Salí del hotel con determinación, aunque el miedo me recorría por dentro. Cada paso que daba me acercaba al inevitable reencuentro con Antonio, la persona que menos quería ver. Mientras caminaba por la calle principal, mi mente se llenaba de emociones encontradas: temor, incertidumbre y una pizca de esperanza de que las cosas pudieran ser diferentes.
De repente, mi teléfono comenzó a sonar con un número desconocido. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, era él. Me estaba siguiendo, me estaba vigilando. Con el corazón latiendo rápido, contesté la llamada. Su voz áspera al otro lado del teléfono me golpeó como un puñetazo.
-Hola, Calíope.-saludó.
-¿Qué quieres?-pregunté, tratando de mantener mi voz firme a pesar del nerviosismo.
Hubo una pausa antes de que respondiera, su tono sarcástico resonando en mis oídos.
-Oh, gracias por preguntar, querida. Estoy bien.-dijo, burlón.-Estuve esperando que quisieras verme, pero parece que nunca obtuve una llamada.
Mis manos temblaban mientras luchaba por contener la ira y el miedo que surgían en mí.
-Deja los juegos, Antonio.-dije con firmeza.-No te he visto desde que fuiste a la cárcel y no te quiero ver nunca más. Puedes tomar tus flores y tu canción y metértelas por la garganta.
-¿Recibiste mi presente? ¡Qué alegría!-exclamó contento.
-Antonio, ya basta.-sentencié.-¿Qué mierda quieres?
Dejó escapar una risa seca por el teléfono, una risa que me hacía estremecer.
-Ah, Calíope, siempre tan directa.-dijo con un tono de falsa amabilidad.-No me sorprende que estés molesta. Pero estoy aquí ahora, ¿verdad? ¿Por qué no nos encontramos y ponemos las cosas en claro?
Mis emociones se mezclaban: el deseo de confrontarlo con el miedo persistente que había llevado durante años.
-No quiero verte.-respondí con sinceridad, mi voz era apenas un susurro.
-Estoy en Mónaco.-continuó Antonio, su tono más serio.-Podemos encontrarnos en un lugar neutral y hablar, cuéntame de tu divorcio, de tu novio australiano y de lo cerca que estás del imbécil de Manuele.
Sentí un nudo en el estómago. Antonio sabía demasiado sobre mi vida, más de lo que me gustaría admitir. Él aún creía ser mi padre, después de todo, y sus conexiones en el pasado lo mantenían informado, incluso desde la cárcel. Sabía del divorcio con Charles; fue un escándalo mediático que no pudo haber pasado desapercibido. Pero no podía entender cómo era consciente de la existencia de Oscar en mi vida y la presencia constante de Manuele cerca de mí. Realmente temía por su seguridad.
¿Qué quería de mí? ¿Dinero, información, venganza? Estaba dispuesta a darle lo que fuera necesario para mantener a salvo a quienes amaba. Tenía más que suficiente dinero para pagarle y que desapareciera, y no permitiría que mi pasado oscuro se interpusiera en mi presente. La necesidad de proteger a Oscar, Manuele y Charles era abrumadora. Mis manos temblaban ligeramente mientras pensaba en las posibles consecuencias de este encuentro, pero estaba decidida a enfrentarlo y hacer lo que fuera necesario para protegerlos.
-De acuerdo.-dije finalmente, con resignación.-¿Dónde?
-Nos vemos en unos minutos en Santa Devota.-dijo antes de colgar.
Me quedé allí, sintiendo el peso de la situación. Minutos después, me di cuenta que estaba avanzando con paso inseguro hacia la iglesia, sintiendo el peso de la historia que me aguardaba entre esas paredes sagradas. Aunque el lugar representaba un refugio espiritual para muchos, para mí era un recordatorio doloroso de tiempos pasados.
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♧ The Great War | Charles Leclerc / Oscar Piastri ♧
FanfictionDonde Callie y Charles se casaron jóvenes, pero no saben si fue el mayor error de sus vidas.