El sombrío día envolvía el lugar con una melancolía densa mientras los asistentes se congregaban en el funeral de nonna. El cielo lloraba lágrimas de lluvia, un eco del dolor compartido. Envuelta en un manto de tristeza, me encontraba entre familiares y amigos que compartían el pesar por la pérdida.
Las flores blancas adornaban el ataúd, un tributo silencioso a una vida que había dejado una marca imborrable en los corazones de quienes la conocieron. La ceremonia se desenvolvía en un tono solemne, con palabras de consuelo que resonaban entre sollozos ahogados. El aroma de las velas y el incienso llenaba el aire, mientras la música lúgubre se convertía en la banda sonora de la despedida. Con los ojos vidriosos, recordaba los momentos compartidos con ella: sus historias, sus risas y los lazos que se tejieron a lo largo de los años.
El 2 de enero marcó el adiós de nonna, un capítulo que se cerró con la calma de un hogar que aún resonaba con sus risas y sabias palabras. Después de decirle adiós a nonno y a Sandrine, hallamos un instante de reconciliación con Manuele. Las diferencias del pasado se desvanecieron en el entendimiento compartido y en un perdón que, aunque tardío, halló su espacio en nuestras vidas. Nonna eligió su último suspiro en casa, el lugar que había sido testigo de tantas historias familiares. Cerró los ojos con la paz que solo se encuentra después de haber enmendado las diferencias y de haber dicho adiós con el corazón en paz.
Mientras el hogar absorbía la solemne realidad de su ausencia, la memoria de su abrazo aún perduraba en mi piel. Las palabras de consuelo y los abrazos de quienes compartían mi dolor me envolvían, pero mi mente seguía enredada en los recuerdos de nonna, en sus lecciones y en la eternidad de su amor.
El silencio se instaló como un recordatorio constante, susurrando el eco de su risa y sus palabras sabias. Entre lágrimas y sollozos, cerré los ojos, aferrándome a la certeza de que había partido en paz, llevándose consigo un legado de amor y la promesa de que seguiríamos adelante con los valores que ella había tejido en el tejido mismo de nuestra familia. La despedida dolía, pero en esa tristeza, encontré consuelo en su legado y en la certeza de que su amor trascendía más allá de la despedida física.
-¿Necesitas algo, Callie?-preguntó Manuele, sus ojos reflejando preocupación genuina.
-Estoy bien, Manuele.-respondo, intentando ocultar la pesadez que se apodera de mi pecho. Inevitablemente, mi mente divaga hacia Oscar.-¿Dónde está Oscar?-pregunto, buscando su presencia como un faro en medio de la oscuridad.
-Fue a traerte algo de comer. Insistió en que necesitas alimentarte.-informa, su tono calmado intentando disipar la tensión que se cierne sobre nosotros.
Asiento con renuencia. Mi estómago se siente como una masa compacta, incapaz de recibir alimento. Aunque mi mente entiende la necesidad, mis emociones luchan contra la idea de forzar bocado alguno. El cuidado de Manuele, aunque apreciado, se siente como una fina cuerda que me mantiene atada a la realidad de la pérdida.
-¿Y Charles?-pregunto con un suspiro, intentando controlar las emociones que amenazan con desbordarse. Manuele señala hacia la dirección opuesta.
-Está acompañando a Marco. Hablan con la prensa en estos momentos.-me informa con tranquilidad, como si las palabras fueran solo un trámite más en este día sombrío.
Mis ojos siguen la dirección indicada y encuentro a Sandrine, firme y segura, recibiendo a los familiares y amigos más cercanos. Pascale, apoyándola con su presencia reconfortante. No puedo evitar sentir un atisbo de agradecimiento por tener a estas personas en mi vida en estos momentos difíciles. Nonno, con su serenidad implacable, enfrenta a la prensa. Las cámaras capturan su figura digna mientras lamentan la pérdida de una de las mejores primeras damas de la república italiana. Mi corazón se aprieta ante sus palabras, una paradoja de orgullo y dolor.
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♧ The Great War | Charles Leclerc / Oscar Piastri ♧
FanfictionDonde Callie y Charles se casaron jóvenes, pero no saben si fue el mayor error de sus vidas.