—Eres una mujer persistente, ¿lo sabías?
Su comentario, me incita a ladear burlonamente la cabeza, y a encogerme de hombros con cierta inocencia sobreactuada. Después de la espléndida velada, no he dudado en negarle la posibilidad de acarrear con toda la cuenta, logrando (victoriosamente) que el camarero nos cobrase a partes iguales.
—Me considero una mujer de recursos; no iba a permitir que pagases todo tú solo —aseguro, acomodándome el fular en los hombros, y atisbando la ubicación de mi coche estacionado rápidamente.
Draven rueda los ojos y suspira.
—¿Por qué? Me lo he pasado genial contigo, pagar la cena era lo mínimo que podía hacer como agradecimiento.
Espeto un sutil berrido disconforme, instigándole a reír.
—Yo también me he divertido mucho, por ese motivo, no lo iba a permitir.
Sus ojos se entornan desafiantemente contra mí, mas reniega de discutirse conmigo una vez alcanzamos mi coche, y un acogedor —y leve— silencio envuelve el pequeño paseo.
—Me pregunto cuánto tardará nuestra querida amiga en elaborar otro plan igual de calculado —reflexiona con burla.
Aprieto mis labios, reprimiéndome la risa, y me encojo de hombros.
—Cuando sepa que ha ido bien la cena, recurrirá a la próxima táctica. No lo dudes.
Draven inspira hondo y se muerde internamente la mejilla, ladeando la cabeza mientras posa sus claros ojos sobre los míos.
—Podríamos decir, entonces, ¿qué su primer intento ha sido todo un éxito?
Titubeo ante su pregunta, mas afirmo sin dilación:
—Por supuesto.
Él sonríe y asiente, aunque percibo que aún resguarda más pensares al respecto.
—Debo aclarar, que me han sorprendido tus acciones totalmente insultantes hacia las leyes impuestas por la gastronomía —añade con mofa, sobresaltándome.
¡Oh!
Río levemente y acojo aire con vaga indiferencia.
—Culpable. Me niego a seguir las reglas prevalecidas, es aburrido.
Su comisura se eleva pícaramente, a medida que su lengua acaricia sus labios.
—Me alegra haber conocido a quien se dispone a eludirlas, en ese caso —comenta, encarándoseme y acicalándose el flequillo hacia atrás—. Aunque te aviso que, la próxima vez, seré más rápido con la cuenta.
No puedo evitar desprenderme de una carcajada ante su ocurrencia.
—No me inquietaré porque me invites al café, entonces.
Draven entorna sus ojos hacia mí, manteniéndonos en un choque de miradas; percibo un ingenuo titubeo en él cuando es hora de despedirnos. No obstante, antes de que yo pueda —siquiera— notarlo, su rostro se me aproxima habilidosamente, y sus labios atrapan los míos en un fugaz beso que me sobresalta.
Las pestañas no tardan en revolotearme inquietamente, permitiéndome advertir del cómo todo el oxígeno se esfuma de mi cuerpo; por pura inercia, me tapo la boca con los dedos mientras poso mi mirada desorbitada sobre él.
Pero ¿qué...?
—No quiero invitarte únicamente a un café, Sigrid —honesta.
ESTÁS LEYENDO
DAEMONIUM [Tom Kaulitz]
Novela JuvenilElla se encontraba en el mejor momento de su vida; después de tanto esfuerzo y trabajo duro, había alcanzado el éxito esperado. Él rozaba su límite de inmortalidad tras tantos milenios, y se había convertido en un magnate de los barrios bajos de Pa...