Capítulo 58: La injusticia

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Nastya deambulaba por las escaleras y plantas de la zona media del Uzbin. Sus pisadas generaban vibración y eco, pese a no ser marcadas. Gracias a los ventanales, podía visualizar aquellos espacios que, hasta hace nada, tenían vida, ya fuera en este mundo o en el alterno.

Ante la aparente calma en aquellas alturas, tenía la oportunidad de tomar algo de una dispensadora. También, de deslizarse por una pista de hielo. O de corretear por unos laberintos coloridos. Pero prefirió ascender.

Nastya llegó a las plantas justas en las que ya se podía visualizar la batalla entre Ryvanna y Lioba con claridad. A un costado del ventanal, se situó para deducir el transcurso. Ninguna mantenía el dominio sobre la otra. Era un combate en bucle, donde volaban más las plumas que la sangre.

Mientras tanto, abajo, en las calles, el granate predominaba. Lazira fue la destinataria de varios disparos sin objetivo. Con la pierna derecha quemada y los brazos raspados de arrastrarse por las paredes, trataba de alcanzar un lugar seguro. Ni siquiera tuvo tiempo para redimirse ante las Cortes.

LAZIRA: Hijos de puta.

Lazira sintió alivio al dejar de oír gritos y pisadas.

LAZIRA: ¡Hijos de p...!

A Lazira le tembló la barbilla. Tras el momento de flojedad y frío, tomó aire y avanzó, sin importar el dolor. Sentía culpa por no atreverse a tan siquiera echar la vista atrás. Por solo haber usado la pistola una sola vez. Por no haberse despedido debidamente de aquellos que siempre tuvieron algo que ofrecerle.

Las lágrimas sustituyeron a la sangre. El machaque punzante y el escozor actuaban como un impulso, pero también como un remedio para evitar los pensamientos pasados y los remordimientos futuros.

Lazira, finalmente, llegó hasta la puerta de casa. Dio dos golpes de puño discretos, como si le costara acertar. El sonido de ajetreo en el interior la relajó. El cerrojo fue deslizado. Tomó aire y puso recto el cuerpo.

Kizmir y Mizvara tuvieron el impulso de abrazarla, pero se contuvieron para no dañarla más.

KIZMIR: ¡Pasa, pasa!

Kizmir cerró la puerta con un sonoro golpe. Mizvara ofreció la mano a Lazira y la condujo hasta el sofá.

KIZMIR: Mizvara, ve a por hielo.

Mizvara marchó inquieta a la cocina. Kizmir se sentó al lado de Lazira.

KIZMIR: ¿Hubiera cambiado algo si te hubiera apoyado?

Mizvara metió hielos en un par de bolsas y las colocó sobre las heridas de Lazira.

KIZMIR: No para el resto. Sino para ti.

Lazira agarró las bolsas de hielo y las estampó contra el suelo. Se llevó la cabeza a las manos y comenzó a llorar con rabia.

LAZIRA: ¿Y ahora qué?¡Y ahora qué! 

KIZMIR: Lazira, tú no tienes la culpa de nad...

LAZIRA: ¡Me da igual!¡Ahora qué! Soy una puta cobarde de mierda.

Mizvara se retiró cabizbaja del comedor por el estado de su hermana.

KIZMIR: Eso no es así. Tú...

LAZIRA: Lo soy. No hace falta que mientas.

KIZMIR: Mi hermano es el que se tendría que haber tirado del Uzbin y no mi madre.

Kizmir se levantó violentamente del sofá y dio una patada a la pared.

KIZMIR: Que se quede con su puta ciudad de mierda. Con su puto país de mierda. Con... ¡Todo!

Kizmir se movía en elipses.

KIZMIR: ¿Y si lo único que queda es marchar?

Mizvara regresó al comedor.

MIZVARA: ¿A dónde?¿Y con qué?

KIZMIR: ¡No lo sé! No lo sé. Porque ni siquiera mi puto hermano me dijo el lugar exacto al que marchó.

Kizmir dio un puñetazo a la pared.

KIZMIR: Mi familia es la responsable de todo esto. Buscaré yo el trabajo y el hogar. Haré todo lo que haga falta.

LAZIRA: Kizmir...

KIZMIR: Todo. Hasta lo que me dé más asco.

LAZIRA: ¡Kizmir, cállate la puta boca!

Kizmir se detuvo en seco.

LAZIRA: ¿Tú crees que tengo la cabeza bien ahora para decidir algo?

Kizmir agarró la pistola de tubo.

LAZIRA: ¿Qué vas a hacer?

KIZMIR: Si no vais a querer huir, habrá que hacer algo para que esto sea habitable.

LAZIRA: ¡Que esto no es un puto juego!¡Que están matando a gente!¡Que lo he visto!¿No te enteras o qué?

Kizmir emitió un suspiro gritado.

KIZMIR: O nos marchamos de aquí para siempre, o me voy al Uzbin y mato a quien sea. Aunque me maten. No hay otras opciones. ¡No hay nada más!¡Y no hay tiempo para pensar!

Lazira se incorporó en el sofá.

LAZIRA: Si huimos, sería una victoria para tu familia. 

KIZMIR: Morir, también. Pero viviendo, podremos enterrar su memoria. Desprestigiarlos hasta la eternidad.

Kizmir devolvió la pistola de tubo a Lazira.

KIZMIR: Yo trataré de reparar el daño que a una familia como la tuya se ha creado.

Kizmir le acarició la mano a Lazira.

Finalmente, por su parte, Nastya logró llegar a la última planta del Uzbin. No era la estancia más grande, pero sí la que más le costó recorrer. Mientras dos pasos ralentizados, acariciaba la mesa central y las sillas envolventes. La pantalla apagada actuaba como espejo. Ella apenas se vio. Avanzó y avanzó, hasta llegar a los ventanales.

El mundo se visualizaba como un simple mantel. El cielo, obviando a Ryvanna y Lioba, como un techo tentador de romper. Nastya se pegó al cristal, sin epicidad, tan solo contemplativamente.

NASTYA: No creo que necesite esto de nuevo.

Nastya se sentó en una de las hamacas.

NASTYA: Que lo aprovechen otros.

Nastya vio un resplandor a través de los ventanales. Pese a las vibraciones, mantuvo la calma.

Ryvanna era consciente de que necesitaba a Lioba entera para poder hacer ritual. Sin embargo, la rabia le quitó la razón. Su pecho brilló hasta rebasar el color blanco. 

De nuevo, Lioba siguió existiendo. No así el aire frente a Ryvanna. Ni tampoco las plantas altas del Uzbin. Nastya fue la última en lo alto de Azkir, sin ser coronada. Sin ser tan siquiera reconocida.

Ryvanna suspiró al ver que las plantas donde teóricamente habrían esperado Janna, Vandy y Namuu seguían intactas. Sin embargo, su descontrol le hizo temerse. Antes de atacar por atacar, se elevó un centenar de metros y, a solas, meditó.

RYVANNA: Tengo que reconocer cuándo no puedo sola.

Ryvanna descendió y se alejó del cielo de Azkir. Lioba, mosqueada, la persiguió.


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