Veintiséis

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Los cuatro príncipes de Harvania fueron convocados por su emperador y todos sabían el significado de semejante banquete.

E incluso, habían recibido como obsequios del monarca grandes extensiones de tierras, pues Atil necesitaba mostrar al mundo que poseía aliados poderosos, ahora los príncipes no solo ostentaban títulos nobiliarios y un gran linaje, sino también la riqueza exuberante tocó a sus puertas.

Además, después de largos años de negociaciones, Aria aceptó la mano del emperador y tan pronto terminara la expedición por el inframundo, se convertiría en la soberana de Harvania.

Solo que antes, los príncipes de Harvania necesitaban traer la cabeza de Killian. Pero la propia Aria no estaba segura de si regresaría al imperio de Harvania con el trofeo principal en manos, quizá, de los cinco involucrados era quien menos apostaba a un triunfo, aunque, cada uno haya alcanzado un poder único que los acercaba al cielo.

Ahora que la iglesia había conseguido monopolizar el poder político del continente, su injerencia en la toma de decisiones sobre la expedición al inframundo era enorme, con ello trajo la santificación del emperador de Harvania y sus príncipes, a los que se les consideraba ángeles enviados por Dios para socavar la oscuridad del inframundo, y no solo eso, se volvieron la élite por excelencia por poseer la sangre más pura.

—Eso es un completo error de cálculo.—Aria interrumpió al máximo sacerdote, llamando así la atención de todos los masculinos mientras le daba un pequeño sorbo a su copa.—¿Han escuchado hablar del duque de Blake? Si bien, tiene un rango aristocrático inferior al de nosotros, dicen que ha sido dotado de una gracia particular, lo conocen como 'el hermoso' un rumor que por supuesto puedo afirmar.

—Creó que nos hemos perdido algunas partes de la historia princesa de Vrádivas.—Atil se pronunció con mirada inquisitiva.

—El duque de Blake me visitó hace cuatro años ¿Recuerdan el revuelo que hizo mi padre? Quiero decir, el rey del inframundo tiene un linaje similar al todos nosotros.

—Decir que el rey del inframundo es un noble, se considera una afirmación gravosa. Princesa, debe tener más cuidadosa la próxima vez, o de lo contrario sería intrigante saber el por qué usted posee esa información.—Atil volvió a expresar.

—Soy consejera de su majestad, de modo que es natural.

Atil se encontraba irritado, y el hecho de escuchar a la princesa de Vrádivas expresarse así del rey del inframundo le parecía una carta muy peligrosa a sabiendas de que ella había aceptado su mano ¿Acaso lo estaba retando?

Por un momento, creyó que la idea de mandarla a la expedición era arriesgada, pero de los cuatro príncipes, Aria tenía una mente brillante, siempre un paso adelante, y eso de alguna manera le atraía al emperador, por esa razón se había obsesionado tanto con ella. Solo que para la chiquilla, su relación con Atil era estrictamente de camaradería.

—Hoy por la noche el duque de Blake ofrecerá una gala, si bien, dicen que pretende elegir a su próxima esposa.—Atil informó a los príncipes, con el movimiento que daría inicio a la expedición.—Deben estar atentos, él no es un hombre de fiar.

—¿Y hemos sido convocados?—Izar inquirió.

—Claro, Killian no es un tonto, sabe jugar muy bien sus cartas.

A diferencia del emperador, los príncipes estaban impasibles, y aunque se hayan preparado por cuatro largos años, la idea de encontrarse cara a cara con el ángel de alas negra significaba que mucha sangre correría por el imperio de Harvania y sus cuatro reinos.

Killian era un hombre poderoso y sanguinario, cualquiera que se declarara abiertamente como enemigo, debía asumir el riesgo, y es exactamente lo que ellos harían.

Con los nervios por los cielos, los cuatro príncipes se levantaron de la mesa para prepararse, pues en cuestión de horas el carruaje real partiría a las tierras del duque de Blake.

Cada uno fue escoltado a su habitación por un sirviente que Atil les asignó. Y cuando por fin llegaron a sus dormitorios un baño de rosas les esperaba, junto con todas las comodidades que un príncipe de Harvania podía obtener.

Era casi como una despedida del emperador, lo cierto, es que él mismo Atil comenzaba a dudar si era prudente dejar ir a su prometida, sin embargo, el sumo sacerdote lo persuadió para que accionara sus planes como lo acordaron.

La hora se acercaba, y las sirvientas de Aria se movían de rincón a rincón para conseguir un vestido digno de la futura emperatriz, mientras otras se encargaban de cepillar sus hermosos cabellos, sin embargo, el desinterés de Aria permeaba los ánimos de las demás chicas.

¡No era para menos! La princesa bien podría regresar, pero sin vida, pues el destino de Aria parecía incierto, y eso la chiquilla lo sabe bien. Porque los cuatro príncipes eran la moneda de cambio, de eso no existían dudas. Por esa razón, los nobles y la iglesia se encargaron de prepáralos a la altura del demonio, pues cada uno logró perfeccionar alguna técnica a medida en que desarrollaban sus poderes.

Y así, partieron los cuatro príncipes al ducado de Blake, controlado por Killian, el poderoso rey del inframundo.

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