Sus rojizos ojos se entornan irasciblemente hacia los míos y, por un efímero segundo, percibo cómo el aura de la humareda que le constituye se engrandece y se oscurece aún más.
La pesadez del ambiente consigue dificultarme el respirar con coherencia y agotar mi capacidad de equilibrio; presiento una opresión engulléndome el pecho y un sutil flaqueo en mis piernas.
Trago saliva, notando el estremecimiento de mi organismo.
—¿Osas desafiarme? —protesta.
Rivalizo su mirada sin decoro.
No te acobardes ahora.
—Sí —confirmo—. Me enfrentaré a ti y a todo aquel que quiera dañar a estas criaturas; no por el hecho de que porten sangre demoníaca significa que puedan ser una amenaza para el equilibrio.
Espeta un chasquido con la lengua.
—Los humanos y su egoísmo para tomar decisiones...
Ruedo los ojos.
Pero será...
—¿Egoísmo? —irrumpo—. Te recuerdo que son los hijos de tu hijo de quienes estamos hablando; tus nietos, para ser exactos. Sin siquiera haber nacido, alegas de su peligrosidad para el equilibrio, ¿y es mi deseo de protegerlos un acto egoísta, mas no tus intenciones de deshacerte de ellos sin escrúpulos? Puedo llegar a comprender tu desprecio hacia el ser humano, pero te recuerdo que, parte de la prevalencia de tu existencia, es dada también gracias a nosotros.
Otro gutural gruñido resuena, agravando mi incomodidad; ansío con fuerzas poder desecharme de algún grito que despoje parte de mi nerviosismo, pero soy más que consciente de que eso sólo empeoraría la situación para mí.
A estas alturas, desconozco el motivo por el cual aún continúo —si podría decirse de esta forma (teniendo en cuenta mis circunstancias)— respirando.
—Consideraba que, dado tu perfil, serías un humano razonable; sin embargo, he podido comprobar que, de nuevo, tu especie únicamente es un lastre que despoja la estabilidad de la Frontera y de la vida que la sustenta —asegura, zarandeándose ágilmente hacia mí y encarándome con frialdad—. Resquebrajáis la línea que separa a ambos mundos sin medir las consecuencias.
Endurezco mi mandíbula, cohibiendo mis impulsos.
—Quien resquebrajó la línea de los mundos fuiste tú al momento de desterrar a tus hijos a la Superficie, creyendo que maldiciéndolos con un corazón humano no los humanizaría —alego—. Un ser como tú, jamás podrá entender el significado de ser un humano y lo que eso conlleva; te alimentas de nuestros miedos y terrores más intrínsecos, pero desconoces la otra cara de nuestra existencia.
Su atronadora risa acribilla mis oídos.
—¿Vuestra otra cara? —brama—. No existe otra cara tan pura como vuestra oscuridad; estáis compuestos de los mismos instintos básicos que las otras criaturas, los demás son únicamente creaciones que os establecen bajo un farisaico enjambre al que denomináis convivencia. ¿Y para qué? ¿Para terminar aniquilándoos los unos a los otros?
—¿Y crees qué sólo nuestra propia aniquilación nos ha llevado a la evolución que tenemos? —enfrento—. La creación de esos instintos que tanto criticas también nos ha asegurado una subsistencia; asimismo, como también a todas las demás vidas que habitan con nosotros. ¿Por qué te molesta tanto que hayamos decidido dar un significado más profundo a nuestras uniones? ¿Acaso no te place saber que tus hijos pueden humanizarse conociendo la parte buena de la Superficie? ¿O es que...?
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DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Teen FictionElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...
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