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Eleanor no podía mantenerse lejos de Susan, ella era un persona famosa y eso le daba una ventaja, podía verla y saber de ella, sin que ella supiera que ella sabía.

La noticia en una de las revistas de la farándula, se hizo notar de inmediato, es el chisme del momento. Impresionante cómo la prensa amarillista y morbosa, transa con el dolor ajeno. En la foto de la primera plana, se notaba a una mujer rubia demacrada llorando amargada, sobre el pecho de su pareja, por la pérdida de su hijo, ambos habían recibido en ese preciso momento la noticia y un paparazzi, sediento de la mejor foto se coló en el hospital logrando sacar la foto inédita para la primera plana. De más está decir que se vendió la revista como pan caliente, lo suficientemente rápido, cómo para pagar cualquier tipo de abogados, que ellos pudieran presentar por la foto. Ni siquiera son capaces de respetar el dolor de unos padres que acaban de perder a su hijo.

Cuándo Eleanor leyó el titular y vió la foto de ella. Temblando sostuvo la revista entre sus manos. Ella sabía dónde vive porque  de los famosos se sabe todo, están a un avión de distancia, preguntándose si era prudente o no, ella deja a sus hijos con su madre y antes de saberlo, el avión ha aterrizado en Los Ángeles. No sabe que hara si ella no quiere recibirla y está en su derecho, pero sabe que la necesita, entonces deja de lado todo su orgullo, y ahí está frente a las rejas de la mansión, tocando el timbre, el portero eléctrico suena y ella tímida responde.

—Soy Eleanor Rigby.

—¿Qué quiere?

—Soy amiga de —amiga, la boca se le lleno de amargor— Susan, me enteré lo que pasó y vine a verla. Anunciaron mi llegada los guardias hace un momento.

Las rejas se abren. Un guardia la ha dejado pasar luego de que en la casa la anunciaran y dieran el ok. Eleanor camina con su bolso de mano, no tiene más pertenencias, no piensa quedarse mucho tiempo por lo que no ha empacado tanta ropa. Toca el timbre de la casa y abre la puerta de golpe una Susan mayor, demacrada, palida y ojerosa, sus ojos están rojizos e hinchados. Ambas se miraron por un rato, sin saber que paso dar. Susan la abraza primero y llora sobre su hombro.

—Tranquila —sobaba su espalda— ya estoy aquí Susi.

Entran a la casa. La rubia retira a su ama de llaves. Y dejando a Eleanor en el living, busca una bandeja para servir café para ambas. Aún en bata de seda rosa, se sienta al lado de Eleanor y le da una taza de café.

—Gracias por venir.

—¿Y Warren?

—Se fue hace dos días, no va a volver. El bebé era lo único que nos unía y ahora ya no está —la rubia voltea a verla— ¿Con quién dejaste a tus hijos Eleanor?

Susan en cuanto la vió noto la sortija de matrimonio y la cadenita en su cuello, con el dije de una nena y un nene.

—Se los dejé a mi madre y le dije que tenía que viajar de urgencia, si ella lo supo o lo dedujo, no preguntó.

—Agradezco que estés aquí, pero esto te podría traer problemas con tu esposo y no quiero que tengas problemas.

—Me necesitabas aquí y por eso vine. Mi esposo... él sabe, sabe que no podía dejarte sola.

Ambas comparten un silencio y se miran a pesar de los años aún se miran con amor. Susan mira la argolla de casada de la castaña y se pregunta que sería de ellas si estuvieran juntas, si compartieran un anillo, si Leny hubiera decido irse con ella aquel día hace tantos años o cada vez que se lo propuso. La rubia cómo se lo prometió a sus 17 años, jamás se casó. Y no lo lamenta, el único amor de su vida, aún sigue siendo ella.

—Tuve una hemorragia severa Leny, casi muero también. Tuvieron que sacarme todo, ya no podré tener hijos —suspira lamentándose— 29 años y el único hijo que cargué, ahora está muerto.

—Lo lamento —coloca una mano en su rodilla—, sé lo que es perder un hijo. Perdí un embarazo antes de Tanner y aún me preguntó cómo sería mi hija en la actualidad.

—¿Sabés? Ni siquiera quería a ese bebé, no al principio. Dios —se seca el agua de la nariz— hasta pensé abortarlo. Pero a medida que el tiempo pasaba e iba creciendo, y lo sentía moverse dentro de mí, lo ame, ame a mi hijo, amaba a mi bebé y Dios decidió que no podía tenerlo. Siempre se ha negado a dejarme a las personas que más amo, como a mi hermano favorito, como a mi hijo, como a ti. Creo que jamás podré ser feliz —se levanta y camina alejándose de la castaña.

—No es así Susan, tienes fortuna éxito y dinero. Ya encontraras a alguien.

—¿Para qué? Si jamás podré amarle como te amo a ti. Tengo 29 años y aún mantengo la promesa que te hice a los 17. No me casaré con nadie que no seas tú, Leny.

—Pero yo ya éstoy casada.

—¿Y lo amas? —Leny baja la mirada al suelo— Disculpa Eleanor, hace años que no te veo y salgo con estás cosas. Iré a acostarme, estoy agotada. Eres bienvenida a quedarte, toma la habitación que más te guste.

Susan sube las escaleras entra a la habitación y se acuesta. Eleanor también sube las escaleras y al ir indagando sobre las habitaciones de la casa, encuentra la habitación del bebé y su nombre pegado a la pared, Alexander. Toma un osito de peluche y lo huele, abre un libro que tiene los recuerdos para guardar del bebé, cómo la primer ecografía, diente de leche, mechón de cabello, etc.

Abre la puerta de la habitación de Susan y la encuentra acostada dándole la espalda a la puerta, se sube a la cama tapándose y se acerca abrazándola por atrás. Pegada a ella pasa una mano por su cintura y besa su cuello, la rubia voltea y la abraza pegándose a ella. Las horas pasan y la respiración de ambas es más relajada y menos errática, se han quedado dormidas. Susan por primera vez en días, y sin ayuda de pastillas que la ayuden a dormir, se duerme plácidamente.

Mas que amigas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora