Nueve

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Jungkook

Aeri nos había dejado una misión casi imposible, considerando que para mí no existen imposibles, pero pisamos un terreno que solo ella es capaz de conocer.

El primer encuentro se puede decir que fue un completo desastre tanto para ella, como para mí. Estoy seguro de que pudo reconocerme casi al primer instante, porque honestamente fueron hechos anticipados que yo mismo obligué a que sucedieran.

Confirmando que la herida sobre la muerte de sus padres seguía abierta por mucho que lo trate de ocultar, porque obviamente yo le traje muchos recuerdos de ese día.

Ella me había mirado como su última esperanza, de la misma forma que siempre lo hizo. Pero después, sus ojos aterrizaron a otras partes, menos en mi. En ese rato, jamás me volteó a ver, incluso cuando intercambiamos palabras al final de la clase.

Y de cierta manera me llenó de un sentimientos forastero su pequeño rechazo. Porque yo estaba acostumbrado a sus brazos, a sus mimos y a sus miradas llenas de ternura que le regalaba a Kill.

Solo que optó por marcharse como si intentara escapar de la realidad, así que Jimin y yo hicimos lo mismo, la diferencia es que él no se callaba bajo ningún argumento, me olvidé por completo que era un niño demasiado parlanchín y extrovertido, pero no me puedo quejar porque yo mismo lo incluí en nuestra ecuación.

—¡Qué carajo!—logré escucharlo entre pequeños susurros cuando estábamos por salir del aula, momentos en los que yo me encontraba disperso pensando en todo lo que acaba de ocurrir.

Así que miré en el mismo sentido en el que Jimin se encontraba observando con estupefacción, entonces, extrañamente mi corazón se contrajo cuando vi esa escena.

Seokjin había besado a Aeri, la tenía presa entre sus brazos que ni mi humana se podía librar de él.

Esperé impaciente a que ella rompiera ese beso, o de lo contrario yo mismo iría hasta ellos para separarlos ¿Quién se creía Seokjin para mancillar los labios de la mujer que he protegido durante toda su vida? No era menos que un bandido a su lado.

Finalmente, Aeri se apartó de él complemente enfurecida, su rostro estaba bañado por un rojo carmesí al igual que sus labios los cuales se hincharon por la presión que Seokjin ejerció sobre ellos.

Luego de ese caótico momento, su mano arremetiendo contra su mejilla fue lo único que se escuchó en el pasillo.

Aeri abofeteó a Seokjin, y la reacción que tuvo éste fue todo deleite.

Ni él, ni Jimin, ni yo esperamos que Aeri tomara esas medias, porque no vaciló en ningún instante.

—Qué crees que acabas de hacer.—Aeri espetó asqueada.

—Nos besamos.—Seokjin soltó con orgullo mientras se frotaba su mejilla colorada.

—Me besaste.—Aeri le corrigió.—Y jamás te he dado motivos para que lo hagas.—logré escuchar su voz temblorosa, y sus orbes brillaban a punto de que sus lágrimas se desbordaran, porque ella genuinamente se sentía agraviada, y eso me enfureció todavía más.

Aeri es importante para mí, aún si no se me tiene permitido sentir esa clase de emociones, sin embargo, apreté mis puños al grado de que mis uñas se clavaran sobre mi piel, muy seguro de que dejarían marcas, lo cual me importaba poco.

—Ese idiota.—Jimin dijo con los dientes apretados, y dando unos cuantos pasos cerca de Seokjin no importándole si se metía en problemas en su primer día como alumno de Yonsei, lo cual no era una mala idea si se trataba de proteger a Aeri.

Y aunque yo quisiera arremeter en contra de Seokjin, prefería quedarme al margen y que Jimin se hiciera cargo, tenía una justificación, yo no.

Entonces, cuando estaba por rendirme, Seokjin firmó su sentencia conmigo.

El hombre cogió a Aeri de los brazos y la estampó sobre la pared sacándole un largo quejido que nos alertó a mí y a Jimin.

¿Volverme loco cada vez que estás cerca de mí no es suficiente?—Seokjin dijo hirviendo casi de la ira, sabía que era un tipo con ciertos problemas para contenerse, y de todas las veces que le hizo la vida imposible a mi humana, hoy sobrepasó los límites de mi paciencia.

Iba a dejarle claro que Aeri indistintamente tendría siempre alguien que la iba a proteger de animales como él.

Yo también podía ser una bestia si me lo proponía, y este imbécil hoy estaba de suerte porque me iba a conocer por primera vez.

Lo jalé del cuello con una de mis manos tirándolo al suelo, y con la otra aparté a Aeri dejándola en el poder de Jimin, quien corrió a socorrer a su tía, quien veía con horror lo que estaba por suceder.

Seokjin miró confundido, y las tensiones no se podían ocultar, porque mis ojos se clavaron como dagas en su cuello que ansiaba ser arrancado por mi, pero rápidamente el hombre al verme delante de él, se levantó del suelo muy relajado y me arqueó una de sus cejas mientras me lanzaba una mirada retadora.

Su aura llena de autoridad y cinismo me trajo un breve recuerdo que yo mismo me obligué a bloquear de mi cabeza.

Regresamos a un lugar donde alguna vez fue cubierto por la niebla, y el suelo se manchaba de la sangre de aquellas personas que imploraban por la misericordia de Atil.

Atil, Atil, Atil...

Entonces, Seokjin se atrevió a sonreírme con burla, y en sus ojos pude ver una horrible sed de sangre, los mismo que me mostraron el pasado, y los cuales me advertían con severidad detenerme.

O de lo contrario, me haría volver a sentir ese mismo dolor que me desgarró profundamente el corazón.

Y fue así como mis ojos se agrandaron por el shock.

Porque este no era Kim Seokjin, este es Atil.

El rey de los cielos.

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