Capítulo 33

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Narra Lucas

—¡No puedo! ¡Qué me mato!

—Lucas, te has movido un centímetro —Omar tenía una sonrisa de "no digas tonterías" en el rostro, conocía esa sonrisa porque era la que usaba conmigo siempre que soltaba algo.

—Uno solo es suficiente para partirse la crisma, y si me muero, ya no tendrás a quien mostrarle tu pito —su risa cálida se oyó fuerte, me alegraba de verlo riendo. Los dos lo necesitábamos.

Estábamos en la pista de skate. Omar llevaba insistiéndome mucho tiempo con enseñarme en montar en uno de eso cacharros pero yo me había negado siempre, al menos hasta ese día, sabía que a él le contentaría y él se había aprovechado de eso.

Yo estaba de pie sobre el patinete intentando no perder el equilibrio.

—Mira, no puedo moverme un metro, ni se te ocurra pretender que me tire por una cuesta.

—Hay rampas pequeñitas.

—También me dijiste que tu pito era pequeño pero...

—¿Quieres dejar de hablar de mi pito? ¡Que hay gente alrededor!

¿Ahora se escandalizaba? Yo había sido el que le había dicho para ir al parque en una hora poco concurrida pero el había preferido engañarme y citarme a una hora en la que más gente se paseaba por allí.

—Podrías enseñarme en un sitio con menos personas.... solo digo.

—Me gusta verte sufrir —se rio y por culpa de ello me distraje, el skate se fue de lado y me caí contra el suelo. Pobre de mi trasero.

—¿Estás bien? —me preguntó después de carcajearse él solo por mi desgracia. Me levanté y le mostré la palma de mi mano rapada por el pavimento.

—Oh, ¿te has hecho daño?

—Sí. Como estoy adolorido deberíamos marcharnos. Vámonos de aquí —persistí.

—¿Por qué?

Nooo... esa cara de inocencia y de no haber roto un plato me podía. Si seguía así me tocaría seguir allí haciendo el ridículo, no lo digo por la gente que pudiese ver, eso no me importaba, lo digo porque sentía que era ridículo que lo intentase si se me daba tan mal.

—Omar... vamos a hacer algo más divertido ¿No te parece?

—¿O sea que mis gustos te parecen aburridos? —se cruzó de brazos haciéndose el ofendido.

—Sí.

—Ah —se rio y me pegó en el brazo —eres un idiota.

—Al que quieres.

—No. Al que amo.

Vale, estaba muerto. No era colo si nunca nos dijésemos eso, de hecho yo se lo repetía cada vez que podía; pero para Omar era algo más complicado, había crecido en una familia disfuncional y le costaba más decir esas palabras de forma espontánea, sin que la situación lo ameritase. No me esperaba oír que me amaba así sin contexto y mi estómago se revolvió de felicidad.

No pude evitarlo y lo besé. Sus besos sabían a tranquilidad y felicidad. ¿Qué significaba eso? Ni idea pero así me sentía cuando estaba cerca de Omar.

Recibí un mensaje de mi primo, ya habíamos hecho las paces y nos hablábamos como antes. Marcos se había disculpado conmigo por ser un tremendo imbécil y me había explicado qué le pasaba justo después de entrar en casa con un gato empapado y llorando.

Parásito

Me cuidas a Pascal?

Primo molesto

No

Parásito

Si lo haces te cuento un chisme

Primo molesto

Compro pero me la próxima vez me llevas a una fiesta

El idiota de Marcos quería que le cuidase a su gato. Gato con un nombre tonto que había traído a casa sin a nadie, como era un gato bebé que necesitaba cuidados extra al ser adoptado y Marcos tenía que trabajar nos pedía que le ayudásemos con él, normalmente se encargaba Avery encantada pero al parecer ella hoy no podía. ¡Justo el día de mi cita! Tiene suerte de que Omar sea comprensivo y que le gusten los animales, porque si no me iba con mi novio y lo mandaba por ahí.

Entramos en el salón y ahí estaba mi primo preparado para salir dándole de comer al gato con un biberón como si fuese un padre preocupado.

—Pareces un papá luchón —le dijo Omar que tenía la misma visión que yo de Marcos. Sinceramente, si a alguno se nos encargase el cuidado de una criatura el idóneo sería Marcos, a mí me repelería el bicho.

—Hola Omar, que bueno verte, a diferencia de a mi primo.

—Repítelo y tampoco verás al gato cuando vuelvas.

Me ignoraron y Omar se acercó a mi primo para acariciar al gato. Marcos le entregó el animal a mi novio y él continuó alimentándolo. ¡Qué mono se veíaaaaaa! El gato era adorable, hay que reconocerlo, aunque fuese molesto, y con Omar (que por supuesto era aún más adorable) era como la escena más bonita del mundo. Ese día definitivamente estaba a punto de explotarme el corazón.

—Este suero tienes que dárselo cada tres horas ¿Me estás escuchando? —Marcos me pellizcó —deja de mirar a tu novio y escúchame.

—No te preocupes, yo me encargo —se ofreció Omar.

—Hablando se encargos, ¿preguntaste lo que te dije? —acababa de recordar lo que le había comentado a Marcos sobre el puesto vacante en el café.

—Ah sí, quieren entrevistarte, sabes algo de francés si preguntan.

—Lo estudié en el instituto pero no recuerdo nada —confesó Omar.

—Bueno, pues a descargarse Duolingo. Ahora tengo que irme o llegaré tarde. Por cierto no me esperéis temprano, tengo una cita.

—¡Qué atrevido!

Salió sin decir nada y pudimos oír claramente el motor del coche al arrancar.

—¿Cómo se llama?

—¿La cita de mi primo?

—No idiota, el gato.

—Ah, Pascal.

—¿Por qué? —parecí un niño preguntando.

—Por Pedro Pascal o algo así.

—Creí que por Rapunzel.

—¿Vemos los pitufos?

—En serio —vale, puede que fuese yo el que se viese como un niño pequeño.

—Sí, hay que ver la dos. Además, seguro que a Pascal le gusta.

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora