Cap 26

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Cuando puse la mano en la manija de la puerta, esta se abrió al instante sin necesidad de una llave.

Cuando entré, el médico de mis pesadillas y ahora el allanador de moradas estaba en la estufa preparando té.

Se giró y me miró con esa media sonrisa que estaba planeada para enloquecer a cualquier persona que quisiera. 

Estaba completamente vestido de negro, como siempre, sobretodo largo, botas, jeans, sweter y con el cabello negro peinado hacia atrás, él sabía que hacía temblar las rodillas.

—¡Feliz Navidad Lisa! —. No contesté.

Latido, allí donde mi cuerpo traidor no debería inmutarse frente a este hombre infiel e inescrupuloso.

No dije una palabra, me mordía la mejilla por dentro para no insultarlo en todos los idiomas.

Con total parsimonia me quité el gorro, los guantes y el abrigo, los colgué en el perchero.

Tome una respiración profunda e invoque la valentía mental para enfrentarlo.

Me crucé de brazos, mantenía la distancia.

—¿Que haces aquí, Jungkook? —su nombre alto y fuerte saliendo de mis labios.

—De nuevo, ¡Feliz Navidad Lisa! —corrió una de las sillas destruidas de mi escaso mobiliario y se sentó.

—¡¿Que haces aquí, Jungkook?! —dije entredientes.

Sus ojos se oscurecieron y su mandíbula se apretó.

—La próxima vez que vuelvas hablarme de esa manera vas a encontrar un Jungkook que no te gustaría, ¿quieres eso?

Me acerqué al lado de su silla, me agaché y casi tocaba mi nariz con la suya y le dije con la voz más baja y despreciable que use en mi vida.

—Me importa una mierda, contéstame ¿qué haces en mi casa?

Sus ojos se pusieron negros en un instante, se levantó de un salto, tirando la silla a su paso y me tomó del cuello.

—Te advertí, niña insolente. —dijo entredientes.

Me giró tomándome de las muñecas con una sola mano y empujándome contra la mesa.

Con su mano libre me bajó las mallas negras junto con las bragas.

—No, suéltame, déjame, no te atreverías, maldito imbecil.

Oía como con su otra mano se bajaba la cremallera de sus jeans.

Estaba atrapada en la mesa, mi mejilla y todo mi torso sobre la madera, mis manos juntas envueltas en su enorme mano y mi culo a su disposición.

—Vas a aprender a folladas que a mí me tienes que respetar, no soy un niñato de preparatoria, soy un hombre.

Sentí su pene en mi entrada y grité cuando empujó sin piedad.

—No, suéltame, déjame en paz, por favor, déjame en paz. —lloraba.

Con cada embestida me empapaba aún más, maldita vagina traidora, extrañaba estar llena de él.

La madera bajo de mi estaba fría, me hacía mal los senos y la mejilla con los fuertes empujones.

No, no podía ser que él hiciera conmigo lo que quisiera.

Empecé a removerme histérica, gritando, y entre tanto forcejeo sin pretenderlo contribuía a que se estuviera construyendo mi orgasmo.

—Estás goteando, estás a punto de venirte, ¿quieres que salga? Quieres que deje de metértela. 

ERES MI DESEO   (LISKOOK//LIZKOOK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora