Capítulo 11: La llegada

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Janna se impacientaba al ver que por la cinta transportadora ya no viajaban más productos provenientes de la multigranja. Esta sensación aumentó al descubrir que su botella de valeriana estaba a punto de vaciarse. 

JANNA: ¿Se le han pegado los conejos en el brazo o qué?

Janna resopló, se puso en pie y agarró el palo de obsidiana y la botella de valeriana para marchar del centro de trabajo. Con ligero sol y ausencia de viento, podía permitirse dar un paseo sin rumbo con el fin de despejar la mente.

JANNA: Es verdad...

El palo de obsidiana realizaba trazos rectos y hundidos en la hierba.

JANNA: Hoy es la ceremonia.

Janna se encaminó hacia los alrededores del Monte Yspona. Tras ella, dejó ideaciones de una sirena cuadriculada e inacabada.

JANNA: No, Janna, no. Otra cosa. Otra cosa. ¡El cielo! El cielo está lejos. Muy lejos de mi rango.

Janna perdía la vista en el cielo, echando vistazos al frente para evitar obstáculos.

JANNA: Es un océano infinito. Agua que nunca cae. Una capa que oculta todo lo que hay. Un...

Janna se detuvo en seco al descubrir una figura humana cerca del reverso del Monte Yspona. Curiosa y precavida, se acercó, con el palo de obsidiana en horizontal.

JANNA: ¿Quién es?

Por el tamaño, Janna dedujo que se trataba de una niña preadolescente.

JANNA: ¡Eh!

La niña desapareció entre los pliegues de roca. Janna, intrigada y ligeramente escalofriada, dio la media vuelta.

15:00. Zoltan se sentó en el borde de la cama y empezó a comer la ensalada de macarrones que Thedeo le había dado minutos atrás. Quedó solo en la caseta, como en todas las horas que llevaba viviendo allí.

ZOLTAN: Sorprendentemente sabroso.

Tanto el mobiliario como el techo de la caseta eran de madera ámbar astillada. En el suelo, se prolongaba una moqueta blanca sin detalles. En la pared, solo colgaba un espejo y una escultura de ébano en forma de Y.

ZOLTAN: Espero no estar en deuda.

Una vez que se terminó el plato, Zoltan se puso en pie y paseó por la caseta. Más que el tedio, su mayor molestia era la incertidumbre.

ZOLTAN: Que venga con el postre.

Zoltan se arrimó a la ventana.

ZOLTAN: Para hablar un poco, aunque sea.

La caseta se situaba en una explanada de hierba a las afueras de Azkir. Por dónde daba comienzo la urbe, Thedeo se hallaba parado, charlando con dos hombres con aspecto semejante al suyo.

ZOLTAN: ¿Son familiares o qué?

Pese a no poder oír ni leer los labios, Zoltan siguió mirando.

ZOLTAN: Creo que están mirando aquí...

Zoltan desvió la mirada hacia la izquierda, por donde Azkir finalizaba y daba paso a la llanura. En filas de diez, frente a lo que parecían ser miembros de la Corte Marcial, se disponían militares y civiles, protegidos con patines dorados y un nylon acorazado plateado.

ZOLTAN: Pero s...

Zoltan continuó expectante, entre la duda y la preocupación.

20:30. A la hora de la cena, Zoltan sintió ganas de saciar su curiosidad. Incluso antes de que Thedeo entrase a la cabaña con el plato de sopa, ya se encontraba frente a la puerta, con los brazos cruzados.

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