Cuarenta y uno

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Esta mañana los integrantes del pleno del máximo tribunal del país solicitaron la remoción del magistrado presidente Kim Seokjin, luego de que Park Jimin presentara una denuncia ante la fiscalía del distrito por tentativa de homicidio.

Recordemos que en 2020 el hoy presidente de Royal Sea sufrió un atentado, el mismo día en que su tía la ahora abogada retirada Kang Aeri formaba parte de las candidatas para ocupar la magistratura.

Además, se encontraron indicios de que los congresistas recibieron sobornos para designar a Kim Seokjin directamente.

Aeri escuchaba los noticieros nacionales mientras observaba desde su terraza como las olas rompían sobre su propiedad.

El cielo cada vez era menos azul, donde las nubes se asomaban con ímpetu, y las aguas cada vez se volvían más turbias. Como si la tormenta haya dejado de ser una simple metáfora que amenazara sus vidas.

Entonces, Jimin se paró a su lado mirando el mar mientras detenía el reproductor de video.

—Como lo pediste, los chicos están haciendo las cosas de la forma más ortodoxa posible.

Entonces, una risa amarga se le escapó a Aeri de sus labios.

—Quiero encargarme personalmente de Atil y de Cyrene, pero tampoco quiero mancharme las manos de sangre.—Que sugiere la reina del inframundo.—Jimin inquirió divertido.

—Quizá como humanos sean degradados. Pero, son criaturas como nosotros. No desaparecemos fácilmente.—Aeri le respondió genuinamente.—Seokjin está acorralado, debemos aprovecharnos de su desesperación.

Jimin al escucharla se acomodó el saco de su traje, donde cautelosamente sacó la famosa arma de Adair, lo que parecía un ciclo repetitivo.

—Me ha llevado meses, e incluso tuve que ir al mismísimo infierno para encontrar la respuesta que tanto estábamos esperando.
Esta ni siquiera es una bala dorada, es más que eso.

—Las balas son peligrosas si no las ocupamos con sabiduría Jimin.—Aeri tomó el arma observándola con cautela.—No podemos cometer el mismo error dos veces.

—Es la última bala madre, quien la dispare se queda con el trono.

Entonces, muero por ser yo de nuevo.

De pronto, la corriente de aire se volvió gélida alertando a los dos adultos que buscaron el origen de la voz.

Aeri tenía razón, Seokjin estaba desesperado y en sus ojos únicamente podía ver una dolorosa desesperanza, era justo como así se sentía cuando fue alcanzada por primera vez por aquella bala dorada.

Luego recordó todas las profecías de Ravna, y los sacrificios que debía hacer para que su hijo llegara al trono. Su misión era más o menos quitar las piedras en el camino de Jimin y en el de Ahyoung.

Así que con mucha determinación dio un paso al frente llamando la atención de los dos masculinos.

—Es molesto.—Aeri dijo secamente.—Y patético.

—¿El qué?—preguntó con inocencia.

—El que irrumpas mi casa, justo tenía una conversación amena con Jimin.

—¿Podría ser acerca de las formas políticamente correctas de acabarme?

Aeri se frotó la barbilla y simuló pensar un un poco la respuesta que le daría, solo que prefería ahorrarse los preámbulos.

—Tienes razón.—así que la femenina chasqueó los dedos provocando que aparentemente el tiempo se detuviera, logrando conmocionar a Seokjin. El cual intentó moverse por una fracción de segundos pero parecía atado por unas cadenas apenas visibles, quizá producto de la ilusión que montó Aeri.

De repente el cielo se oscureció por completo, y las aguas del mar se volvían un abismo sin salida. Era como si por fin todos los males del mundo se hayan apoderado de la vida.

—¿Cómo es que tú?—dijo incrédulo.

—¿Cómo es que recuperé mi esencia?—Se detuvo unos instantes para mirar fijamente a Jimin, quien al igual que Seokjin parecía intentar entender los acontecimientos que Aeri provocó con sus dedos. Era la primera vez que la veía en su face más omnipotente.

—Tal vez en el pasado mi hijo y yo fuimos ofendidos. Pero digamos que el cielo me lo ha retribuido, y por un breve momento creo que ambos olvidamos que originalmente el ángel más poderoso del cielo era yo.

—Traicionaste al cielo cuando fuiste seducida por el mal, y el resultado no es más que un pecado tuyo.

—Ya he recibido mi castigo por ello. La penitencia es eterna y es un eslabón que Killian y yo jamás podremos romper. Porque la desgracia siempre nos perseguirá. Al principio me costó trabajo entenderlo, me rehusé a aceptar la verdad, y maldije un millón de veces. Pero después, entendí que todas mis acciones tenían un efecto irreversible, te sugiero que hagas lo mismo.

—No es momento para sentimentalismos.

—No, no escúchame. Quiero comprar qué tan ciertas son las profecías de Ravna.

En ese momento, Aeri blandeó el arma que Jimin había traído consigo esa tarde.

—Según la última profecía, tú, Killian y yo representamos cada una de estas balas. Él y yo ya fuimos alcanzadas por las dos primeras. Ambas representan una desgracia inminente, entonces, quiero saber cuál es el tercer infortunio.

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