La alarma del móvil resuena a lo lejos, obligándome a fruncir el ceño y a entreabrir los ojos con poco entusiasmo; los rayos solares se adentran vigorosamente por los grandes ventanales de mi habitación, pese a que las cortinas están echadas, instigándome a que me enderece pesadamente e incite a Sora a saltar de la cama. A paso tedioso, me direcciono hacia la cocina y detengo el monstruoso ruido del móvil, antes de otear mi alrededor con somnolencia; a duras penas recuerdo qué ocurrió anoche, sin embargo, en cuanto distingo los dos cigarros en el cenicero, me inquieto.
Frunzo mis labios en un mohín dubitativo.
Debería estar muerta, pienso. ¿Por qué sigo con vida?
Mi mente rememora lentamente lo ocurrido, mas no evoco más allá de cuando me resigné a morir y volvimos a besarnos.
¿Quizá fue una broma pesada?
A mitad de mis pensares, visualizo la hora en la pantalla; aún es pronto, por lo que decido darme una ducha y despejarme.
Tras escurrir mi largo cabello con la toalla, me pongo el vestido floral blanco; la llegada de la primavera me incentiva a arreglarme un poco más atrevida y la zona fruncida del pecho, más el talle alto en la cintura (que resalta mis caderas), junto a la obertura izquierda en la falda —dándole un toque coqueto con las deportivas níveas—, es más que eficiente.
Decido maquillarme sutilmente y opto por escoger la alargada y fina chaqueta de algodón beige, antes de recoger las llaves, el bolso y comprobar que las necesidades de Sora estén abastecidas. Cuando está todo comprobado, me despido de ella con un beso al aire y salgo del apartamento para esperar el ascensor.
—Siri, ¿estás bien?
La repentina voz de la señora Pons, me sobresalta en cuanto cierro la puerta del piso; giro hacia ella, atisbando sus claros ojos fijamente sobre mí.
—¡Molly, buenos días! Sí, sí, por supuesto —aclaro, una vez recupero el aliento y le sonrío con amabilidad. Ella asiente, rebuscando con la mirada—. Se ha vuelto a confundir, ha picado al cuarto en vez del tercero.
Sus pestañas revolotean ante su descubrimiento, alentándome a acompañarla junto a mí hasta el ascensor; Molly es dulce y despistada, mas no la juzgo.
—Gracias, hay días en los que no sé ni en dónde tengo la cabeza.
Sonrío.
—No se preocupe, no es ninguna molestia para mí.
Ella asiente y la guío hasta su puerta correspondiente.
—Cuídate mucho, niña.
—Usted también.
Sin intercambiar alguna palabra más, retomo el ascensor y pico al bajo, precedente a salir del rellano y el portal, y dirigirme hasta el coche; me siento extraña al no recordar nada de lo ocurrido anoche con Tom, mas me resigno y decido no darle mayor importancia.
Pasan las horas y continúo sin poder centrarme en el papel que tengo frente a mí; es como si mi cabeza hubiese decidido disociarme del presente y mantenerse navegando en la curiosidad de anoche.
Maldita sea, ¿qué pasó ayer?
Respiro hondo y lanzo el papel en el escritorio con desgana; la verdad es que he venido al trabajo con cierto temor de encontrarme con esa cosa de nuevo, por mucho que el equipo de bomberos asegurase que no había nada fuera de lo común. Me inquieta sentir que está sucediendo algo en lo que me he visto involucrada sin saberlo.
Además, me irrita el estar pensando reiteradamente en él sin poder evitarlo.
Sólo fue un beso y una broma pesada, me repito con insistencia. Resoplo; ¿por qué ahora que todo empieza a irme bien, joder?
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Novela JuvenilElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...