Capítulo 70: Sin destinatario

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Antes de abandonar Neutokyo, Ryvanna y Vandy pasearon por las calles más desiertas de aquella capital. Se hallaban a las afueras, y recorrían parques y descampados en forma de zigzag.

VANDY: ¿Te acuerdas más o menos de la ruta?

RYVANNA: Sí. 

Pese a la imponente vista de sauces verdiazules, Ryvanna y Vandy no se detenían a contemplarlos. Caminaban, sin saber por qué.

VANDY: Y, si no, podemos preguntarle a alguien. A alguien que no vaya a cincuenta kilómetros por hora.

Ryvanna, más que sonreír, movió la boca hacia arriba.

18:00. Por más que intentara dar un paso más allá, Janna seguía sobrevolando océano y, ocasionalmente, imponentes montañas que, a sus ojos, eran simples arrugas en un suelo gris. Ni siquiera cayó en ideas de placer simple como general caramelos de miel o sumergirse en el agua y actuar cual sirena.

AYME: Hay una idea que está rondando. Más en la zona de mi mente que en la tuya. Podría compartírtela directamente, pero prefiero hablarla. 

JANNA: Habla.

Janna encaró una nube, como si se tratara de simple aire.

AYME: Los primeros actos no han sido los más morales. Aunque considero que fueron necesarios. Podemos hacerle un favor a tu familia.

JANNA: ¿A qué te refieres?

AYME: A Ryvanna le quitamos un peso de encima. Podemos replicar ese acto. Con mejor intención.

Las alas descendieron.

19:00. Tras abandonar Neutokyo, Ryvanna y Vandy se montaron en las cápsulas de la Infraterra, en dirección al oeste. Durante el trayecto, las miradas apáticas ganaron protagonismo frente a las palabras.

VANDY: Es raro ser consciente de que, a partir de ahora, la comida y la bebida serán una necesidad.

RYVANNA: Ni había pensado en eso. Cómo tendré la cabeza...

La cápsula se detuvo en el final del tubo. Ryvanna y Vandy se apearon, sin prisa. Pusieron los pies en aquel tramo de la Infraterra, atestiguando pasivamente el ir y venir de humanos y de Tyrystarmu revoloteantes.

VANDY: Pues... Ya está.

RYVANNA: Sí...

Ryvanna y Vandy se abrazaron lentamente.

VANDY: Suerte.

RYVANNA: Igualmente.

Vandy se aclaró la voz y canturreó.

VANDY: Habrá que volverse a ganar la vida.

RYVANNA: Lo sé. Nunca fue un regalo para siempre.

Vandy avanzó por la Infraterra. Ryvanna se dio la vuelta y sorteó las escaleras que conducían al mundo exterior.

Aquella salida tenía lugar en un paraje remoto y ondulado, envuelto únicamente por hierba artificial.

Pese al silencio y la nada envolvente, Ryvanna sentía su cuerpo vulnerable. Caminaba y caminaba, porque sí, para no pensar. Pero su cerebro seguía funcionando.

RYVANNA: M...

Por primera vez en mil años, Ryvanna sintió que sus palabras no tenían destinatario.

Así que gritó, lloró, pateó. Con el Monte Yspona de decorado a cientos de kilómetros.

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