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Flores para los muertos
Castigó a los vivos
Este es nuestro último
Canto de amor.

Juno llegó una semana entera, a entretener los días de Minho, el chico era dopamina pura, siempre alegre, contándole como se había hecho otra herida en sus entrenamientos

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Juno llegó una semana entera, a entretener los días de Minho, el chico era dopamina pura, siempre alegre, contándole como se había hecho otra herida en sus entrenamientos. Narrando los chismes innecesarios que pasaban a su alrededor, expectante Lee escuchaba cada palabra del chico, que hacía ademanes al emocionarse.

El único rumor que llamo su atención fue cuando hablo del líder Han, Juno le relató a detalles lo que su jefe tuvo que hacer para deshacerse de los antiguos líderes. Mentiría si decía que no sintió miedo, al saber cada acto atroz de Jisung, sus bellos se ponían de punta de solo pensar en las personas que asesino.

Esa mañana el castaño esperaba paciente al chico, le había prometido un pudín de postre, de solo recordarlo podía percibir en su paladar, el sabor dulzón y su suave textura.

Sentado en la cama, agitaba sus piernas con los ojos cerrados, preguntándose por qué no volvió a ver a Jisung desde su discusión, sabía que estaba cerca, en algunas ocasiones podía oír su voz y Juno le confirmaba cuando se encontraba en casa.

El sonido de la puerta hizo de un salto, sonriendo como un niño en la espera de su juguete nuevo. De inmediato su sonrisa se congeló y parpadeo con incredulidad, su boca quedó abierta mientras el tipo entraba con una bandeja con su desayuno.

—Pero qué mierda...

No pudo terminar la frase, de forma repentina soltó una estruendosa carcajada.

—Ríete todo lo que quieras, estoy acostumbrado a esto— Respondió el tipo de voz distorsionada.

Con Minho riendo de manera escandalosa, el hombre dejó la bandeja de comida en la mesita de noche y tomo asiento en el suelo.

—Las personas con frecuencia reaccionan de esa forma, al verme por primera vez — Señalo su máscara de cerdo/conejo  —Pero la tuya no tiene precio.

El castaño estaba rojo como un tomate, en la comisura de sus ojos se asomaban unas lágrimas y su abdomen comenzaba a doler por el esfuerzo. Alzó la mano para pedirle un momento en el que tomaba aire y se recomponía.

—No los culpó, tu máscara es un tanto adorable, por tu complexión no concuerda mucho.

Lee se secó las lágrimas y tomo asiento frente a Dwae, que flexionaba sus brazos presumiendo de sus bíceps, su camiseta de manga corta hacían ver su imponente musculatura.

—Años de ejercicio y comer pechuga de pollo a la plancha.

—Debes de ser D, Juno me habló de ti.

—Dwae pero Juno me dice D, puedes llamarme como quieras— Dwae señalo el pudín en la bandeja — Está ocupado ahora, pero me dijo que te prometió el pudín y que lo comieras después del desayuno.

Mr. Caos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora