Capítulo 16

0 0 0
                                    

Narra Avery

Las tazas de la tienda eran muy bonitas, todas con diferentes tonos pasteles y con decoraciones adorables, flores, gatitos... Había convencido a Cecilia de que me acompañase a una tienda de cerámica. La idea de pintar platos de Noah me había inspirado así que investigué y acabé en la tienda que me tenía mejor pinta. Vendían cosas ya pintadas y otras sin pintar, pero había incluso una sección en la que podías pedir cita para crear tus propias piezas de vajilla.

Pensé que sería un gran plan para hacer con Noah, pues la última vez había sido realmente divertido, pero entonces recordé que debía invitarlo a la bolera antes. Miré a mi amiga, no se la veía muy interesada en nada en específico y parecía dar vueltas por ahí con los cacos puestos. Sus cascos llevaban uno de estas hojas tejidas como adorno y ella resaltaba entre la multitud por eso, por su altura y por su buen sentido de vestir. Traía puesta una falda vaquera plisada, una camisa verde pistacho corta, una corbata roja y una chaqueta marrón que imitaba el cuero, todo eso combinado con unos mocasines negros. Ella siempre vestía muy bien, pero tenía un etilo mucho mas relajado que el mío, le gustaba usar chaquetas grandes y voluminosas y llevar el pelo recogido en una coleta.

Me acerqué hasta ella in que me viese sobresaltándome, por suerte ella no era como yo y no vivía tropezándose por todo así que no tiró nada que después tuviese que pagar por torpe.

—¿Deberíamos pintar unas tazas? —sugerí —por su expresión podía ver como no pensaba hacerlo ni aunque la chantajeara así que decidí dar otra vuelta por la tienda.

—¿Has acabado ya? —dijo después de un rato —Has dado como quince vuelta y todavía no has comprado nada. Si quieres te regalo algo para que salgas de la tienda.

—No gracias, solo estoy mirando —sabía que mi amiga estaba muy dispuesta a hacer lo que me ofrecía pero también que ella escatimaba mucho más en gastos que yo y prefería no gastar su dinero en coas que no necesitase o que no le gustasen, por eso siempre buscaba ofertas y apuntaba a cosas gratis. A Ceci le gustaban tanto las cosas gratis que siempre conseguía muestras de productos que no sabía para que eran o se apuntaba a excusiones, actividades o cursos sin ninguna relación entere sí ni con sus gustos.

Salimos de la tienda y comenzamos caminar sin saber muy bien a donde ir. Vimos una cafetería próxima a la universidad, así que se nos ocurrió parar ahí para tomar algo, esperábamos que no estuviera muy llena de universitarios porque Cecilia era amante del matcha y la tapioca y se enfadaba si no conseguía una dosis diaria de alguna de las dos. Entramos en ella, tenía un aire moderno con sillas de metal negras, detalles en madera y varias plantas muy verdes a modo de decoración.

Entré y me encontré con quien menos me esperaba, ahí estaba Noah. Sentado en una de las mesas pegadas a las grandes ventanas del local estaba sentado, desparramado sobre una silla y justo delante de él estaba Bea. ¡Qué bien! ¡La persona a la que más ganas tenía de ver! Estaba tranquilamente hablando y cuando escuchó el ruido que hicieron nuestras sillas al moverse, que se oyó algo fuerte porque somos unas inútiles que no saben levantar una silla y porque, aunque había gente, no estaba tan lleno el local como pensábamos, me saludó con la mano para después continuar hablando tranquilamente. Nos sentamos en una mesa central, no demasiado lejos de la caja pero no muy cerca de la entrada.

Hicimos nuestros pedidos y mientras esperábamos hablando pude notar varias veces sobre mí los grandes ojos del chico de pelo oscuro. Cuando nuestras miradas chocaban me sonreía y yo le devolvía el saludo de la misma forma. Sabía que mi amiga lo había notado y que se burlaría de ello más tarde pero, ¿qué podía hacer? No hay que ser maleducados cuando a uno lo saludan.

De pronto, comenzó a llover. El clima se estaba volviendo cada vez más  inestable y nunca sabía con lo que te encontrarías ese día. Un chico entró en la tienda huyendo de la lluvia. Bueno, no era precisamente un chico cualquiera, llamaba bastante la atención por su altura y no pude evitar fijarme en él. Llevaba una chaqueta peluda abierta por la que asomaba un jersey de punto blanco, tenía además una mochila y una bufanda de colores oscuros, y no era otro que Marcos. Él nos vio enseguida y su rostro mostró confusión.

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora