Epílogo

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Narra Marcos

—¿Pero antes de ser profesor, en qué trabajaste? —me preguntó Tiana en una de las filas del medio.

—No estábamos hablando de eso, hablábamos de la escultura de Apolo y Dafne.

—¡Pero profe, tu vida es mucho más interesante! —se quejó Arya en la primera fila soltando el bolígrafo que llevaba en la mano.

—¿Sois un tanto osados, no? Además, ¿quién consideraría más interesante mi vida que una historia sobre una mujer que está tan desesperada por huir de un hombre como para rezarle a los dioses que la volviesen una planta? —me senté en la esquina de mi escritorio porque parecía que esa charla daría para un rato —¿No te suena eso como una telenovela?

—Pero es nos gusta el chisme y esa historia está muy vista —replicó.

—Bueno, es un mito de la antigua Grecia, tiene unos cuantos años. ¿Y no están todas las telenovelas muy vistas?

—Es que las telenovelas no son chisme, son drama, nosotros queremos información real -aseguró un chico de la primera fila del que había olvidado el nombre porque siempre lo llamaban Macarrón, era uno de esos graciosillos de los que todos los profesores suelen quejarse, aunque en mi clase jamás se había comportado de forma maleducada, de hecho, no tenía ninguna queja con ninguno de mis alumnos más que la de que eran unos dramáticos que querían estar enterados de todo todo el tiempo.

Suspiré resignado. A veces con mis estudiantes no había manera de dar clase, porque querían tener una conversación distinta, pero no los juzgaba, porque la mayoría de las veces se mantenían atentos y concentrados y me permitían dar la clase a la perfección; otras veces no era tan sencillo, pero sabía por lo que algunos de ellos y otros docentes me habían comentado, que para varios de los chicos mis clases eran un lugar seguro en el que podían expresarse con libertad sin temor a ser juzgados, o al menos eso era lo que intentaba crear.

—Bueno —comencé a subirme las mangas de mi camisa blanca para después acomodarme el chaleco marrón que llevaba, muy acorde a lo que se espera de un experto en historia del arte que sale en las típicas fotos de Pinterest —¿Qué queréis que os cuente?

—Eso, de qué trabajaste antes de venir a aguantarnos.

—Pues... fui camarero en la universidad y después de graduarme estuve trabajando en diferentes museos en España y en otras partes de Europa gracias al máster en historia del arte. Y hace dos años me dieron la plaza aquí.

—¿Pero no estudiaste historia del arte? —preguntó alguien.

—¿Y cómo hiciste con tu novia? ¿No habías dicho que la conocías desde la universidad? —habló otro.

—Sé que tenéis curiosidad pero una pregunta a la vez. Lo primero, hice historia, a secas, pero me saqué un máster y aprobé las oposiciones casi sin estudiar y a la primera, suerte la mía. Y lo segundo -noté que sonreía como un idiota al pensar en ella —Mi mujer es mánager y su trabajo le permitía vivir en muchas partes y viajar mucho, así que tuvimos la suerte de coincidir mucho. Pero ya tenemos una edad... y a veces la estabilidad de un hogar es lo que uno busca, no me puedo quejar, hemos viajado bastante.

—¡No puedes estar casado! ¡Eres demasiado guapo! ¡Y ni siquiera eres gay! ¡No es justo!-se quejó un chico con capucha al fondo. Sonreí divertido con la situación. Había oído varias veces susurrar por los pasillos lo guapo que era o lo bien que me sentaban los chalecos del traje, aunque fingía que no sabía nada. Ese chico, Tanner, se había abierto conmigo en una tutoría privada sobre sus estudios el año anterior y me había confesado cuando lo había notado preocupado que era homosexual y que tenía miedo por cómo se lo pudiesen tomar su familia y amigos, me alegraba de que fuera más abierto con ello.

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora