Gesticulo una mueca y ladeo la cabeza, sin comprender sus palabras.
¿Peor de lo que podría imaginarme?
—¿Lo dices por alimentarte de personas?
Mi ágil pregunta, le incita a sonreír livianamente y a dar otro sutil sorbo a su vino; si bien, no demoro en advertir del suspiro que se desprende de sus labios.
—Considero que, sabiendo lo que soy, no debes poner en duda el peligro que poseo.
Cierto.
Me encojo de hombros en un gesto despreocupado; presiento que su vileza se vincula más hacia su raza que hacia su forma de ser. Mis pestañas revolotean súbitamente; ¿es posible qué me esté planteando la posibilidad de que puede existir un ápice de bondad en Tom? ¿De creer que no es tan malo como intenta asegurarme?
¿Por qué?
—No pongo en duda nada, sólo opino a razón de lo que veo —aclaro, eludiendo la probabilidad de replanteármelo; sin duda, el alcohol no me está permitiendo analizar la conversación coherentemente, impulsándome a decir lo primero que pasa por mi cabeza.
Él titubea, mas puedo distinguir el cómo trata de reprimir la sonrisilla que hace ademán de exponérsele en la comisura.
Esquivo sus ojos, temerosa de que pueda percibir mi notoria ebriedad.
—¿Cómo ha ido la cena?
Suspiro, cohibiéndome de rodar los ojos amargamente; como de costumbre, cambiar el tema de conversación es siempre una vía —inmejorable— de escape para él. Mas, yo no entiendo su necesidad de hacerlo cuando la charla se deriva a un trasfondo interesante; el acuerdo de conocernos, además de intimar, parece desequilibrarse cuando la conversa se centra principalmente en él. Es como si le inquietase, aunque trate de no mostrármelo.
—Me pregunto por qué rehúyes siempre que toca hablar de ti, enfocando el tema de conversación en mí —curioseo, inconsciente de mi tono sutilmente molesto.
Tom entorna sus ojos y ladea la cabeza, silenciando su habla por un breve instante.
—Podría preguntarte lo mismo.
Touché.
Humedezco mis labios, resecos a causa del vino, y evito su mirada efímeramente, a medida que acaricio fastidiosamente mi dentadura con la lengua y la chasqueo.
—Lo has vuelto a hacer —recrimino, prendiéndome otro cigarro—. Intentas que la conversa recaiga de nuevo sobre mí.
Él simula otra sonrisa.
—Eres interesante —aclara, incitándome a dejar escapar una risita al rememorar las palabras de Draven pronunciando lo mismo—. ¿Qué?
Aprieto los labios rápidamente, aunque ha sido demasiado notoria mi gracia frente a la situación. Y quizá son las circunstancias del momento (o el vino de mi cuerpo), que no me permiten cohibir las formas ante él, ignorando el hecho de que puede ser una horrible idea comentárselo tras el suceso del restaurante. Encojo mis hombros y gesticulo un mohín con los labios, no cediendo a la risa absurda que está ansiosa por desprendérseme:
—Draven me ha dicho lo mismo en el restaurante —comento, sin regocijarme en la gracia. Sin embargo, no tardo en distinguir el aroma del azufre adentrándose en mis vías respiratorias y papilas gustativas con ímpetu. Gesticulo un ademán incómodo y ruedo los ojos, fulminándole posteriormente con la mirada—. Me ha parecido curioso, simplemente.
Sus rasgos se endurecen, permitiéndome advertir de la presión controlada que ejercen sus dedos en el vidrio de su copa para no romperla; inspiro hondo, observándole con detenida atención mientras frivolizo mi expresión hacia él.
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Novela JuvenilElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...
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