XXXVI ♧ El club de los trasnochados

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♤ Oscar Piastri ♤

La música retumbaba por todo el ambiente, las luces opacaban aún más la oscura noche. Estábamos en Las Vegas, una ciudad que parecía estar hecha para la emoción y el asombro. Sin embargo, mi mente estaba enfocada en otro tipo de brillo: el de las luces del circuito, la adrenalina de la pista, la danza coreografiada de velocidad y precisión.

El circuito presentaba ante nosotros como un desafío intrigante y emocionante. Cada nueva vuelta en terreno desconocido es como desenterrar un tesoro oculto: la incertidumbre se apoderaba de mi interior mientras ajustaba mi traje y me preparaba para la práctica libre 1. El asfalto virgen, las curvas desconocidas, los puntos de referencia por descubrir; todo me invitaba a desentrañar sus secretos.

A pesar de la fascinación que ejercía la ciudad con sus brillantes espectáculos y casinos, mi enfoque estaba en el trabajo por hacer. Había estado explorando Las Vegas, sumergiéndome en su bullicio y su caótica belleza, pero en este momento, mis pensamientos giraban en torno a cada detalle del circuito, cada curva por anticipar, cada ajuste por perfeccionar en el monoplaza. La presión en mi pecho aumentaba con cada minuto que se acercaba la sesión. Sabía que una buena actuación en un circuito nuevo podría marcar la diferencia. El rugido de los motores resonaba en mi mente, una melodía que despertaba mi espíritu de competición. La estrategia y el instinto de cada uno de nosotros se pondrían a prueba en esta pista inexplorada. Mi verdadero escenario estaba aquí, entre los muros del circuito, listo para escribir un nuevo capítulo en mi carrera.

Cada detalle del monoplaza, cada ajuste técnico, se volvía crucial en la búsqueda de un rendimiento óptimo. Mi mente trabajaba en sincronía con mi equipo, anticipando desafíos, visualizando las líneas perfectas a seguir en cada curva.

Las indicaciones y la prisa resonaban en el box, y cada sonido parecía anunciar la inminente danza entre hombre y máquina en la pista de Las Vegas. Mientras repasaba mentalmente cada curva del circuito, Tom, mi ingeniero de comunicaciones, se acercó con determinación y su tableta en mano.

-¿Listo para salir?-preguntó con anticipo en sus ojos.

-Totalmente.-respondí decidido.-He estado estudiando las simulaciones, pero será crucial sentirlo realmente en la pista.

-El equilibrio del coche debería ser clave aquí. Las curvas lentas serán nuestro mayor desafío, así que hemos ajustado el alerón trasero para aumentar la carga aerodinámica y mejorar la tracción en esas secciones.-explicó con voz tranquila pero llena de confianza.

-Entendido. Voy a estar atento a esas curvas iniciales.-asentí.-La recta debería beneficiarnos un poco.

-Debería.-afirmó.-Nos estaremos escuchando.

Tom asintió una última vez antes de darme ánimos. Con una mirada determinada, me despedí con un gesto afirmativo y una pequeña sonrisa.

Cuando estaba a punto de acomodar mi balaclava para salir a la pista, vi a lo lejos a Callie. Caminando por el box junto a los de redes sociales, elegantemente vestida y completamente en el papel que desempeñaba. Su presencia irradiaba esa mezcla única de gracia y fortaleza, como si la adversidad solo realzara su belleza.

Era evidente que estaba pasando por un período complicado. Mirar sus ojos, uno de mis placeres personales, me reveló que estaba durmiendo poco tiempo, pues las oscuras bolsas debajo de estos, contrastaban con el color miel de sus iris. A pesar de eso, su apariencia mostraba una serenidad encantadora. ¿Cómo podía mantener ese aplomo incluso en momentos de turbulencia emocional? Una parte de mí ansiaba que este circo terminara para que ella pudiera tomar tiempo para sanar, para encontrar esa paz interna que tanto necesitaba.

♧ The Great War | Charles Leclerc / Oscar Piastri ♧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora