Capítulo 1

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Narra Noah

Los primeros días de instituto siempre son algo cansado y aburrido, nadie quiere olvidar todas esas buenas fiestas, acontecimientos, festivales entre otros que vivieron durante todo el verano. Hasta yo me estaba poniendo nostálgico solo de recordarlos. Pero sinceramente, iba al instituto con una sonrisa. Pude volver a ver a todos los amigos que no vi un solo pelo este verano, o reencontrarme con algunos profesores que no me caían nada mal, o simplemente ver a las mismas personas que vi ayer.

El instituto era cansado, muy cansado. Pero tras mis ojos era precioso.

Fue poner un pie dentro del instituto y muchas personas empezaron a saludarme, preguntarme que tal o, mis antiguos compañeros de equipo, pasarme el balón como si siguiera jugando con ellos todas las tardes. Joder, hecho mucho de menos poder volver a estar en el equipo, pero sigue siendo igual de bonito verles sonreír y darlo todo. Además, este año nos vamos al regional de cabeza.

Seguí caminando hasta llegar a mi taquillero, lugar donde vi con una sonrisa las fotos que nunca quité el último día. Lo admito, me dio demasiada pereza y no tenía ninguna gana de quitar esas fotos. Además conociéndome se me iban a romper en cualquier momento.

—¡Noaaaaaaaaaaaah!

Sonreí de manera inocente al escucharla. Sinceramente, apenas la soportaba, era irritante y se notaba de muy lejos que le llevaba gustando desde que... prácticamente me conoció, pero sigue fingiendo que es mi mejor amiga para poder estar conmigo. Creo que los jóvenes de hoy en día lo llaman pick me girl.

—Hola Bea, tiempo sin verte.

—¡Lo sé! Hace como SIGLOS que no nos vemos, ¡este verano has estado totalmente desaparecido!

—He ido a todas las fiestas que pude permitirme... y el resto del tiempo me lo he pasado en el hospital.

En cuanto nombre esa palabra su rostro cambió de expresión. No me gusta que la gente me mire con lástima, y de hecho muchos de ellos no lo hacen, pero hay otro tipo de personas, como la que tengo justo en frente.

—Perdón, no me acordaba que tú...

—No pidas perdón por eso, y no importa. Tengo que irme, me toca presentación, pero nos vemos luego, ¡chao!

Con un gesto de mano me despedí, dejándola con la palabra en la boca y yendo directa a la clase que me tocaba. De nuevo otro curso más en ciencias arrepintiéndome cada uno de mis días de haber venido a bachiller.

Ya en la clase, siendo uno de los últimos en llegar (como no) era bien recibido entre risas, abrazos y muchos halagos. Si, había estado un poco desaparecido este verano, así que la gran mayoría de mis compañeros no los he visto desde hace 3 meses.

—¡Noah tío! Dios, mira que te he echado de menos.

—Vaya por dios, yo a ti no.

—¡Noah! Hola... cuanto tiempo, ¿Qué tal estás? —Le di un pequeño abrazo de lado.

—Bien, muchas gracias. 

Un gran grupo estuvo a mi alrededor hablando de múltiples cosas. A estas alturas de curso escolar ya prácticamente nos conocemos todos entre todos y somos una especie de comunidad. No todos somos amigos, ni mucho menos, y de hecho hay muchos enemigos, pero igualmente no suele haber malos conflictos. Y al menos yo en mi caso, que me llevo bien con todo el mundo, puedo saber quien me viene mejor para cualquier situación.

En ese momento alguien entró por la puerta.

Era una chica de figura esbelta, con el pelo largo castaño oscuro. Llevaba una blusa blanca metida en una falda de encaje del mismo color, a juego con unas medias largas hasta la rodilla. Aunque agarraba su mochila con seguridad y confianza, miraba a todos lados, perdida, sin saber que hacer, donde moverse o a donde ir. Era la misma imagen que si estuviera viendo a un cachorro en medio de la lluvia.

Sin pensarlo me levanté a ayudarla. Ella no estaba atenta a nada de lo que pasaba a menos de 10 centímetros de ella, y solía tener la vista en su IPhone. Con la sonrisa mas amable que saqué le dije:

—¿Necesitas ayuda?

Lentamente giró la cabeza hasta tenerme de frente. No era especialmente alta, a si que era necesario que moviera la cabeza y no solo los ojos para verme. Me centré más en sus rasgos: tenía la piel perfecta, como si se hubiera echado mil quilos de maquillaje o acabara de venir de un centro de belleza para que la perfeccionen, aunque viendo la manera en la que se vestía, sus joyas, lo bien arreglada que estaba... debía ser una persona muy coqueta.

—No me hace falta, gracias.

Volvió a ver un PDF en el móvil de alguna tabla con muchas letras. No creo que tenga la mínima idea de que sepa donde está, si no ya se habría sentado como un ser humano normal. Sonreí, divertido. No sé quien es esta chica pero me está cayendo bien. 

—A ver pequeñas sabandijas molestas, sentaos todos. Ahora.

Saludé al profesor que acababa de entrar en la clase. El señor Michaelo era un hombre de mediana edad, de pelo canoso, cara enfadada y una bondad que ni el es capaz de aguantar. Es uno de los mejores profesores que he conocido nunca, aunque su ética no siempre sea la más correcta.

—No hace falta ser muy listo para saber que hago aquí y que os voy a decir, pero como vosotros no sois muy listos lo diré. Mi nombre es Angel Michaelo y además de vuestro tutor seré vuestro profesor de física. Todos aquí conocéis las normas del centro, lo que se puede o no hacer y como funciona todo esto. Bueno, supongo que todos, ¿señorita Avery?

De la nada todas las cabezas se giraron a la chica que intenté ayudar antes. Ella ocultó sus manos temblorosas debajo de la mesa y, de forma cuidadosa, se quitó las gafas y las apoyó a un lado de la mesa. Todo lentamente, como si se fueran a romper.

—Estoy... bien informada de como funciona el centro.

—Estupendo, entonces no tengo que trabajar. Si tenéis alguna queja o cualquier cosa se la contáis a vuestro compañero de al lado, a mi me da igual. Por el resto de las dos horas... haced lo que queráis, yo me echaré una siesta. Ah, aquí tenéis vuestro horario.

Una gran multitud de gente fue corriendo a conseguir ese papel donde pondría el nombre de nuestras siguientes quejas durante todo el curso. Todos cogieron un papel.

Todos menos ella.

Le sacó una foto con el móvil y empezó a escribir no sé que cosa. Yo la miré, impactado, no teniendo la mínima idea de porque había hecho eso. ¿Será alguna de esas local obsesionadas con salvar el medio ambiente?

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora