Capítulo 19. Ascendiendo ( 3/11)

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La vida de pareja nunca ha sido tarea o cosa fácil. Charlotte lo tenía en cuenta desde que se juntaba y salía con Lorenzo. Había algo en él que le atraía, pero no sabía el qué, ¿su carisma? Era el de una piedra, así que eso no, ¿su apariencia? Era un Drácula cualquiera. ¿Entonces qué era? No lo recordaba. Para nada recordaba la razón de su junta, ni siquiera había una pista o vestigio en su tan plagada y basta memoria que le diese una respuesta a su memoria. Recordaba cuando ella lo había invitado a salir una vez y luego surgió nada más, pero suponía que era amor a primera vista ¿no? No creía en esas cosas.

Tuvo una vida muy tranquila, plagada de beneficios al ser una prodigio en lo que hacía en cualquier momento. Básicamente, cualquier cosa complicada que se le diera, ya sea problema matemático, químico o biológico, lo resolvía. Eso era en materias de la secundaria y universidad que sacaba a relucir su genio, ¿pero en el amor? Era un cero a la izquierda. Algo en lo que no tenía experiencia porque no sabía cómo era. Sus padres nunca mostraron un cariño más allá del interés hacia ella y por el futuro brillante que vivirían gracias a los esfuerzos y éxitos de su hija. Nunca experimentó un "cariño" real, pero Lorenzo le hizo saber cómo era sentir el cariño "verdadero".

Habían besos, caricias y apoyo... ¿Y luego? Golpes. Era lo suficientemente lista como para determinar la manera que daba a demostrar su amor, pero no era lo suficientemente capaz para encararlo y dejarlo solo. Sentía que, sin ella, él se iría a desquitar con lo primero que tuviera a mano. Sus hijos eran lo más seguro, y no quería un caso así en un expediente policial.

Charlotte, ahora mismo, se encontraba reflexiva, mirando al techo aún acostada en el sofá. Eran las cuatro de la mañana, y no podía conciliar bien el sueño, ya que se la pasó pensando y dando vueltas a la situación de marido y mujer que atravesaban. No estaban casados, pero contaba, supuso.

Se levantó del sofá, queriendo tomar un pequeño vaso de agua. Se acercó al refrigerador y se sirvió aquél líquido indispensable para su existir. El vaso de cristal dejó, dentro de sí, el líquido sin dejar derramar una gota fuera. Con tranquilidad, lo tomó sin problema.

- ... ¿Desde cuándo nuestra vida se fue al traste? -. Se preguntó, solo para ser respondida por el sonido de bocinas lejanas afuera, en la calle.

Quizás no eran la familia perfecta, no tenían mucho dinero para sobrevivir más de unos cuantos meses, no tenían un trabajo totalmente estable, no eran buenos padres ya que adoptaron a una niña por los ingresos que el estado podría darles, su esposo se resguardaba el dolor y las horas de trabajo exhaustivas con el alcohol, daba agresiones físicas para dar a entender que su amor era "genuino"..., sí, no eran una familia perfecta, eran la familia más traumática y triste del mundo, probablemente.

Caminó por el comedor, notando algunos que otros cuadros colgados en la pared. Rowan era participe de algunas, pero ellos dos siempre estaban allí, sonriendo, indicando que todo estaba bien y que no había nada de malo pasando allí. Una hija con miedo a un nuevo entorno en el que vivir, un hijo inocente que se dejó lavar la cabeza con las acciones del padre, una madre sumisa que permite estos actos sin poder decir nada a su mano, y un esposo que trata de calmar sus traumas con la ingesta de alcohol en masa que demuestra como era verdaderamente a vista de todos y llora, casi siempre, que recuerda más de la cuenta.

¿Perdón? - OmoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora