Veintisiete

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Los príncipes han llegado.

Uno de los sirvientes de Killian entró a la habitación principal del duque de Blake, quien esperaba impaciente aquella indicación mientras miraba a través de las cortinas como llegaba la tropa imperial de Harvania.

Del primer carruaje descendió la princesa de Vrádivas y futura emperatriz de Harvania; por esa razón, de los cuatro príncipes era la única que portaba el escudo imperial de Atil y no el de su familia.

Killian se rió consigo mismo, y entendió claramente la advertencia del emperador.
"Con su mujer no"

Pero era incapaz de contenerse, porque la presencia de Aria le resultaba abrumadora. Ni siquiera le interesaban todas esas chiquillas que esperaban por ser elegidas.

Finalmente, ambos estaban de frente después de cuatro largos inviernos, y sus sirvientes jamás se equivocaron "la princesa de Vrádivas creció con mucha dignidad"

—Saludos a su alteza la princesa de Vrádivas.—Killian tomó la mano de Aria depositándole un casto beso como un sinónimo de respeto. Sin embargo, Aria deshizo el agarre.

—Me parece que haré una pequeña aclaración.—la voz de la chica salió con total indiferencia.—Esta mañana me he casado con el emperador, naturalmente eso me convierte en la emperatriz de Harvania.—lejos de mostrarse entusiasmada por alcanzar el rango más alto con el que toda noble sueña, parece que leía su propia sentencia de muerte.

—¿Así que ese hijo puta se atrevió?—Killian  siseó en voz baja mientras despeinaba sus cabellos a punto de enloquecer.

No era para menos, Atil siempre tan predecible, que incluso en el último minuto se encargó de atar a su preciada mujer.

—Pero no soy la protagonista de esta noche. De entre todas estas nobles señoritas, una será la afortunada, por esa razón, preparé un obsequio para quien sea elegida.

Aria hizo un pequeño gesto llamando a uno de su sirvientes para que éste le acercara una caja de tamaño regular con el escudo de la familia imperial incrustada.

Una joya preciosa del imperio de Harvania. Y su emperatriz se encargaría de bendecir aquella unión.

—Detente.—Killian susurró molesto, y es que el que hecho de que la mujer por la esperó por cuatro largos años, y ahora le parecía cada vez más inalcanzable, le frustraba prácticamente todos sus planes.

—Está siendo un poco hosco, duque. Será mejor que dé inicio, todas estas chicas están desesperadas.

—Eso lo podemos arreglar, princesa.

—Emperatriz.—Aria lo corrigió con voz pasible.

—Parece que usted misma se está obligando a aceptar su nuevo estatus.

Aria miró fijamente al masculino, sin ningún tipo de emoción, porque definitivamente dio en el clavo y terminó por herir su orgullo.

Pero al parecer el día comenzó siendo un desastre y tampoco necesitaba que terminara así. Antes de salir de Harvania, el emperador junto con el sumo sacerdote la interceptaron en medio de una ceremonia unilateral a la que fue arrastrada para convertirse en la emperatriz de Harvania. Fue tan caótico como su encuentro con Killian.

Con aquellos pensamientos, pasó de largo ignorando por completamente al rey del inframundo a propósito, pues, luego de un rato de reflexión que hizo en el carruaje, llegó a la conclusión de que morir era mejor que regresar viva a Harvania como la emperatriz.

Pero, la esperanza volvió a regresar a ella cuando la profunda de voz de Killian la detuvo.

—Sé que quieres morir. Puedo sentir tu deseo y la desesperanza de tu corazón desde que entraste a mis tierras. E incluso estás vistiendo de negro ¿Tanto lo odias?

Aria se giró en sus talones, dándose cuenta de que aparentemente el tiempo se había detenido para ambos.
Ese era el poder del que tanto hablaban los demás.

—Mi tarea es llevarme a esas almas atormentadas, y tú eres una.

Lo era, Atil la tomó sin su consentimiento y luego la arrojó a la boca del lobo ¿No era eso suficiente para odiarlo?

—Pero es un desperdicio que mueras solo porque tu nuevo esposo te es indiferente. Podemos arreglarlo.

—¿Qué quieres? Supongo que los humanos tienen razón, al rey del inframundo le encantan los contratos de almas. Pero yo no soy una humana.

—Eso lo sé.

—Pero...¿Un ángel vendiendo su alma? Definitivamente sé cómo termina esto.

—Serás tratada como una traidora y te perseguirán hasta quemarte en la hoguera. Pero no necesariamente tiene que pasar. Yo sé de un lugar donde nunca te podrán encontrar.

Los ojos de Aria se agrandaron conmocionada, y a sabiendas del peso de sus palabras, finalmente fue seducida por el señor de la oscuridad, y de la misma que los envolvió en cuestión de segundos.

Y fue en ese momento, en que ambos sucumbieron al pecado desafiado al cielo mismo.

Siendo la última vez en que los humanos vieron a la emperatriz de Harvania.

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