Treinta y siete

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Kang Aeri

Maldición, nunca en mi vida sentí un dolor tan inmenso como mi pecho lo resiente ahora, que moverse ni siquiera es una opción.

Entonces, abrí los ojos alterada como si de una pesadilla se tratara todo, cuando sentí unas pequeñas manos aferrándose a mí, las conocía tan bien porque eran las de mi Ahyoung.

Estaba plácidamente dormida mientras se hacía bolita, y buscaba meterse entre mis costillas, provocando que yo dejara escapar un suspiro lleno de alivio al tener la dicha volver amanecer a su lado.

—¿Cuando pensabas decirme que tenemos una hija?

Una voz masculina me sorprendió de repente, era nada menos que Jungkook sentado en una esquina mirándome con recelo, y con ese traje que viste y su cabello perfectamente engomado, exudaba mucha autoridad. Era lo que esperarías del hombre más poderoso de Royal Sea después de Jimin, y del famoso rey del inframundo Killian.

Pero, dejando de lado aquello, se le veía molesto y ¿Herido?

—No...ella...—vamos Aeri di algo.

Ojalá fuera fácil expresarme en un momento así de crucial, pero las palabras no salían de mi boca.

—Ella es hija de Jimin.—me atreví a decir.

—Mientes. La niña es una extraña réplica tuya y mía. Además, hace un rato ella misma expresó ser tu hija, es evidente lo que está pasando.

—Escúchame, yo tenía mucho miedo.—rápidamente me excusé con el temor que de terminara por arrebatarme a la niña.

—Lo sé. Por esa razón no voy a permitir que un loco como Atil se acerque a ustedes ni aunque se encontrara a mil kilómetros de distancia.

—Atil...—recordé lo que pasó, y toqué mi pecho buscando la herida de bala, la que sorprendentemente no estaba.

—La he curado. Aunque, no sé si los efectos lleguen aparecer después, preferiría que no te vuelvas a cruzar con Seokjin por el propio bien de la humanidad, si es que no me quieren ver poner el mundo de cabeza.

—Te has casado.—reproché sin pensarlo.

Entonces, Jungkook torció una sonrisa insatisfecho de escucharme hablar del tema, y se levantó del sillón donde aparentemente pasó toda la mañana velando el sueño de la niña y yo.

—Hay una razón que lo justifica. El que tú me hayas ocultado deliberadamente la existencia de la niña, no.

—Cualquiera en mi lugar lo haría para proteger a sus hijos. Tampoco pensaba ocultarlo siempre.—a pesar de mi respuesta, Jungkook aún no se sentía conforme con la decisión, y lo entendía mejor que nadie, estaba herido por el simple hecho de perderse los mejores primeros años de su hija, y yo le he arrebatado ese privilegio.

—Se mudarán a mi propiedad. Al menos hasta que las aguas se calmen, después tú y yo tomaremos decisiones.

—¡Estás loco! No viviré en el mismo espacio donde seguramente está esa mujer.

—Por supuesto que no. Pensé en todas las posibilidades, y es evidente que no puedo permitir que Cyrene esté cerca de mi hija.
Despreocúpate por eso.

—No.—advertí.

—Entonces, me mudaré aquí o a cualquier parte donde tú y mi hija puedan estar bajo mi cuidado.

—¡Mamá, ya despertaste!

La vocecita soñolienta de Ahyoung nos sorprendió de inmediato, y fui testigo de cómo los ojos de Jungkook brillaron de emoción al ver a la pequeña. Estaba demás decir que se encontraba encantado por ella. Y de cierta manera eso me aliviaba, porque siempre temí por su reacción. Así que el miedo de que la terminara rechazando fue quizá una estupidez de mi parte, porque este hombre parecía querer protegerla de todo.

—Señor Jungkook ¿Usted sigue aquí?—la niña señaló al masculino de forma acusante.

—Él...—rebusqué entre mi vocabulario la forma sutil de explicarle a la niña que hacía Jungkook aquí, pero es evidente que ambos se han conocido ya.

Entonces, recordé a mi madre, quien siempre que mis hermanos y yo nos sentíamos tristes o llorábamos, nos decía que era capaz de arrancarse el corazón y entregárnoslo porque ese era su lenguaje del amor hacia nosotros. Justo así me sentía ahora, porque solo quería que Ahyoung fuese feliz y no me importaba a qué precio.

Quería decirle que él era su padre, pero también tenía pánico de que después de hacerlo ella me apartara de su vida.

Y como si Jungkook fuese consciente de mis miedos, se dirigió a la niña fingiendo ignorancia.

—Tú mamá es una buena amiga mía. Tan pronto como supe de su estado de salud corrí hasta aquí para verla.

No estoy segura de que seamos buenos amigos después de esto, pero tampoco puedo exigirle que sea condescendiente conmigo luego de ocultarle un hecho tan importante.

Merecía incluso que me tratara como a una enemiga.

—Taehyung ha venido a verte. Debes tener muchas dudas acerca de la bala dorada.—dijo inesperadamente.

Al escucharlo, me solté de su agarre y esperé a que Taehyung entrara a la pieza, el cual lucía cansando y muy demacrado, como si no hubiese dormido en días.

—¿Cómo te sientes?—preguntó alarmado mientras me tomaba por los hombros.

—Debería preguntarte lo mismo.—dije.—Pero en teoría, creo que bien, al menos hasta que no me encuentre con Seokjin porque todavía desconozco los efectos de la bala.

—Justo de eso vengo a hablarte.

—Habla.—dije ansiosa, volviéndose el aura muy tensa.

—La bala fue cambiada.—dijo con el rostro compungido.—En realidad, la bala que anoche te alcanzó no era la mía, porque Jungkook fue quien la recibió tiempo atrás.

—¡Qué!—Jungkook y yo dijimos al unísono.

De acuerdo, esto me estaba asustando todavía más, y las expresiones de Taehyung no ayudaban mucho.

—¡La culpa es de Jimin!—se defendió.—Creo que hay cosas que aún no saben de mis balas. Pero, todo se resume en aquella noche donde tú y Jungkook...en esa fiesta en tu hotel y así... ¿Me entienden? Es decir, deberían estar agradecidos, tuvieron una hija preciosa.

Taehyung estaba muy nervioso, y miraba todo el tiempo hacia la puerta, quizá intentando escapar en el cualquier momento gracias a la mirada amenazante de Jungkook.

—Si, si. La culpa fue mía.—Jimin entró imperioso sorprendiéndonos a los tres.—Estaba algo aburrido, y Jungkook era un completo idiota que cayó en las mentiras de Atil y Cyrene. Por eso le pedí a mi buen amigo Adair que trajera las balas doradas para mi, así que yo disparé primero, pero fue para una buena causa.

—Casi me cuesta un ojo de la cara. Seokjin supo cómo esconder mi propia arma.—Taehyung le siguió el rollo con descaro.

—¿Quieres decir que cambiaron las balas? ¿Y por un descuido Aeri casi muere? Yo los mato a los dos.—Jungkook intentó abalanzarse a los dos chiquillos, pero lo detuve recordándole que Ahyoung era una espectadora más, y la cual parecía estar entretenida.

—Miremos el lado bueno, gracias al evento de anoche tu yo interno despertó.—Jimin habló confiado.

—Es imposible, jamás sentí alguna bala atravesándome.—Jungkook bramó.

—Esa es la verdadera esencia de las balas, en especial la última. Sin dolor, sin rastro, pero arriesgas mucho, es un milagro que todo se haya alineado para que Aeri fuese la primera persona que tus ojos encontraron esa noche, o de lo contrario, hubieras terminado enamorado incluso de un perro. Pero descuida, no es tan mortal como la primera bala, los efectos eran por un corto lapso.—expuso Taehyung.

—Es verdad.—repuse.—Las balas doradas no duelen.—recordé los efectos de la primera bala que si me alcanzó.

—Solo queríamos que el corazón de Jungkook se diera cuenta. Pero fue todo un reto, aunque su caso es diferente, es decir, ese día experimentó su amor por ti con mucha intensidad.—Jimin rió con malicia.

—¡Jimin esa boca!—lo reprendí, a lo que se disculpó alzando sus dos manos en sinónimo de rendición.

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