Cuatro

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Aeri estaba segura de que la cantidad de alcohol que ingirió no era la suficiente como para lograr que todo a su alrededor girara, y que las paredes de los pasillos se le vinieran encima.

Se consideraba una excelente bebedora, entonces, no había razón para que dos copas de champagne vulneraran su juicio.

Después del bochornoso encuentro con Aria, el calor comenzó a recorrer todo el cuerpo de Aeri lo que la hizo buscar el sanitario más próximo, pero la casa de los Kim era absurdamente enorme que perderse entre sus pasillos resultaba fácil.

Aeri se detuvo de las paredes para que se le facilitara mantenerse de pie, llegar hasta el sanitario, llamar a Doyun y esperar pacientemente por su hermano.

Solo que, su vista se nublaba cada segundo que pasaba, y las piernas le temblaban como gelatinas, mientras que su vestido laceraba todo su cuerpo acompañado de una terrible ola de calor.

—Quien fue el hijo de puta que le puso afrodisíacos a mi copa.—murmuró para sí misma.

—¿Quién es esta linda princesita? ¿Necesitas ayuda?

Un par de hombres sorprendieron a Aeri justo cuando estaba por entrar a los sanitarios. No había mucho que suponer, ella estaba completamente drogada y alguien deliberadamente la puso en la charola de la primera bestia que se le pusiera enfrente.

Uno de ellos intentó tomarla de los brazos, mientras otro se aseguraba de que los pasillos estuviesen despejados, cuando Aeri empezó a forcejear, pidiendo que la soltara ya con un nudo en la garganta.

El pánico ya la tenía presa, porque estaba a nada de ser arrastrada a la cueva del lobo gracias a un imprudente que experimentó con sus bebidas.

—Suéltame imbécil.—Aeri oponía resistencia al menos hasta que Doyun llegara por ella, o cualquier persona que pasara por ahí.

—Eres muy hermosa para tener esa lengua viperina. Ahora quiero saber que otras cosas puedes hacer con ella.

Por qué no mejor averiguamos lo que tu lengua puede hacer. Por ejemplo, limpiar la suela de mis zapatos.

Una tercera figura apareció detrás de los hombres.

Aquel masculino fácilmente les sacaba una diferencia de altura de al menos unos veinte centímetros, y con esos músculos seguramente los mandaba volando a tres continentes de distancia.

Su mirada era oscura, llena de resentimiento y desafortunadamente con la paciencia al límite.

[••••]

Cuarenta minutos antes

Llegué buscando a mi único objetivo sobre la tierra: Aria.

Conseguirlo fue pasar por tres desiertos, diez volcanes, veinte mares y dos planetas. Los Kim vivían en medio de la maldita nada.

Y si tengo que hacer una lista de las normas que infringí esta noche, empezaré por el atraco que sufrió la tarjeta de crédito de Doyun. Prometo que su juicio en el inframundo será el más decente que los demonios hayan visto.

Y entonces, fui demasiado ingenuo suponiendo que a mi llegada Aria correría a mis brazos, pero en ningún momento la tuve a mi alcance.

Ella estaba rodeada de muchísimas personas que claramente desconocía, era una estrella en medio del universo brillando incluso más que el sol y la luna juntos. Y ni siquiera me sentía preparado para dar los primeros pasos hacia ella.

Lo único que podía hacer era quedarme quieto hasta que nuestras miradas se encontraran, y se diera cuenta de que yo estaba aquí únicamente por ella. Esperé tanto por este día que en la primera oportunidad fallé dramáticamente.

Y en el intento por ser un perseverante, una castaña se apoderó de mi campo de visión.

Aeri no era una chica que abusara de las bebidas alcohólicas o lo que es peor: de sustancias de dudosa procedencia. Sin embargo, logré verla tambalearse entre los invitados, probablemente en busca de algún sanitario donde pudiese lidiar ella sola con la carga de alcohol.

Y como si fuésemos imanes, la seguí cautelosamente sin verme como una clase de depredador esperando saltar sobre la presa. Como cuando caminábamos en silencio sobre las avenidas del vecindario.

Pero esta noche no era ese gato panzón que caminaba arregañadientes detrás de ella, era un hombre más del montón que se aseguraría de enviarla sana y salva a casa.

Aeri definitivamente no estaba bien. Nunca en mis veinte años a su lado la vi llegar tan alcoholizada o lo que se le pareciera mientras luchaba por mantenerse de pie.

De cierta manera me sentí molesto con ella, y estuve a punto de retroceder, cuando un par de hombres la interceptaron en los sanitarios, y no precisamente para ayudarla.

Conozco muy bien los desenlaces que tienen estas situaciones, y el resultado es algo que no quería para Aeri.

Yo a esa mujer la tengo completamente idealizada en mi cabeza como para dejar que se terminen aprovechando de su inocencia.

Aeri tiene un prominente futuro, y yo me he encargado durante veinte años en garantizarlo. Creció junto a mi, yo abracé sus heridas y le di un poco más de sentido a su vida.

¿Quienes se creían ellos para mancillar a la única aliada que tenía?

Mientras yo viviera entre los humanos, Aeri siempre tendría el favor del rey del inframundo. Y si ella me lo pedía, removería todos los obstáculos de su camino.

—Suéltame imbécil.—Aeri se resistía a entrar con esos hombres al sanitario, su voz se escuchaba entre cortada y conocía bien esa reacción.

Ella tenía mucho miedo. Era la misma niña que conocí hace veinte años cuando sus padres murieron. Indefensa y apunto de abandonarse así misma.

—Eres muy hermosa para tener esa lengua viperina. Ahora quiero saber que otras cosas puedes hacer con ella.

Juro que yo le quería arrancar esa lengua si seguía fantaseando con Aeri de formas muy inapropiadas. No la protegí veinte años de mi vida para que este gorila crea que tiene oportunidad de meterse entre sus piernas.

Como dijo Doyun horas atrás, Aeri merecía conocer a un buen hombre. Y estos dos estaban en el último nivel de la pirámide alimenticia.

Por qué no mejor averiguamos lo que tu lengua puede hacer. Por ejemplo, limpiar la suela de mis zapatos.

Los hombres se miraron entre sí y después estallaron a carcajadas como si mis amenazas carecieran de fundamento.

No chicos, no estoy bromeando. Acaban de ofender a la amiga más cercana del rey del inframundo.

Por qué no mejor regresas de la coladera de la que hayas salido, y dejas que tengamos algo de diversión con esta zorra.

Esta chica a la que llaman zorra, tiene mejor pedigrí que la mismísima reina Isabel. No me toquen las bolas por favor porque mis manos mueren por quebrar unos cuantos huesos humanos.

Y claro que no planeaba quedarme con las ganas, así que con la poca paciencia que quedaba en mi, me acerqué a esas dos ratas tomándolas por el cuello, uno en cada brazo provocando que se tragaran sus palabras acerca de mi Aeri.

—Ustedes dos se metieron con la mujer equivocada.

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