El chico vestido de negro { 1 }

Capítulo 9 (Tienes Pelo?)

Con la boca abierta y el corazón palpitandome muy rápido me quede inmóvil como suelo hacer aveces cuando estoy asustada o nerviosa. Seguí apretando los hombros de Mathew por que aún estaba detrás de él.

— ¿Estás bien, Mía?. Vámonos de aquí ahora, pronto despertará y pienso que no querrás morir tan joven — dijo Amber agitada y algo divertida.
Ella acaba de preguntarme que si estoy bien?. Bueno contando con que un loco trato de ahorcarme hace un rato por su loca obsesión de que no puedo besar a nadie, un chupa sangre quizás se hubiera chupado toda mi sangre hasta la última gota dejandome seca como una pasa y una de mis amigas es mágica o como sea que le llamen. No, no estoy bien. Esto no era algo normal, no era algo de mi vida diaria.

— Llévatela de aquí es muy peligroso para ella — dijo Mathew mientras se giraba completamente hacia Amber.

— ¿Y tú por que no vienes? — pregunté con lagrimas recorriendo mis mejillas. De verdad no acababa de entender porque tenía que ser tan curiosa, por que siempre me metía en problemas. Mathew se giro hacia mi agarrándome por un brazo y me llevo a una esquina.

— Mírame a los ojos, no tengas miedo ella te protegerá — dijo señalando a Amber. Tomó mi cara entre sus manos y beso mi frente. Mathew miró a Amber que tapaba su cabello con una capucha color azul marino que llegaba hasta el suelo y asintió con la cabeza.

— Ten cuidado — dijo Amber.

Corrimos lo más rápido posible para nosotras. Se escuchaban nuestros pasos pisando todo lo que había en el suelo. Me detuve por un momento al ver un gran castillo color gris que quedaba adentrado en el bosque. Al parecer estábamos corriendo para el lado contrario. Miraba el castillo que realmente era una gigantesca casa un poco abandonada y sentía que estaba en una película de misterio o algo parecido. Sin percatarme de nada a mi alrededor, frente a mi apareció otro chico con los ojos rojos. Pasaba su lengua por la sangre que chorreaba de sus labios y movía sus dedos inquieto. De pronto brincó un gran lobo y lo arrinconó en el suelo. El lobo quedó dándonos la espalda. Era enorme, su pelaje era color blanco, espectacular. Muy hermoso a decir verdad. Gruñia y de su hocico se deslizaban unos hilos de saliva que llegaban al suelo. El lobo giró su gran cabeza hacia nosotras.

— Steven — mencionó Amber. El lobo asintió y Amber tomó mi mano dándome un gran jalón para que comenzara a correr de nuevo. Llegamos a una casa color madera que era casi tapada por unas enredaderas. Me encontraba muy agitada y con unas inmensas ganas de vomitar. Amber también estaba agitada pero parecía que para ella todo eso de huir y correr era costumbre. Agachada sin casi poder respirar la miré y ella miraba el camino que ya habíamos recorrido.

— ¿Que eres Amber, cómo haces todo eso o porqué? —.  Mi voz estaba entre cortada apenas podía hablar y ella solo miraba al bosque. Tenía que mantenerme en aquella postura para recobrar la respiración.

—Muchas preguntas a la vez — dijo Amber riendo sin mirarme. Se escuchó un aullido a lo lejos, Amber sonrió y se giró para abrir la puerta de aquella casa a la que habíamos llegado. Supongo que no habíamos entrado porque ella esperaba  escuchar ese aullido.

El aullido de Steven.

— Pasa, bienvenida a mi hogar toma asiento. Traeré té y te explicare todo, ¿vale? — dijo tranquila. Yo solo podía asentir. Me senté en un gran sofá color azul marino con bordados en madera. Esperaba que el aire llegara por completo a mis pulmones. Frente a mí en una pared color verde había un gran cuadro, era una foto de la familia de Amber. La familia era muy numerosa y la mayoría estaba vestida de negro, color vino, verde oscuro, azul marino y violeta oscuro. Eran tantos que no podía distinguir donde estaba Amber. Todo lo que había en la casa parecía antiguo. Muebles, paredes, mesas y otras cosas. Amber llegó y extendió su mano para darme la taza de té que a leguas se notaba estar muy caliente.