Capitulo 32

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Narra Cecilia

Apenas he sido capaz de salir de mi casa. De vez en cuando hablaba con Avery sobre la mierda que era mi vida y lo mal que me sentía. Sorprendentemente me daba consejos medianamente decentes, como que debería tener una charla conmigo misma, ser consciente de mis emociones y hablar con Marcos de forma detenida... luego me di cuenta de que estaba en llamada con Noah y quien me daba consejos era él. Ahí todo cobró sentido.

Mientras mi vida amorosa era una mierda desgraciada, ellos dos son la puta pareja perfecta. Llevan ya no se cuanto tiempo desesperados enamorados el uno del otro, y ahora que al fin eran parejas eran los típicos acaramelados que daban mucho asco. El único día que salí con ellos Noah parecía que se desvivía por ella, y Avery le miraba como si fuera lo más bonito del mundo. Siempre estaban cogidos de la mano, dándose besitos tontos y diciéndose que se querían de vez en cuando. Se amaban, y no tenían problema es demostrarlo.

Yo quería algo como eso.

Llevo toda mi vida intentando poder tener una relación sería formal. Juro que lo he intentado. Pero... nunca he sentido eso que se dice: las mariposas, la emoción de verle, es querer hablar con el a todas horas... nunca sentí lo que Avery siente por Noah o lo que Lucas siente por Omar.

Hasta que conocí a Marcos.

Pensé que el quedar con él a solas de forma extraoficial a mi amistad con Avery significaría lo mismo que con mis otras relaciones: nada. No iba a tener nada con el en un principio ya que vivía con mi mejor amiga, persona que siempre me acopló en su casa.

Pero con él todo fue diferente.

No me trató como todos los chicos con los que he quedado, él era todo lo contrario. El hablaba de lo que le gustaba, sin miedo a nada y siendo solo el mismo. No se esforzaba en que me gustara, no decía cosas estúpidas para impresionarme. Era real, conmigo y consigo mismo. Y Dios, me encanta, amaba eso de él, y por eso ahora no me lo quito de la cabeza.

A mucha insistencia de Avery, salí a dar una vuelta por la zona de mi casa. No tenía la mínima gana de alejarme mucho y menos de coger el coche, conociendo mi suerte iba a encontrarme con Marcos y me pondría a llorar en ese momento. Y lo dicho, tengo una suerte de mierda, pero no, no me encontré con Marcos cruzando la calla. Si no a Mike.

Ya sabía que se había mudado por esta zona, y de hecho estábamos en el mismo instituto. Claramente ya lo había saludado, había pasado un buen rato con él y de vez en cuando comemos juntos, pero creo que nunca hemos quedado externo al instituto. Sin embargo no dudé en saludarle cuando levantó la cabeza. Aún me sorprende lo mucho que ha cambiado físicamente: muchos más tatuajes, solo de negro, musculado... sería el típico chico con el que estaría una noche.

—Buenas mademoiselle Cecilia —Ese acento francés seguro que ha dejado embobada a más de 1 persona.

—Hola Mike, ¿a donde vas con esa mochila?

Tenía en su espalda una mochila totalmente negra que por cosas de la gravedad se estaba yendo hacia el suelo, por lo que tenía toda la pinta de que llevaba algo pesado.

—A trabajar, llevo aquí el material para los tatuajes, ¿a donde vas con esa cara de perro muerto?

—Oye.

—Perdóóón... triste y desolada.

—No ha mejorado.

—Mira, soy tatuador no psicólogo, si quieres a alguien que te hable bien te compras una hormiga.

—¡Las hormigas no-! Déjalo, ¿Por qué mierda soy tu amiga?

—Porque te pedí ayuda hace años para enamorar a tu mejor amiga y te tocó aguantarme.

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora