Aeri leyó línea por línea desde que Jimin le entregó un ejemplar de "la guerra santa".
Si bien, al inicio de la historia se inclinó por Atil, y muy valerosamente afirmó que era el protagonista por excelencia, pero cada párrafo leía, Killian era capaz de transmitirle esos sentimientos desbordantes que tenía por Aria, y logró entender la postura de Jimin.
—Esto es demasiado.—la mujer se abanicó después de terminar el primer capítulo, que cerró con el tórrido encuentro entre el rey del inframundo y la princesa de Vrádivas.
Sin dudarlo, Killian era un gran seductor y al parecer tenía pretensiones muy claras, como monopolizar a la princesa Aria.
Después, Aeri se lamentó que haya dejado la historia botada por un buen tiempo, cuando merecía que la terminara lo más pronto posible, así que la mujer reunió toda su energía, afiló su vista y cayó inmersa en la lectura por otras largas horas.
"1548"
Su madre le había contado muchas historias sobre —ese hombre— del que muy pocos tenían la valentía de nombrar.
"Sus ojos parecerán devorar a su presa, disfrazado de un honorable caballero"
Entonces, el corazón de Aria dio un vuelco, y el índice de Killian cubrió sus labios evitando que la chiquilla dejara escapar un grito.
—Sé que tú deber es acabar conmigo, pero, la mitad de ti aún se encuentra dormida ¿Pretendes morir ahora?
Aria aún era una adolescente cuando tuvo su primer encuentro con Killian, y como bien se lo hizo notar, todavía no era esa heroina prometida que Ravna vaticinó.
Lo más natural era que Killian tomara represalias y acabara con la primer enemiga, pero ella ni siquiera desarrolló una tercera parte de su poder. Apenas distinguía las obligaciones que tenía como consejera del emperador Atil.
—Entonces, vendrás a mí cuando sea el momento.
De repente, la agradable mañana de verano se vio opacada por una espesa niebla, y cielo se tornó color carmesí, pero estaba segura de que aún se podían observar las estrellas y el universo quizá.
Aria se alarmó y rápidamente se puso de pie mirando como todo a su alrededor cambió con solo un chasquido de Killian. Y juraría que el verano acabó y el invierno llegó gracias a una ventisca de aire gélido que logró erizar su piel.
Para Killian, Aria seguía siendo una princesa inmaculada, que aún no había sido corrompida por el odio y la sed de derramar sangre, en especial —la suya— ansiaba que la chiquilla algún día fuera una voraz enemiga, y hombro a hombro desatar una guerra que garantizara la derrota de solo uno de ellos.
De esa persona que cediera ante un arma tan letal como lo es —el amor—
—Hasta entonces, princesa de Vrádivas.
Tan pronto como se despidió, Killian desapareció del radar de Aria, volviendo todo a su posición original y dejando a la jovencita totalmente aturdida.
De pronto, un séquito de sirvientes se escucharon llegar en busca de su ama. Quien se frotó el canal de su nariz exhausta y a su vez, terminó por desplomarse en el suelo.
La noticia de que el rey del inframundo había visitado a la princesa de Vrádivas recorrió por todo el continente, y así, se confirmaba la teoría de Ravna.
Los hijos de los cuatro reinos y el imperio eran los indicados.
El hecho de que Killian haya llegado hasta Aria, era el factor que necesitaban para finalmente reconocer que la guerra había sido declarada, y con ello, se apresuraría el ritual por el que el santo pontífice de la iglesia de Harvania les entregaría la gracia del cielo.
Pero terminó siendo una tortura para el joven emperador y los cuatro príncipes. Prácticamente, eran el estrato más alto de la cadena alimenticia, pero la forma en como los deshumanizaron fue hilarante.
A los humanos ni siquiera les importaba que pronto se convertirían en el banquete de Killian, lo relevante es que sería el medio perfecto para mantener —al señor— alejado de la humanidad.
Mientras tanto, el señor del inframundo permanecía inquieto en su trono, dónde indudablemente sentía que algo le faltaba para sentir que el mundo era suyo, y por ese algo se refería a la princesa de cabellos grisáceos y mirada perdida.
Y eso le irritaba.
Pasaron alrededor de cuatro duros e interminables inviernos desde su último encuentro, y de vez en cuando sus mensajeros le informaban sobre la mujer que le robó la paz.
—Ella ha crecido con mucha dignidad. Y se niega a ser la emperatriz de Harvania.
—Tan propio de ella.—Killian sonrió satisfecho.
Desde la última vez, Killian se encargó de grabar en su memoria cada detalle, y cada gesto de a quien por encima de un ángel consideraba una diosa. Aún podía oler ese aroma a primavera que desprendía, y que lo acompañó hasta el inframundo donde los muertos olían a desdicha. En resumen, estaba fascinado con ella ¿La razón? La desconocía pero era estimulante.
—¿Cuándo vendrás? Creo que comienzo a extrañarte.
Pero si Killian era un Dios que todo lo puede, entonces, por qué no simplemente raptaba a la princesa. La respuesta era sencilla: los humanos se habían encargado de sembrar aquella semilla del odio para que Aria lo viese como a un potencial enemigo, finalmente, era la causa por la que fue elegida por los cielos, y no podía evadir su fatídico destino.
Y aunque, Killian se considerara un degenerado, no era capaz de dejarle otra mala impresión a la princesa de Vrádivas.
Solo que, al parecer sus informantes no le contaron el hecho de que Aria —lo estaba buscando— y no, no exactamente para aniquilarlo, más bien, se encontraba particularmente curiosa por él.
Le parecía inquietante que Killian siendo el señor de un lugar siniestro y lleno de cadáveres, resultara extrañamente cálido, por lo que naturalmente tenía una percepción distinta de las historias que había escuchado sobre el rey de los bajos mundos.
En su cabeza, era tranquilo, amable y maduro. Al menos, esa impresión le dio las dos veces que se cruzó con él, e incluso impidió que terminara ahogada en el riachuelo.
—Él es un buen chico. Pero creo que todos lo han juzgado mal, quizá, el inframundo debe ser muy solitario. Le compadezco.
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All Versions Of Me
FanfictionExistían muchas versiones de mi que no conocías, pero yo tampoco sabía que todas ellas te amaban irremediablemente.