Capítulo 34: La Niñera del Calabozo.

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Al pasar a la otra puerta, todo cambio, aquí era silencio absoluto, pero había prisioneros. Jeyda me acaricio un hombro.

-¿Se encuentra bien? Si quiere, nos retiramos.

-No, sigamos adelante...pero -pensé en que no quería pasar por ahí-. ¿Nos podemos retirar con otra salida?

-Hablare con los guardias.

Asentí y continuamos por aquí. Miré de reojo y reconocí a las personas que golpearon a Iron. A diferencia de los de Cobrat, ellos estaban en silencio.

"Deben de estar deprimidos porque tendrá que ser esclavos".

Muchos nos vieron pero ni siquiera se levantaron del piso. Me sentí mal, porque yo fui la responsable, pero el recuerdo de Iron golpeado hizo que mi sangre hirviera. Seguimos nuestro camino hasta pasar a la otra puerta.

Estaba casi vacía y solo se escuchaba las palabras de una oración.

-¡...!

Jeyda abrazo a Lucrecia y la protegió de una piedra que fue arrojada. La misma chica que fue la niñera de Iron agarro las barras de las celdas y las movió.

-¡Saquen me de aquí! ¡No merezco esto por proteger al Imperio del Emperador! ¡Malditos Duques!

Fruncí el ceño, ¿proteger el Imperio de Sair? Era ridículo, Sair es sin duda el Emperador que protege a su Imperio y los Duques por igual.

-¿Vas hablar con ella? -pregunto con la voz baja Dudboa.

Lo pensé, podía interrogar la, pero era agresiva. ¿Si reconocía mis ojos?

-No, ella será para otra ocasión. Vamos con la otra.

Asintieron y Jeyda nos protegió con su cuerpo.

-¡A dónde van! ¡Abran la celda, soy inocente! ¡Hice esto por el nuevo Imperio! ¡Se levantará un nuevo Emperador!

Ella sabe algo, que sea Jeyda que la interrogue. Abrimos la puerta y en ella en la primera celda, estaba acurrucada como un animal, la niñera que envenenó a Iron.

Jeyda cerró la puerta y me acerqué a la puerta, al ver a esa mujer, no sentí miedo. Coloque mis yemas en las rejas y la sone.

La mujer levantó la vista y al verme frunció el ceño.

-¿Qué quieres saber? ¿O vienes de parte de ese asqueroso viejo? -escupió las palabras con odio.

Enarque una ceja a la mención de un viejo, ¿acaso será...?

Me quite la capa y le hice una seña a Lucrecia. Esta saco de su traje una vela, la encendió y me la entrego. La mujer al ver mi rostro inclinó la cabeza.

-¿Quién eres? -dijo casi tosiendo.

-¿No me puede reconocer? -pregunte acercando mas la vela a mi rostro.

La mujer se acercó gateando a las rejas y se apoyo en ellas, miro mi rostro y tomo el dobladillo de mi vestido.

Me agaché y me quite la peluca, dejando caer la manta de cabello largo y negro en mi espalda.

-Mi señora, mi señora -la mujer beso mi falda-. Una Ivor, por fin, una persona buena...tos, tos.

Tosió repetidas veces, se cubrió con la mano y tomo la mía, para luego besarla.

-¿En que le puedo servir?

Sus ojos mostraban fervor puro a mi persona, me dió lastima. Metí mi mano y acaricié su rostro, limpiando un poco la suciedad.

-¿Puede abrir la boca?

Ella asintió y al abrirla, note como tenía rastro de quemaduras.

"Pero no fue Sair, él es bueno".

Me Convertí En La Niñera Del Príncipe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora