerse de su entorno cuanto antes le tenía al borde de un llanto que se negaba a soltar en esa situación. No iba a ceder, esta vez no, pero la fachada se le estaba cayendo a pedazos, Jimin podía notarlo y si él podía notarlo entonces todos los presentes lo hacían también.

No tenía nada bajo control, fue estúpido, fue ingenuo. 

Regresó a Busan con la esperanza de que las cosas hubiesen cambiado aunque fuese sólo un poco, de que recibiría una disculpa tan pronto como notaran su presencia ahí. ¿De verdad pensó eso? Sus padres no lo amaban, sus padres no se arrepentían de haberle hecho a un lado durante la mitad de su vida, Jimin seguía tontamente aferrado a la ilusión de una familia cálida que no notó que si su existencia realmente significara algo para ellos las cosas habrían cambiado hace mucho.

Pero necesitó hacerlo, necesitó crear la mentira que se dijo a sí mismo para impulsarse a avanzar hasta que nadie pudiese negar su capacidad para cuidar de sí mismo. Quería ese reconocimiento, lo anhelaba más que nada porque dentro de él aún existía el niño de hace diez años atrás que con ojos llorosos y el miedo invadiéndolo hasta ahogarlo comenzó a vivir en una ciudad donde no conocía a nadie, donde lo único que tenía para aferrarse era la decepción que poco a poco fue transformándose en ira.

Quiso gritar, romper algo. Hacerles saber a todos los presentes que el hombre en ese ataúd era un hipócrita, una escoria. Que fue la clase de hombre que manipuló a sus hijos para convertirlos en algo que no eran, que prefería negarlos antes de aceptar que no encajaban en los estándares heteronormados, que intentó disciplinarlos a base de golpes y palabras denigrantes hasta hacerles creer que sentir amor era incorrecto.

No merecía un luto, ni siquiera merecía una pizca de empatía por la forma en la que murió. Todos los presentes deberían de olvidarse de él, Jimin necesitaba en ese momento que todos se pusieran de pie, que salieran de ahí y reanudaran sus vidas como si no hubiese acontecido nada a lo que debieran tomarle importancia.

Por favor.

En algún punto Jihyun deshizo su abrazo y le dijo algo, Jimin le vió mover los labios más no pudo registrar ni una sola palabra, ningún ruido, tampoco notó cómo Yoongi y su hermano se dedicaron una reverencia mutua como saludo y despedida. Tan sólo se quedó mirando su espalda cuando comenzó a marcharse y tan pronto como el menor de los Park desapareció tras una puerta al fondo del lugar, todo regresó a como había estado siendo hasta hace unos minutos atrás, hasta antes de que el balde de agua helada llamada realidad le cayese a Jimin sobre la cabeza.

—¿Estás bien? —La mano de Yoongi le apretó un hombro y con ese suave tacto el aire por fin entró a sus pulmones. No se dió cuenta de estaba estrangulando la tela de la gabardina entre sus dedos hasta que al soltarla recibió pequeños calambres como un regaño de su cuerpo.

Jimin negó siendo sincero y esperó que Yoongi entendiera a través de la mirada suplicante que le dedicó que necesitaba marcharse en ese mismo instante, que no soportaría permanecer más ahí.