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Luego de un mes, Leny se marcha cuando el estado de Susan mejora, se ve más animada y mejor de salud también, ella la lleva al aeropuerto pero antes de bajar del auto tienen una charla en el estacionamiento.

—¿Volverás a desaparecer de mi vida?

—No, no quiero hacerlo.

—Sigues teniendo un esposo e hijos Leny ¿Volvemos al inicio? ¿Seré la tía Susi para tus hijos? Quiero que sepas algo antes de tomar ese vuelo Eleanor, ya no tengo 18 años, y no voy a esperarte toda la vida. Intenté seguir con mi vida y honestamente hubiera sido más fácil sino aparecías, porque eso avivó la llamita de esperanza que vivía en mí. No soy estúpida y estos días noté que sigue habiendo algo entre nosotras, porque has estado durmiendo en mi cama con 4 habitaciones libres. Quise hacerte muchas cosas, muchas veces, pero no lo hice por respeto a tu esposo —Eleanor sube la mirada de sus manos temblorosas a la rubia que la mira fijamente, no esperaba este discurso—. No puedo volver al casillero de inicio, pero tampoco puedo esperarte toda la vida, necesito poder avanzar Eleanor. Cuando tomes ese avión, y en cuanto tengas tiempo para pensar, necesito que tomes una decisión y cuando la tomes me escribas o me llames, y necesito sobre todas las cosas que si decides no estar conmigo, me dejes ir y no vuelvas. Algo me quedó muy claro —le da la caja con todas las cartas que le escribió sin enviarle— no puedo vivir pegada a tu fantasma. Estás son las cartas que jamás dejé de escribirte, son tuyas.

Leny llora porque sabe que tiene que tomar una decisión y no es fácil. Porque cuando se enteró que ella estaba embarazada de su primer hija, no quería a esa bebé, significaba un lazo a otra persona, del cual no iba a poder deshacerse fácilmente y una distancia del amor de su vida. Aprendió a amar a su segundo hijo, cómo no había podido hacerlo con su primer hija. Pero ahora esos niños significaban una responsabilidad y una desición difícil de tomar, no era tan fácil irse y dejar a su esposo, con sus hijos de por medio.

—¿Cuánto tiempo tengo para darte una respuesta?

—Dado que esperé este momento 11 años, tienes máximo hasta el viernes. Sé que no estás en una situación fácil, pero yo necesito una respuesta.

Eleanor se marchó de ahí, con su bolso, y llevándose también empacada una desición que tomar. Quizás sabía todo lo que conllevaba presentarse ante Susan antes de hacerlo, la rubia siempre la había acorralado de alguna manera a tomar desiciónes y era una dinámica que no perdían desde que eran adolescentes, al parecer. Pero también quizás ella ya estaba lista para volver a ella de nuevo, nunca la situación fue la ideal, dado principalmente los prejuicios de siempre, que son dos mujeres y que ella tiene hijos, pero en algún momento tendría que tomar el toro por las astas y su felicidad.

Eleanor como la sobrepensadora compulsiva que es, pensó en los pros y los contras, cuando no le alcanzó mentalmente, hizo una lista y al final de las 8 listas que había hecho o de los 15 escenarios posibles, no solo le dolía la cabeza, sino que también en la mayoría de todos ellos era feliz con Susan, pero en algunos de esos futuros le costaba sus hijos y en el peor de los casos, sus hijos y su libertad.

Llega a casa, y su hijo corre a recibirla, mientras su suegra se asoma por el umbral de la cocina con mala cara.

—Al fin vuelves a tu casa, con tu marido e hijos como corresponde.

—Buenas tardes Corine para ti también.

—Hola mamá —Louisa distante la saluda y vuelve a hacer su tarea de nuevo. Jamás logró conectar con su hija—. Gracias —toma el paquete que ella le deja sobre la mesa y lo abre— que lindo, gracias.

—¿No te gusta? ¿Es por el color?

—Si me gusta mamá. Es solo que me dejaron de gustar los unicornios hace un año y por eso los regalé a todos a la caridad, cuando llevaste la cajas con juegues al hospital.

—Oh, lo siento, no lo recordé —Louisa siempre ha sido demasiado madura para su edad—. Puedo comprarte otra cosa si quieres, vamos y lo eliges tú.

—Esto está bien, será el único que tenga y está bien.

La verdad es que a la niña no le apetece mucho la idea de pasar más tiempo del necesario con su madre, ella es la que más se parece a Peter, tanto físicamente como en su manera de ser. La niña sigue haciendo la tarea sin prestarle atención a su madre y ella se marcha a la cocina a enfrentar al diablo y sus comentarios mordaces.

—Peter llegará en una hora de trabajar ¿Te irás de improvisto de nuevo? Digo para saber si me quedo o me voy.

—No me iré Corine.

—Bien. Pobre de mi hijo, no sé que te vió. Me voy y espero que esta vez te quedes en tu casa Eleanor.

La mujer se marcha por la puerta dándole un azote, saca su auto del porche y retira sin mirar atrás. Jamás se había sentido tan fuera de lugar en su propio departamento, ahora se daba cuenta de lo infeliz que había sido, de lo infeliz que era, en ninguna foto de esas que cuelgan en la pared sale sonriendo con genuina felicidad, ni siquiera cuando nacieron sus hijos, ella sabía cómo lucia feliz, tenía fotos de esa felicidad a los 17 años, tomadas por una Polaroid.

Se encuentra con su hija que ha terminado de hacer los deberes, y está guardando sus útiles, mientras Tanner el más parecido a ella, juega en el reducido espacio con el tren que ella le trajo de regalo.

—Me iré a bañar.

Dice la niña levantándose pasándole por al lado sin mirarla. Eleanor se pregunto si esa niña le tenía algún tipo de afecto, aunque es consciente que el solo hecho de compartir sangre no la obliga a sentir cariño hacia su madre, una madre que desde el inicio lloró amargamente por saber de su existencia, pues eso significaba que ella era el motivo por el cual Peter no se apartaria de ella, o la dejaría marchar con su hija, y eso también significaba que no podría estar con Susan.

Prepara la merienda para sus hijos y al salir la niña, ya está sentada en la mesa, mientras también sentó a su hermano junto a ella.

—¿Volverás a irte mamá? La abuela nos preguntó si nos gustaría vivir con ella.

Como mentirle y decir que no se irá, cuando su corazón, su mente y su alma, quieren tomar a sus hijos y huir de ahí con ellos a los brazos de Susan.

—¿Qué le dijiste? ¿Quieres ir con la abuela?

—Tengo a mis amigos y mi escuela acá, pero papá no puede solo, cuando no estabas él —la niña mira a su hermano— y la abuela hace de comer horrible.

—¿Me extrañaron? —una pregunta jugada para su hija.

—¿Tú nos extrañaste?

—Cada día.

—¿Y porqué no volviste antes?

La puerta se abrió y entra Peter desajustando su corbata, y tirando el maletín al suelo. Él acorta rápidamente los pasos entre ellos y la abraza levantandola del suelo, ella se incómoda ante su contacto, antes le incomodaba pero ahora más.

—Al fin estas en casa.

—Tenemos que hablar —es todo lo que dijo y él se tensa bajandola al suelo.


Mas que amigas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora