La incierta travesía de Alvora y Myra las condujo hasta la zona norte del Estado de Dhabar. Entre elevaciones verdes ocres petrosas, rasposa vegetación y antiguo tendido eléctrico, se erigía un skyline que combinaba la rectitud de la antigua modernidad con la rusticidad de la aún más vieja antigüedad.
MYRA: ¿Crees que habrá alguna especie de turistas?
Myra se llevó la mano a la frente y se la secó.
MYRA: Vivo, me refiero.
Alvora y Myra tomaron la primera calle de la ciudad.
ALVORA: Espero que no. Creo que, como mucho, nos encontraríamos otra Huri entre las ruinas.
MYRA: Pues nos sería de ayuda.
ALVORA: Este lugar no es tan grande. Sería una tontería perder la paciencia ahora.
Las calles de piedra se encajonaban entre muros del mismo material. Alvora observaba las fachadas con detenimiento.
ALVORA: Podría ser este el lugar indicado. Si no, lo será Nazaret.
MYRA: A ver si encontramos el acc...
Alvora señaló la entrada a la Basílica.
ALVORA: Es curioso que el portón aún siga en pie.
Alvora se arrimó a la madera.
ALVORA: No así la cerradura.
Alvora empujó al portón. El interior apareció ante ellas. En las paredes laterales, ventanales altos y mosaicos verdosos se resistían a desaparecer. Polvo, tierra y basura plasticosa se reunían en el centro de la Basílica.
ALVORA: Espero tener suerte. Tú, mientras tanto, descansa.
MYRA: No sé dónde.
ALVORA: Creo que delante hay unos jardines. Bueno, sus recuerdos.
MYRA: Voy a ver si hay alguna hoja que valga la pena.
Alvora quedó sola, en el centro de la Basílica. Su pecho comenzó a brillar.
Su objetivo era presenciar el nacimiento de un niño alabado en tiempos pasados. Inició el viaje al pasado.
Por mucho que retrocediera, siempre presenciaba a grupúsculos de personas agachadas, con las manos en la cabeza para paliar el sonido continuo proveniente de los cielos. Alvora solo encontraba imágenes de paz cuando ningún ser humano hizo acto de presencia.
Alvora contuvo las expresiones externas e internas para soportar el viaje.
Mientras tanto, Myra, sentada en lo que quedaba de un banco de piedra, contoneaba las piernas y se rascaba la nuca. Perdía la mirada en un cúmulo de arbustos grisáceos, los cuales se enredaban para encontrar agua en sí mismos.
MYRA: Te pido paciencia. No vas a morir por un poco... algo de secano.
Myra se dejó de tocar la nuca.
MYRA: Las dos añoramos el agua. Pero hay que saber moverse por otros lugares.
Myra giró la cabeza para observar a Alvora.
MYRA: Gracias a mí, puedes ver el mundo sin problemas. No seas inconsciente.
Myra se levantó y se acercó a Alvora. Alrededor de ella, se habían materializado un cayado, heno a doquier y una sábana blanca.
MYRA: Mamá, ¿estás bien?
Alvora seguía con la mirada perdida. Myra la zarandeó por los hombros.
MYRA: No me asustes.
Alvora volvió a parpadear. Su pecho se apagó.
MYRA: Menos mal... ¿Qué has averiguado?
Alvora tragaba saliva.
ALVORA: He navegado siglos y siglos. Y solo vi un momento de felicidad cuando nuestros años empezaron a contar. Él estaba ahí. Y ella. Y el padre. Él tenía los mofletes achuchables. El padre sonreía ligeramente. Y ella... Ella tenía esa mirada. Sí. Esa mirada que solo se centra en el horizonte. Pero no pudo marchar. Pocas niñas son capaces de hacerlo.
Alvora se frotaba los brazos para paliar el temblor.
ALVORA: No vi un halo de luz. No vi plumas en el cielo. Solo un parto más. Tendremos que buscar en otro lugar. ¿Quizá en Kudis? No lo sé, Myra. Siento vértigo por el pasado.
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YvY
FantasyUn brillo recorre el mundo, aunque siempre permanece oculto entre flores, aves o corazones humanos. La familia Neupanoppen vive en Babiloppen, un poblado disperso y alejado de las civilizaciones modernas. Todos tienen en su poder el brillo, desde el...