Capítulo 49

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Narra Omar

—¿Quieres que te ayude? —me preguntó Lucas al ver que yo habría la puerta trasera para sacar mi equipaje.

—No hace falta, gracias —bajé las cosas y me despedí de mi novio con un beso.

—¿Si necesitas algo llama, vale? —me miró intensamente con esa mirada suya de preocupación. Asentí.

Me encaminé hasta mi edificio y de ahí a mi apartamento, pasando por todas las escaleras con una maleta y una mochila al hombro. Cuando por fin llegué entré, dejé mi maleta a un lado de mi cama y tiré mi mochila en ella.

Salí hacia el salón y me encontré a mi hermano en él junto a mi madre tirados en el viejo sofá de cuero.

—Hola.

—Hola Omar, ¿cómo te fue en tu viaje? —me preguntó mi madre cuando me acerqué a ella para darle un beso en la mejilla.

—Bien, fue divertido.

—Debiste de haberte dejado mucha pasta —miré a mi hermano sentado en el otro lado del mueble que acababa de hacer uno de sus comentarios siempre absurdos. Ojalá el viaje hubiera durado más -Aparta que quiero ver la tele.

Me moví y fui a la cocina a por un vaso de agua y una mandarina, después de comer y beber lavé el vaso y pensé en ir a deshacer la maleta pero mi hermano me interceptó en el pasillo.

—Omar —me giré hacia él —¿me dejas dinero?

—No tengo —no quería empezar con sus tonterías sobre el dinero, me tenía harto.

—¡Vamos, te acabas de ir de viaje, para eso necesitas pasta!

—Yo no pagué el viaje.

—Pero algo habrás gastado —Neil me ponía de los nervios.

—Neil no me han pagado, déjame en paz, no tengo dinero.

—Ya claro —me pegó un empujón uy se metió en mi habitación. Lo seguí y me lo encontré revisando mi mochila.

—¿Quieres dejar mis cosas? —me acerqué lo mas rápido que pude e intente que soltara mis cosas, forcejeamos y me acabó tirando al suelo.

Neil era mucho más fuerte que yo y más alto así que en una pelea cuerpo a cuerpo no era muy complicado saber quien ganaría.

—¡Deja de ser un egoísta y comparte lo que ganas!

Siguió revisando mi mochila y yo volvía intentar evitarlo.

—¡No toques mis cosas! —¿Con qué derecho se atrevía a rebuscar así entre mis pertenencias?

Encontró mi cartera y me empujó de nuevo para poder revisarla, no tenía más que un billete.

—¿Veinte pavos? ¿Eso es todo? Tienes que tener más, ¿si no como te compraste todas estas chorradas? —señaló a mis posters y álbumes.

—¡Yo al menos sé ahorrar y no gastarme el dinero en mierdas! —le grité, ya no podía más con sus ansias de dinero y con que se pensase que todos en la familia estábamos a su disposición —Devuélveme eso —señalé el dinero.

-Va a ser que no. ¿Has dicho que ahorras? ¿Dónde están tus ahorros?

Juro que no lo maté porque no tenía un cuchillo delante, suelo preferir evitar el conflicto pero desde que comenzó a rebuscar en mis cajones y armarios, invadiendo mi privacidad de esa forma, noté como me subía por el cuerpo unas ganas terribles de estrangularlo.

—¿Pero te quieres parar? —lo empujé y noté su mirada de enfado reflejada en su cara, pensé que me daría un puñetazo pero puede que hiciese algo peor.

Se subió en mi cama y comenzó a arrancar y a romper todos mis posters de la pared, intenté detenerlo pero volvió a tirarme al suelo.

—¡Para Neil! ¡Para! —le gritaba intentando que se apartara de la pared pero no conseguía nada.

—¡Eres muy avispado para guardarte el dinero para ti y gastártelo en tonterías!

—¿Eres mejor tú que te lo gastas en drogas? ¡Que pares coño!

—¡Parad los dos ahora! —nos gritó mi madre desde la puerta —¡Os estáis comportando como niños pequeños!

Neil se bajó de mi cama y pensé que por fin se había terminado pero se dirigió hacia mis discos y antes de que pudiera detenerlo los tiró al suelo y comenzó a romperlos. Intenté que se apartara, recoger mis cosas, pero no me lo permitía.

—¡Neil, para ya! —le gritó mi madre pero como siempre eso no sirvió de nada. Solo cuando que ella le lanzó un zapato a la cabeza él se dignó a parar.

Salió por el pasillo sin decir nada y me dejó ahí con mi habitación destrozada.

—Omar, ya sabes como es, a veces le dan ataques de rabia... —intentó tranquilizarme mi madre al verme tan enfadado.

—¿Y se supone que yo aguante esto cada vez que le da por ser un puto imbécil? ¡Ha destrozado mis discos mamá! ¡Y los posters! ¡La mitad de ellos me los regaló Lucas! ¡Joder! —notaba los ojos llorosos, solo quería llorar mientras mi madre me consolaba pero en parte ella había sido la culpable de que todo eso pasara —¡Ha arruinado mis cosas solo porque no le quise da veinte euros! ¡¿Acaso a ti te parece normal?!

—Omar...

—¡No! ¡Siempre le defiendes, no importa lo que haga! ¡No importa si te hace endeudarte hasta las cejas solo para sacarlo de los líos en los que él mismo se metió! ¿NO LO VES? ¡Neil nos fastidia la vida y aun así lo seguís defendiendo! Y ese imbécil...

El dinero, si quería dinero yo se lo daría. Me acerqué al colchón y lo levanté, si mi hermano hubiese sido más listo hubiese podido darse cuenta de que ahí guardaba el dinero, como en las películas malas de narcos. Saqué todo el dinero que tenía ahorrado, todo lo que había guardado durante años y me metí 100 en el bolsillo. Cogí el fajo que quedó y fui hasta el salón donde el estúpido de Neil se había instalado a ver la tele como si nada hubiese pasado. Le tiré el dinero en la cara.

—No me vuelvas a pedir nada en tu puta vida y no me vuelvas a hablar.

Corrí de nuevo a mi habitación y comencé a guardar mi cosas en una bolsa de deporte, todo lo que me pareció importante para sobrevivir.

—Omar —intentó evitarlo mi madre.

—Suéltame —me zafé de ella.

Agarré mi identificación, mis documentos importantes y mi pasaporte.

—Adiós, mamá —me colgué el bolso al hombro, la mochila que había llevado al viaje y arrastré la maleta aún cerrada.

Salí de mi casa con los gritos de mi madre para que volviera. Me marché caminando, anduve un buen esto hasta que llegué a la cada de Lucas.

Me recibió Marcos.

—Hola Omar, ¿qué te ha pasado? ¿Estás bien? —llevaba a Pascal en sus brazos pero lo dejó en el suelo para ayudarme a cargar la maleta. Después de entrar y dejar mis pertenencias en una esquina de la cocina me ofreció una servilleta para que me limpiara la cara, la tenía pegostosa pues había estado todo el camino llorando.

—¿Sabes dónde está Lucas?

—Fue al supermercado. ¿Qué te ha pasado Omar? ¿Qué haces aquí? —miró mi equipaje que estaba siendo arañado por el gato —¡Pascal, no hagas eso!

—No importa, me he marchado de mi casa, no aguantaba más allí.

—Entiendo —sacó una lucecita roja para distraer a pascal y que dejase mi maleta —Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras, ¿lo sabes, no?

Asentí. Agradecía que me ofreciera quedarme pero luego de eso, ¿que haría? Me había ido sin pensar y necesitaba un plan.

El muerto, el British y el gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora