Capítulo 40

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Narra Omar

Lucas estacionó el coche justo delante de la universidad.

—Te va a ir bien, ya verás, y si no siempre puedes buscar consuelo en mí —se acercó a mi oreja y susurró —estaré encantado de dártelo.

Le di un golpe en el hombro imtentando disimular la risa, antes de que intentase algo me bajé del coche y me acerqué hasta su ventanilla.

—Si me va mal o no de igual forma espero tu consuelo —le aseguré. Sonrió como un idiota, mi idiota.

—No lo dudes.

Me marché y entré en la cafetería en la que trabajaba Marcos, confiaba en que por su recomendación me diesen el puesto pero por si eso no pasaba más tarde tendría otra entrevista.

—Buenos días —saludé, el lugar estaba vacío porque estaban a punto de abrir con el horario de la tarde.

—Bueno días —saludó una chica morena con fequillo y ojos oscuros que había visto varias veces cuando había ido allí a tomar algo con mi novio —¿Vienes por la entrevista?

—Sí, de hecho.

—¿Eres Omar? —asentí.

Cuando acabamos la entrevista salí de allí sintiendo que me había quitado un peso de encima, si no me daban el trabajo no sería mi culpa, había cumplido con buscarlo y lo seguiría buscando hasta que consiguiera uno así que ni mis padres ni mi hermano podían reprocharme nada.

Entré en el coche que me esperaba en el mismo sitio que antes. Lucas había insistido en acompañarme a pesar de que le había dicho que no hacía falta, podía irme en moto o en bus si mi padre la necesitaba para algo.

—Hola, ya podemos irnos —Lucas me ignoró y rebuscó en el asiento de atrás, unos segundo después sacó un ramo de flores que antes no estaba ahí. ¿Podía ser más romántico? Había comprado flores para hacerme sentir mejor porque sabía que me gustaban, Lucas siempre me compraba flores, flores diferentes y una buena cantidad, siempre que podía lo hacía. Lucas podía ser raro a veces pero cuando se ponía romántico me hacía derretir el corazón porque me dejaba ver ese lado vulnerable que nunca se había ido (y que solo mostraba conmigo) y que aunque las cosas fueran mal, el me tendería su mano.

—No hacía falta que me trajeras nada. ¿Cuándo las compraste?

—Ahora mismo, mientras sufrías. Pensé en quedarme aquí y reírme de ti por tener que ser entrevistado pero preferí comprar flores.

Sí, claro, seguro fue por eso.

—Por cierto, hablando de comprar cosas, ¿qué debería comprarle a mis padres?

—¿Vas a comprarles algo?

—Debería, no los veo desde hace un tiempo y voy a contarle a mi madre.

¿Contarle a su madre qué? ¿Había algo que contar?

—Lo nuestro.

Ah. Vale. Era eso. La madre de Lucas era el único miembro de la familia que no estaba enterado de que él era gay. Sus padres me conocían pero solo su padre sabía que yo era más que su amigo y, para nuestra suerte, lo aceptaba sin problemas, cosa que no sería tan fácil con su madre. Lucas tenía una buena relación con sus padres pero a lo largo de los años, Matilde había comenzado a mostrar actitudes que no le gustaban a Lucas y de ella había aprendido a preocuparse por el que dirán, así que había preferido no contarle nada cuando descubrió su sexualidad.

—Lucas, no es necesario.

—Sí que lo es, quiero poder llevarte a la casa donde me crie de la mano sin que mi madre piense que es raro. Quiero que vengas conmigo a la cena.

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora