Especial 2

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Gulf

—Mmm —no tiene sabor pero es como si fuera lo mejor que he probado en toda mi vida, la lascividad con que recorro su base pica la excitación en mi agujero. Chupo la punta y veo directo a sus ojos. Están perdidos, su boca exhala pequeña cantidades de sonidos que llenan mis oídos de completo orgullo, me gusta ver que su rostro exprese cuanto lo disfruta, que su mano acaricia mi cabeza queriendo hundir mi garganta en su pene pero se está conteniendo, mi embarazo lo tiene más cuidadoso, lamo de arriba hacia abajo y mi entrada se humedece al igual que mi boca gotea saliva, hay algo en esto que solo aumenta las ganas de ir rápido y que termine en mi boca, no solo sería satisfactorio para mi esposo tambien lo seria para mi.

—Cerecita, me gusta lo que haces pero, no quiero que mantengas tus rodillas sobrecargadas. Ven aquí mi amor.

Quiero llevarle la contraria, sin embargo ya no aguanto estar tanto tiempo de rodillas, mi estómago pesa por los gemelos y todo se siente más cansado, incluso siento una opresión en mi pecho, me aproximo hasta él y me siento a horcajadas dejando que nuestros miembros se rocen y Mew me besa, acaricia mis muslos, mis hombros, tiene una inmensa delicadeza. Él sabe que debe ir despacio porque la ultima vez que intentamos tener sexo hace tres meses para ser exactos, mi sensibilidad apareció y no quise seguir, tuvo que envolverme con una frazada y calmar mis chillidos. Por esa razón inicie llevando el control, hasta el momento no me ha invadido la abrumación. 

—Puedes hacerlo —le doy vía libre. 

—¿Seguro? No quiero incomodarte ni a mis bebés —deja un beso en mi hombro. 

—Lo estoy —muevo mi trasero en círculos para que sepa que quiero sentirlo. 

—Cereza dulce, tu sabor quiero probar de nuevo, escuchar tus gemidos y poner todo lo mío dentro de ti —besa mi piel desnuda, no puedo evitar suspirar. Un adormecimiento recorre mi cuerpo, relaja pero a la vez enciende todo el fuego que había dejado de sentir. 

—Mi amor, mi boca está sedienta, refrescala con tu lengua
—suplico viendo sus ojos, perdido en el tinte de su brillo. 

Besa saciando la sed de mis labios, su lengua participa con eficacia, mi órgano vital se une latiendo al compás del suyo, no solo nuestras bocas se sincronizan sino también nuestros corazones.

Me recuesta en la cama y me pongo de lado sin perder las manos que acarician mi vientre y después delinean el costado de mi cintura. —Hermoso —susurra detrás de mí, besa el hueco entre mi cuello y el hombro haciendo camino de besos en mi espalda, la insistencia de su lengua y sus dientes apenas rozando mi piel me estremecen, la necesidad se hace presente y más que nunca quiero que entre. 

Extrañé cada toque de él, extrañé estar a su disposición sin que me dieran ganas de llorar o encogerme, no hay nada mejor que estar en la cama, ambos disfrutando. 

Va lento, se introduce abriéndose camino, su respiración es corta, se contiene bastante, no lo hace como lo ha hecho antes, se detiene. —¿Cerecita… todo bien? —mi corazón salta de emoción, es tan tierno que se preocupe, que sea cuidadoso. 

—Estoy bien puedes moverte —le tranquilizo colocando mi mano encima de la suya. Seguro de mi consentimiento se mueve despacio. Sigue besando y puedo sentir que lo nuestro ha escalado más allá de lo que teníamos como cuando nos conocimos por primera vez, la estancia con que lo recibí me permitió conectar en todo, su mirada, su voz, sus atenciones, las noches juntos, las salidas, las aventuras. Todo se siente bien. No puedo dejar de amarlo. 

Los compases fueron lentos, sin perder la pasión. Se hundió con fervor, amando cada vez que pronunció mi nombre y yo el suyo hasta corrernos juntos…


¿Intercambiamos esposos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora