El mundo siguió girando. Las décadas continuaron el viaje sin destino. La Tierra aumentaba su verdor, al mismo tiempo que en ella se disminuían las pisadas.
Dhabar se resistía a ser devorada por los tonalidades cálidas y grisáceas. Su repoblación verde y sus edificios magnificados y relucientes le hicieron parecerse a Neohon.
Naoto corrió la misma fortuna, aunque cambiando los colores verdes por los azulados debido a la lluvia y a la devoción del mar.
Merimundi, por su parte, abandonó el silencio y se llenó de vidas diversas y dispersas. Había interés en conocerse y tejer redes, pero montañas, selvas y glaciares actuaban como muros.
Mërënkivia, al contrario, se vació. Sin embargo, la vida emergió más que nunca, tanto en sus veras negras como en sus profundidades rocosas.
Vroppa, en su afán por regresar a las grandes civilizaciones que la auparon, quedó convertida en un museo. Columnas y catedrales comunicaban más que sus desorientados ciudadanos, erráticos entre las voces androidales y los ecos romanos.
Y Kanvasi volvió a la sangre. Lo que un día hijos de cada nación reconstruyeron, lo derribaron sus genes dispersos. Cada barrio de Azkir era un miniestado regido por apellidos ilustres. Los poblados del campo recibían visitas en masa, sin motivo turístico.
Babiloppen tenía sus calles asfaltadas con acero helado. La vegetación ya no se encontraba en el suelo, sino en las terrazas de edificios que incluso superaban los tres pisos. Las fachadas, sin embargo, continuaron con tono cálido.
Los Neupanoppen eran los únicos en vivir entre yeso y madera, a centímetros de tierra. Lody era ya un hombre de 40 años, de barba poblada y espalda recta. Ysla, una mujer con el mismo cabello y rostro, pero con menor masa muscular. Myra y Doryan eran dos viejos canosos con todavía algo de vitalidad. Alvora, en cambio, conservaba el color de su pelo; no así la fuerza en sus extremidades. Desde su dormitorio encamada, por ventana y puerta, observaba a sus dos grandes creaciones.
MYRA: Te hemos hecho una sopa de arroz.
Myra dejó el plato en la mesita de noche, en la cual había un vaso grisáceo lleno.
MYRA: ¿Otra vez? Te lo tienes que tomar.
Alvora cerró los ojos para negar.
MYRA: Pero come.
ALVORA: Ya comeré.
Myra acercó una cucharada de sopa a la boca de Alvora.
MYRA: Si no quema.
Alvora aceptó.
MYRA: Muy rica, ¿eh?
Alvora desvió la vista hacia la ventana. Las alas de Janna regresaron a Babiloppen.
El desconcierto privó de cualquier pensamiento de rencor o recriminación. Myra abandonó la habitación y corrió hacia el exterior. Al igual que Doryan. Al igual que Ysla. Al igual que Lody.
Nada en Janna cambió físicamente, salvo sus ojos. Estos, pese a estar rodeados de fatiga, se encontraban más abiertos que nunca. Aterrizó a dos manzanas del hogar de los Neupanoppen, confusa por los cambios y la distribución de las viviendas circundantes.
LODY: Aquí.
Janna se dio la vuelta ante la voz. Más fue aún su confusión al observar uno a uno aquellos rostros paternos y fraternos.
LODY: Qué repentino todo.
Janna abrazó uno por uno a los miembros. Apenas notó opresión en su torso.
YSLA: No... No sabemos qué decir.
JANNA: Lo sé...
Janna se apartó y ocultó las alas.
JANNA: Es comprensible.
Janna desvió la mirada al acero.
MYRA: ¿A qué has venido?
JANNA: Es evidente.
MYRA: ¿Y por qué tras tantos años?
JANNA: Yo, al menos, regresé.
Janna volvió a levantar la cabeza.
JANNA: Sé qué han pasado muchos años. Pero donde he estado, el tiempo era lo de menos.
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YvY
FantasyUn brillo recorre el mundo, aunque siempre permanece oculto entre flores, aves o corazones humanos. La familia Neupanoppen vive en Babiloppen, un poblado disperso y alejado de las civilizaciones modernas. Todos tienen en su poder el brillo, desde el...